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En julio de 1995 corrió a un hombre al que supuso judío. Junto a otros amigos lo insultó, lo golpeó y lo apaleó. En diciembre del año pasado, el que salió corriendo fue él: en lugar de presentarse al juicio por aquella golpiza, se escondió en algún lugar del país. Ahora, el skinhead Andrés Paszkowski decidió abandonar su condición de prófugo de la Justicia y ayer se entregó en los tribunales de Retiro. Quedó preso en la cárcel de Ezeiza a la espera del nuevo juicio oral y público, el tercero que se hará en torno del caso de los “cabeza rapada” que casi matan a Claudio Salgueiro porque lo supusieron judío.
La historia judicial del caso es ilustrativa de las dificultades para perseguir actos discriminatorios en el país. El primer juicio se llevó a cabo en abril de 1999, tres años después de los hechos. Los acusados eran apenas tres de los alrededor de 20 skinheads que golpearon a Salgueiro. El resto nunca pudo ser identificado. Ese juicio terminó con la condena a los tres acusados –Luciano Griguol, Orlando Romero Da Silva y Andrés Paszkowski– a tres años de cumplimiento efectivo. El fallo consideró como agravante el ingrediente racista de los golpes. Aquel día de julio del ‘95, en el barrio de Belgrano, los skinheads apalearon a Salgueiro a los gritos de “judío apestoso”, “judío de mierda”, entre otros similares.
Unos meses después, la Cámara de Casación anuló todo. Para los jueces Liliana Catucci, Juan Carlos Rodríguez Basavilbaso y Alfredo Bisordi, aquellas consignas eran simplemente “un grito de guerra”. No había según los magistrados intenciones discriminatorias en la golpiza. Agregaron que hubo errores técnicos en el juicio y ordenaron hacer uno nuevo. La DAIA promovió contra los magistrados un juicio político que no prosperó. Los condenados en tanto, seguían en libertad.
En diciembre pasado, el tribunal oral Nº 5 inició el segundo juicio. Pero en el banquillo sólo se sentaron Griguol y Romero Da Silva. Paszkowski prefirió eludir el riesgo. Los jueces lo consideraron prófugo y mandaron a la policía a buscarlo. El juicio se hizo, de todos modos, a los dos acusados presentes. Y la condena volvió a ser la misma que en el primer caso: tres años de cumplimiento efectivo. Como hubo apelación de la defensa, ambos permanecen en libertad hasta que haya sentencia firme.
En tanto, Paszkowski nunca fue encontrado. Pero ayer, sin previo aviso, se presentó en la sede judicial de avenida Comodoro Py 2002, acompañado de un abogado, su esposa y una hermana. Una vez más proclamó su inocencia y ayer mismo fue a parar a la cárcel de Ezeiza.
Su abogado defensor, Roberto Pereyra Iturralde, anticipó que solicitará la excarcelación de su asistido. Y develó la estrategia de su jugada: como el tribunal 5 había denegado un pedido de eximición de prisión presentado a favor de Paszkowski en ocasión del segundo juicio, recusará a esos jueces para lograr que sean otros quienes lo juzguen.
Es que ahora deberá hacerse el tercer juicio del caso: el que debata la responsabilidad de Paszkowski en aquella golpiza. José Hercman, titular de la DAIA, se mostró satisfecho por la entrega del skinhead, aunque lamentó el nuevo mal trance por el que deberá pasar la víctima: “Espero que se termine de hacer justicia en este caso. Pero Claudio Salgueiro tendrá que pasar otra vez el mal momento de revivir todo aquello y enfrentar de nuevo la situación”. “Creemos y esperamos que a Paszkowski lo condenarán a la misma pena que a los otros. Y suponemos que en su caso no lo dejarán en libertad, porque ya estuvo prófugo”, aseguró.