SOCIEDAD › LA MUJER QUE VIAJA CON 177 VARONES EN EL “IRIZAR”
Entre el hielo y los hombres
Es glacióloga y viaja en el rompehielos que intenta rescatar al buque varado en la Antártida. Tiene 47 años. Su marido y sus dos hijos, asegura, ya están acostumbrados a sus misiones.
Ahí va ella, rumbo a la Antártida, para rescatar de la noche eterna a los tripulantes del buque alemán “Magdalena Oldendorff”, varado a 300 kilómetros de la base rusa en el continente blanco. Viaja con 177 personas más, todos hombres. Se llama Beatriz Lorenzo, tiene 47 años y es la única mujer que partió el martes a bordo del rompehielos “Almirante Irízar” en busca de la hazaña: vencer en pleno invierno las barreras glaciares y entregar víveres y combustible a los 97 navegantes varados, hasta que el sol veraniego derrita los hielos. Lorenzo es glacióloga, está casada y tiene dos hijos. ¿Su misión? La explica ella misma: “Analizar a través de una señal satelital y vuelos en helicóptero el estado de los hielos para determinar la maniobrabilidad del ‘Irízar’” en la zona de glaciares.
“No vamos a ser exitistas. Es una misión muy complicada. Es la peor época del año para realizarla y todavía no sabemos con qué se van a encontrar cuando lleguen a los hielos”, aseguró ayer a Página/12 Alberto Scotto, capitán de navío de la Armada. Si la campaña no es sencilla vista desde tierra por el capitán, menos lo será entonces para Beatriz Lorenzo. Es que la especialista en glaciares extrañará por un buen tiempo a su familia. Con mucha suerte, estará 40 días en el sur, aunque el “Irízar” puede llegar a pasarse “la invernada” –como denominan al invierno los integrantes de las expediciones– entre los témpanos, con lo que el regreso se programaría recién para dentro de medio año.
“Siempre extraño muchísimo a mi familia y a mis hijos. Tengo uno de veinte y otro de quince años, y ya les dije que podía volver a casa en uno, dos, tres meses o más, todo dependerá de cómo vaya la misión”, confesó Lorenzo, ya a bordo del rompehielos. Para la especialista, sin embargo, no se trata del primer viaje a la Antártida. Con éste, cumplirá su octava campaña al frío polar, aunque la primera en pleno invierno. “Mi esposo y mi familia ya están acostumbrados a mis viajes. En todos nos comunicamos diariamente a través de e-mails o llamadas a través de radio o telefonía satelital”, contó la mujer, que usualmente realiza sus tareas en la base Belgrano, la más austral que tiene la Argentina en la Antártida.
Lorenzo es personal civil de la Armada Argentina y desde 1977 se dedica a las tareas de investigación de los estudios del campo y movimiento de los hielos. Sobre las tareas que desarrollará en esta ocasión, la glacióloga señaló: “A través de imágenes de satélites analizaremos las condiciones de los hielos. Su compactabilidad y antigüedad nos dirán por qué canales puede acercarse el rompehielos al buque atrapado”. En caso de ser necesario, y según calculan los expertos será así, Lorenzo deberá analizar el estado de los hielos desde helicópteros, aprovechando la única hora de luz y las tres de crepúsculo que habrá en la zona a partir del próximo 20 de julio. Es que, como señaló la propia glacióloga, “la dificultad que presentan las imágenes satelitales es que la nieve es blanca, el hielo es blanco, las nubes son blancas y todo se confunde”.
Además, es muy probable que el “Irízar” logre acercarse no más de 80 millas del buque alemán alquilado por un instituto de investigación ruso. Debido a ello, los helicópteros sobrevolarán la zona soportando vientos de hasta 160 kilómetros por hora y temperaturas de 40 grados bajo cero en los peores días. La intención de los misioneros es utilizar los helicópteros también para proveer de alimentos a las personas que están a bordo del barco varado, que sólo cuentan con víveres hasta fines de julio.
Más allá de lo crudo del clima y la oscuridad reinante, tanto Lorenzo como sus compañeros varones contarán en el barco con todas las comodidades que podría ofrecerles una pequeña ciudad: un gimnasio, una capilla, salas de lectura y hasta una cantina forman parte de los servicios dispuestos para la tripulación. Además, los marinos podrán utilizar al regreso de su viaje una parte de la bodega –actualmente completa con víveres– para entretenerse jugando al fútbol o al rugby, según prefieran. Con todo esto, la especialista confía en que, como en sus expediciones anteriores, no va a tener problemas en la relación con sus compañeros a bordo del “Irízar”:”Nunca me acosaron. Me llevo muy bien con todos y siempre me respetaron”, aseguró.