SOCIEDAD › GREGORIO KLIMOVSKY, SU VIDA, SU APORTE AL SABER, LA CULTURA Y LOS DERECHOS HUMANOS

El hombre que fue sinónimo de ciencia

Fue el iniciador de la filosofía de la ciencia y la epistemología en la Argentina. Fue autodidacta. Y una de las figuras emblemáticas de la época de oro de la universidad y del despegue científico argentino. Su muerte, los recuerdos, los homenajes.

 Por Leonardo Moledo

La figura de Gregorio Klimovsky trasciende casi cualquier cosa: al fin y al cabo fue el iniciador de la filosofía de la ciencia y la epistemología en la Argentina; autodidacta, fue parte de la época de oro de la universidad y del despegue científico argentino. Pero desde el golpe de Onganía lo echaron nueve veces de la universidad. Fue miembro de la Conadep, decano de Exactas, fue la máxima eminencia en lógica matemática y filosofía de la ciencia del país y, hasta el final, siguió publicando trabajos de asombrosa actualidad.

Su muerte, ayer, a los 86 años, representa no una pérdida para la ciencia, o no sólo una pérdida para la ciencia, sino para el pensamiento: porque al fin y al cabo, Klimovsky era eso: pensamiento en acción, pensamiento abstracto que se concretaba en las difíciles aguas de la docencia, la matemática, la lógica y la ética.

Y es así: cuando se escriba la historia de la ciencia argentina, desde los ’50 en adelante, el eje estará en los avatares de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA: al fin y al cabo, allí es donde se enseñan las disciplinas de avanzada (matemáticas, física) que estuvieron en la línea de frontera en el siglo XX, hasta que la biología molecular y la nanoquímica (que también sientan allí sus reales) les disputaron el cetro. Después del golpe del ’55, se derrumbó la universidad peronista y empezó lo que se conoce como “época de oro”, liderada por la Facultad de Ciencias Exactas, que se colocó en la vanguardia, adoptando y reflejando las corrientes de pensamiento científico en el mundo, implementando la idea del profesor-investigador, comprando la primera computadora científica del país. Fue la época en que el decano era Rolando García, meteorólogo y epistemólogo piagetiano; el vicedecano era Manuel Sadosky (que introdujo la computación, que no era entonces ni la sombra de lo que es hoy) en el país; Oscar Varsavsky desarrollaba la matemática aplicada; José Giambiaggi elaboraba teorías sobre las partículas subatómicas; Cora Ratto y Enzo Gentile introducían la teoría de conjuntos y el álgebra moderna y Gregorio Klimovsky, la lógica matemática y las últimas corrientes epistemológicas, sin olvidar Eudeba, donde Boris Spivacow y Myriam Polak lanzaban miles de libros baratísimos y de suprema calidad.

Cuando Onganía, un militar inculto y de pocas luces, derrocó al gobierno constitucional de Illia, intervino las universidades y se ensañó particularmente con Exactas (fue la Noche de los Bastones Largos), que se vació con la renuncia y partida hacia el exilio de sus más brillantes profesores. El pensamiento argentino se refugió en las catacumbas.

El golpe fue terrible, y duró. Sacando el breve interregno democrático de 1973-74, la UBA soportó primero la intervención fascista de Alberto Ottalagano, que permitió que circularan por la facultad grupos armados, y más tarde la de los años de plomo. Recién empezó a renacer en el ’83 y lentamente se encamina a una nueva cúspide.

Y Gregorio Klimovsky, matemático (discípulo del gran Rey Pastor), lógico, filósofo, pensador... –¿cómo calificar a la máxima autoridad en epistemología en la Argentina?–, fue testigo, protagonista, coprotagonista y víctima también de todos esos avatares. Y de los del país: integrante casi desde el principio de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, integrante de la Conadep, decano de esa misma facultad de la que lo echaron tantas veces... y que finalmente le otorgó en 2006 el Doctorado Honoris Causa.

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Imagen: Daniel Jayo
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