Domingo, 25 de octubre de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › PRESOS Y GUARDIAS ESTUDIAN JUNTOS EN UNA UNIVERSIDAD CARCELARIA
Es el Centro Universitario que funciona en la Unidad 48 y depende de la Universidad Nacional de San Martín. Dicta Sociología y otras carreras humanísticas. Guardiacárceles y detenidos son compañeros de estudio. Y también hay alumnos de “afuera” que eligen ese lugar para cursar.
Por Carlos Rodríguez
“Este es mi lugar en el mundo”, afirma Jessica en diálogo con Página/12. Lo curioso del caso es que ella, que nunca estuvo privada de su libertad, encontró lo que estaba buscando en el Centro Universitario de San Martín (Cusam), una casa de estudios que depende de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y que funciona en la Unidad Penitenciaria 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), en José León Suárez. Jessica no es la única que viene del “afuera” a estudiar Sociología en un ámbito carcelario. Y por si fuera poco, sus compañeros de estudios, hombres y mujeres procedentes de la U-48 y de las unidades 46 y 47, ubicadas las tres en el mismo predio, en Camino del Buen Ayre y Debenedetti, en algunos casos son personas privadas de su libertad y en otras, guardias del SPB que han logrado, juntos, “romper el estigma” que siempre ha separado –y separa– a los que están de un lado y del otro de los barrotes de la cárcel.
Además de la charla con internos, externos y guardias, este diario entrevistó a la directora del Cusam, Gabriela Salvini, y a Martín Maduri, el primer interno egresado del centro universitario (ver notas aparte).
Gabriela tiene 40 años, está cursando la carrera de Trabajo Social y el año que viene va a gozar de salidas transitorias. Antes trabajaba para una fuerza de seguridad y tuvo la posibilidad de estudiar, pero recién ahora sigue una carrera universitaria. “Cuando supe del Centro Universitario me anoté, hace un año, para empezar la carrera, porque me pareció muy interesante y porque me va a abrir posibilidades cuando llegue la hora de salir a la calle”. La ayudó a tomar la decisión el hecho de que algunas compañeras ya estaban estudiando y la entusiasmaron.
“Estudiar es una buena manera de usar el tiempo muerto que tenemos en algo que nos puede ayudar, no sólo para la causa sino para nuestra vida productiva posterior, en la vida personal de cada uno de nosotros”, reflexiona. Gabriela recibe las visitas de sus padres, de una hermana y de sus sobrinos. “No tengo hijos, no soy casada.” Su proyecto es terminar una carrera que le demandará cinco años.
“Lo que quiero es seguir estudiando acá, con el mismo grupo de estudiantes, porque tenemos un grupo muy bueno de compañeros, y después empezar a trabajar, a volver a la vida que tenía antes de estar en esta situación.” Planea volver a vivir “con los viejos” en el barrio donde nació, el Talar de Pacheco, porque ahora más que nunca comprendió “la necesidad del afecto de la familia”.
El cabo primero Sebastián Ortiz es el encargado de traer, a diario, a las y los estudiantes alojados en la Unidad 47, que al igual que la 46 tiene pabellones para hombres y módulos para mujeres. Lo particular, en el caso de Ortiz, es que él también se queda para asistir a los cursos que se dictan en el Cusam. “Al principio uno tiene ese estigma (el de la difícil convivencia con los internos), pero nosotros hemos formado un vínculo, un nexo, tenemos una relación de compañerismo, de camaradería, de iguales, acá somos todos compañeros; es otro el trato, una vez que se cruza el portón somos todos estudiantes.”
Ortiz es psicólogo social y uno de sus objetivos era el de hacer “informes ambientales” para el SPB, pero como su título no lo avalaba para tal función, además del hecho de haber sido designado para los traslados de internos e internas al Cusam se anotó “para seguir la carrera de Sociología, pero en segundo año tengo la opción de seguir Trabajo Social, porque yo quiero conseguir la licenciatura en esa especialidad”. Comenta que “en lugar de quedarme acá tomando mate (mientras espera a los internos que estudian), aprovecho el tiempo y sigo la carrera”.
El cabo del SPB es casado, tiene dos hijos, y su esposa, Natalia, que es docente en una escuela que está fuera del espacio carcelario “también viene a estudiar acá, con nosotros, dos veces por semana”. Los dos están “armando un vínculo acá y la verdad es que se crea un buen ambiente; es muy buena idea y esperamos que siga progresando”.
Soledad tiene 33 años, está detenida desde hace un año y seis meses por cuestiones menores y espera salir el año que viene. Es de San Fernando, terminó la secundaria cuando estaba “afuera” y ahora cursa el primer cuatrimestre de la carrera de Sociología. Coincide en que la relación es muy buena porque “no hay distancia entre internos y guardias”. Afirma que “es muy lindo estar acá, estudiando, porque nos despeja la cabeza”. Comenta que el hecho de venir a estudiar, en el caso de ella, de lunes a jueves de 10 a 18, significa “un compromiso porque tenemos que dedicarle mucho tiempo al estudio, si es que realmente queremos seguir”.
