Miércoles, 16 de julio de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › DOS MUJERES RUSAS SE CASARON EN BUENOS AIRES Y PIDEN ASILO EN EL PAíS
Marina Mironova y Oxana Tomofeeva, en pareja desde hace nueve años, huyeron de las leyes discriminatorias que rigen en Rusia. Ayer se casaron en el Registro Civil del centro porteño. Ya tienen un estatuto provisorio como refugiadas en el país. Y tramitan el definitivo.
A cuatro años de que se sancionara la ley de matrimonio igualitario, una pareja de rusas se casó en Buenos Aires, adonde había llegado dos meses atrás escapando de las leyes discriminatorias contra la población LGBT (lesbiana, gay, bisexual y trans) vigentes en su país. Marina Mironova y Oxana Tomofeeva, amigas desde hace veinte años y en pareja desde hace nueve, se convirtieron en esposas en el Registro Civil de la calle Uruguay al 700, ante la mirada de Nikolai, su hijo adolescente, y con la vicepresidenta de la Federación Argentina LGBT (Falgbt), Claudia Castrosín, como una de las testigos.
Con sendos moños celeste y blancos en sus pechos, las mujeres explicaron, con ayuda de un intérprete, sus expectativas en Argentina: “Queremos vivir en familia, no tener miedo y caminar libres por la calle”. Tras la ceremonia, las mujeres y el adolescente celebraron con activistas de la Falgbt. “Fuimos a tomar un café cerca del Registro Civil. Son tipas sencillas, tranquilas, con ganas de vivir su vida. Se aman profundamente. Es gente simple que huye de un Estado que las expulsa”, explicó Castrosín a Página/12. Las mujeres gozan actualmente de un estatuto transitorio como refugiadas y tramitan el definitivo.
Mironova y Tomofeeva llegaron a Argentina a mediados de abril, huyendo de Moscú, donde la vida cotidiana les infundía más temores que certezas. Ambas cosmetólogas se conocen desde hace veinte años y son pareja desde hace nueve. Mironova, de 38 años, es madre biológica de Nikolai, el chico de 16 años con quien su padre no mantiene contacto desde hace más de diez años y que fue criado por las dos mujeres, a quienes reconoce como sus madres. Los tres vivían en un pueblo del interior de Rusia, de donde se mudaron hacia Moscú, con la esperanza de que en la ciudad hubiera menos presiones sobre las mujeres. Allí las mujeres pusieron un gabinete de cosmetología, tenían un departamento, un auto; Nikolai concurría al secundario.
“Se mudaron a Moscú pensando que iban a estar más tranquilas ahí”, cuenta la activista Castrosín, quien entró en contacto con las dos mujeres en abril, cuando ellas, temerosas de lo que pudiera pasarles en Rusia, donde desde el año pasado rigen la “ley contra la propaganda de las relaciones no tradicionales” y en la práctica se ilegalizó al movimiento LGBT, enviaron un correo electrónico a la Falgbt. Pero en la gran ciudad la vida cotidiana no mejoraba. “Nos contaron que en el colegio era todo muy difícil para Nikolai, que sus compañeros le hacían bullying todo el tiempo. En la calle, para ellas tampoco era fácil. Un día estaban tomando un café en un bar de Moscú. Una de ellas tenía una mochila con la banderita de la diversidad, la de todos los colores. Las detuvieron y tuvieron que pagar fianza para quedar libres, porque eso infringía la ley antipropaganda”, recordó Castrosín.
“Un día, una inspectora del colegio de Nikolai las llamó para decirles que tenían que revisar su situación, porque el niño podía tener un accidente muy grave, que tenían que cambiar ellas porque estaban haciendo algo malo. Les dijo que si no el colegio iba a tener que tomar parte. Ahí fue cuando dijeron ‘nos vamos’. Temían que les sacaran la custodia de Nikolai. Vendieron todo y vinieron a Argentina”, agregó la activista.
Desde Rusia, antes de llegar, las mujeres acordaron por Internet el alquiler de un departamento donde viven actualmente. Están aprendiendo español de modo intensivo. Nikolai este año posiblemente no pueda concurrir a un colegio, pero dedica mucho tiempo al aprendizaje del idioma y planea retomar el secundario en marzo del año próximo.
Las mujeres llevaban vestidos blancos con estampado de flores en negro. Ellas y Nikolai tenían, además, moños celestes y blancos sobre el pecho. Tras un “sí” dicho en castellano, las dos expresaron su agradecimiento “a la Argentina” y se besaron al recibir la libreta colorada. La activista Castrosín celebró el matrimonio de las mujeres que “buscan radicarse acá porque en su país la diversidad sexual está penalizada”.
Ayer se cumplieron cuatro años desde que el Congreso argentino sancionó la ley de matrimonio igualitario, la primera de su tipo en Latinoamérica y décima en el mundo. Desde entonces, alrededor de 9000 parejas de todo el país integradas por personas del mismo sexo contrajeron matrimonio.
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