Domingo, 8 de febrero de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › PETRONA C. DE GANDULFO, SANTIAGUEñA Y PIONERA
Aunque siempre dijo que no sabía cocinar, inventó el género de la cocina en la radio y luego, en la televisión. Un libro la rescata como emprendedora para contar una historia argentina del siglo XX.
Por Soledad Vallejos
Doña Petrona tuvo muchas herederas, pero ninguna fue igual. Básicamente, porque la santiagueña que cocinaba maquillada, peinada y con collar de perlas fue la primera, la única durante mucho tiempo, la pionera que jugando a ser señora de su casa convirtió su nombre en marca registrada y sus ideas, en negocios más que rendidores. En el camino, como quien no quiere la cosa, inventó un género en la Argentina, que pasó de la vida real a la radio, de la radio a la tele y sigue ahí: la cocina en los medios de comunicación. Su libro de recetas, long seller clásico como pocos, lleva más de cien ediciones. Hay generaciones enteras que no llegaron a ver nunca un programa de ella y, sin embargo, saben perfectamente quién fue, tanto como entienden qué quiere decir “hacer de Juanita”. Es un caso raro. Casi como si hubiera herencia genética de la historia. Y sin embargo, tuvo que esperar hasta ahora para protagonizar algo más que libros de cocina, algo que logró Andrea Matallana con Delicias y sabores. Desde Doña Petrona hasta nuestros días (ed. Capital Intelectual), una investigación tan divertida como rigurosa de un personaje no tan sencillo.
La investigadora dice: “Hoy hay muchos nichos para cocineros en televisión, pero no hay ninguna reina como era ella”. Tiene razón. La investigadora, hay que decirlo, también es un caso curioso: socióloga por la UBA y doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella, donde investiga, hace años empezó analizando los menúes de Doña Petrona desde un punto de vista económico. Nunca en su vida se había interesado por esa cocina, por “Petrona”, como la llama amistosamente, pero los años ’30, ’40, ’50 del siglo XX argentino la atrapan tanto que un día cedió al hechizo.
Ahora colecciona los recetarios históricos de la cocinera (las primeras ediciones son consideradas antigüedades y cotizan como tales), tiene uno de los archivos periodísticos más completos sobre ella y montones de testimonios de adultos mayores, alumnos suyos en el Centro Cultural Ricardo Rojas, para quienes Petrona C. de Gandulfo era tan lejana como una estrella televisiva y tan cercana como la señora que incluía su número de teléfono en cada edición del libro para que, ante cualquier duda, cualquiera pudiera llamarla y preguntarle. Matallana puede hablar durante horas sobre lo extraña y tradicional que fue a la vez la figura mediática de Petrona, los detalles de su vida que permiten contar la historia de una clase social en ascenso, el éxito eterno de una señora que hasta el último día de su vida, con 95 años, no dejaba pasar jornada sin un vaso de whisky y un cigarro. Señala que Petrona era de hablar desde cierta “docta ignorancia”: “Siempre tenía esta cosa de decir ‘yo no sabía hacer nada, no sabía cocinar, y miren ustedes, aprendí, lo hice, lo vendí y ahora soy la reina de la cocina’”.
“Ahora quizás Dolly Irigoyen es una princesa, pero ya no hay una reina de la cocina en la televisión argentina. Petrona es la tipa que con su libro enseñó a cocinar a mujeres que se casaron en los ’50, ’60. Vos le preguntás a una mujer de 70 años, inclusive profesionales y feministas, y te va a decir que ella aprendió con ese libro”, dice Matallana, quien también recuerda testimonios similares de las décadas del ’40, ’50, ’60 y hasta ’80.
–Petrona tuvo que constituirse en dos veredas: llevar adelante una idea económica, que es la de ella como cocinera, y al mismo tiempo, tratar de no terminar de cruzar de vereda del todo, como feminista. Algunos estudios o comentarios sobre ella muestran esto también, y la consideran o totalmente pro feminista o absolutamente tradicionalista. Lo cierto es que se viene desde Santiago del Estero siguiendo a su compañero, sin profesión, y termina siendo ella la protagonista de esa novela personal de éxito. Lo que es inventar un presente para ella y un futuro para su familia, y a la vez inventar una figura en los medios de comunicación. Es alguien que en 1933 hace un recetario largo, de 800 páginas, y porque no logra llegar a un acuerdo con un editor decide imprimirlo por su cuenta y venderlo desde su casa. Es fascinante.
A poco de llegada a Buenos Aires, recuerda el libro de Matallana, Petrona empezó a trabajar para la Compañía Primitiva de Gas como parte del equipo de ecónomas, capacitadas en la academia Cordon Bleu porteña de Angel Baldi y que cocinaban en público para demostrar las ventajas de la cocina a gas, novedad modernísima que recién llegaba a los hogares. Lo demás fue, casi, natural: Petrona reinaba en los escenarios, cocinando ante un teatro cuya platea estaba colmada de señoras y su sector popular, de mucamas y cocineras de esas señoras. En las revistas, la Primitiva publicitaba lo suyo sirviéndose de la imagen de la santiagueña, que poco después aprendió a enseñar recetas y trucos por radio. Mientras la cultura urbana porteña era un hervidero intelectual y las clases medias empezaban a fortalecerse y acceder a otros consumos, Petrona se volvía famosa.
–Era la negación de los estereotipos de salud que tenemos hoy día. Hoy no comerías la omelette de ocho huevos con un kilo de queso, y no vas a tomar un whisky a la mañana y otro a la noche porque en tu casa dirían que tenés problemas con alcohol; y además ahora la gente deja de fumar. Ella es exactamente el opuesto a eso y vivió 95 años. Hay otra cosa curiosa: nunca fue a Europa. Creo que viajó solamente dos veces a Estados Unidos, y porque había sido invitada. Podía costearse viajes, pero tenía esa mentalidad de ser estable económicamente, comprarse la casa y ya está. Ella tenía un departamento en Barrio Norte, donde tenía una especie de escuela de cocina, su casa frente a la Quinta de Olivos, y su auto. Es muy del sentido de la clase media de los años ’60. Ella en esa época ya estaba hecha. Se conformaba con ir los viernes a hacer su columna televisiva en Buenas tardes mucho gusto, en el que los Muchnik inventan un género y hacen convivir a Petrona con Eva Giberti, Florencio Escardó, Geno Díaz y Canela, por nombrar sólo algunos.
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