Ella está cursando cuatro materias: sociología, epistemología, historia general y filosofía. Confía en que la sociología le va a abrir en el futuro “muchos caminos”. Elogia a los profesores porque “nos ayudan mucho, son muy buenos, porque en mi caso, por ejemplo, hace ya muchos años que terminé la secundaria y no había seguido estudiando, de manera que cuesta, cuesta arrancar”. Está contenta porque “hay mucha gente que sale y no tiene nada, en cambio nosotros vamos a tener recursos y eso es bueno, sobre todo cuando una tiene afuera a sus padres y a una familia que nos está esperando”.
“Tenemos a mano una posibilidad para salir mejor parados y mejor acompañados por la familia, porque afuera hay una sociedad que siempre te está juzgando”, dice.
Florencia y Anahí son empleadas administrativas del Servicio Penitenciario Bonaerense y también estudian en el Cusam. A Florencia se le hacía difícil, por cuestiones de horarios y modalidad de trabajo, seguir la carrera de Trabajo Social en otras universidades. “Fue raro elegir el Cusam porque existe una distancia (entre internos y personal del SPB) y era todo un desafío.” Antes de decidirse lo conversó con una compañera de oficina y después convenció a Anahí para que ambas se inscribieran en el centro universitario; lo hicieron en junio pasado, luego de acomodar los horarios para poder cumplir con sus tareas habituales en el SPB.
Florencia reconoce que “puede ser chocante la relación que se da entre el personal del SPB y los internos, porque a veces hay caras de culo, pero eso no existe en el Cusam, porque nos llevamos muy bien”. Reconoce, también, que “eran ellos los que nos tenían que admitir a nosotros, porque es su universidad, porque está en el ámbito de ellos, aunque sea una universidad pública, pero no hubo discriminación contra nosotras, nos llevamos muy bien”. Florencia tiene 26 años, vive con su pareja y tiene un hijo pequeño.
Anahí, por su parte, señala que saben que “en todas las unidades penitenciarias no es tan fácil la relación entre el servicio y los internos, pero acá estamos en una universidad y el estudio nos hace bien a todos; todos deberíamos tener la posibilidad de estudiar”. Ambas elogian “las pilas que ponen (los internos), en algunos casos para terminar primero la primaria y la secundaria, para recién poder ingresar a la Universidad”. Una de las observaciones de Anahí apunta a que “el hecho de estar en un ámbito universitario modifica incluso hasta la forma de hablar” de los internos porque “rompen el molde del ámbito carcelario y se meten de lleno en la universidad, con un entusiasmo que se les nota a todos”. Anahí, a los 26 años, está en pareja, por ahora no tiene hijos y está convencida de que “en el Cusam todos nos estamos preocupando por mejorar y para poder aportar lo mejor de nosotros a la sociedad, y en eso coincidimos todos los que estudiamos acá”. La conclusión de ambas es que “somos iguales, aunque nos separe una reja”.
Jessica tiene 26 años viene a estudiar al Cusam desde el “afuera”, no está privada de su libertad ni es personal del SPB. “Es una historia un poco larga –advierte– porque empezó a partir de un compañero de militancia con el que estamos trabajando en el Centro Cultural Los Amigos, del barrio Sarmiento, que es donde yo vivo.” Empezaron a trabajar juntos hace tres años y medio: “El me contó que estuvo en cana, que estudió en el penal 48, en el Cusam; al principio no entendía la cosa, pero como él es un re-ejemplo para todos nosotros, lo empecé a seguir y empecé a comprender la historia”.
Dice que su compañero “forma parte de un grupo de sujetos que vinieron a ayudar a los pibes que están en los barrios para que no estén en la calle, ni drogándose, ni cayendo en ninguna otra cosa, para que no les pase lo mismo que les pasó a ellos”. Desde que se conocen “él siempre me dijo que tenía que estudiar y hace un año y medio me trajo al Cusam para que lo conociera”. Desde el momento en que vino con Mario Cruz, el compañero de militancia, “me cayó la ficha, conocí a todos los que están acá y quieren hacer algo para que los pibes no caigan en lo que cayeron ellos y volví a estudiar, aunque no pensaba en volver”.
Jessica terminó el secundario y había iniciado, hace años, una carrera universitaria que luego dejó “por esas cosas de la vida”. Desde junio Jessica está estudiando Trabajo Social en el Centro Universitario que funciona en la U-48.
Admite que, al principio, le costó un poco la situación de estar sentada al lado de un guardia penitenciario. “A los internos yo los considero mis compañeros, pero era raro lo de los guardias, hasta que empezamos a compartir un mate, a cagarnos de risa juntos, esto se convirtió en una experiencia muy interesante, pero sobre todo por el hecho de venir desde afuera a compartir con compañeros que están en cana y que son iguales a vos.”
Jessica sostiene que “para saber qué es el Cusam, hay que venir a conocerlo, porque no tiene nada que ver con lo que piensa alguna gente que está afuera y que tiene que entender que estudiar es un derecho que una persona no puede perder por el hecho de estar privada de su libertad; no pueden perder el derecho al estudio y a la libertad de expresión”.
Y vuelve a poner el ejemplo de Mario: “Es alguien que estuvo diez años preso y en vez de salir para seguir choreando, siguió estudiando para recibirse (este año obtendrá el título de sociólogo) y para ayudar a los pibes del barrio para que no caigan en la misma que había hecho él antes de caer en cana”.
Ella siempre prioriza “lo colectivo, porque esto es un colectivo de trabajo donde todos ponemos el hombro”. Haber llegado al Cusam es “haber encontrado mi lugar en el mundo”, concluye.
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