Martes, 4 de julio de 2006 | Hoy
Un coche con 150 pasajeros descarriló cerca de la estación Jesús, en Valencia, y dejó un saldo provisorio de 41 muertos y 49 heridos. Las hipótesis apuntan a un exceso de velocidad.
Por Oscar Guisoni
Desde Valencia
Cuando faltan apenas cinco días para que llegue a Valencia el papa Benedicto XVI, la ciudad se vio enlutada durante el mediodía de ayer por la mayor tragedia ocurrida en un subterráneo en la historia del país. Un coche con 150 pasajeros que se aproximaba a la céntrica estación de Jesús descarriló pocos minutos después de las 13 hora local y dejó un saldo provisorio de 41 muertos y 49 heridos, alguno de ellos de extrema gravedad.
El Centro de Coordinación de Emergencias de la ciudad fue el primero en ser alertado de lo ocurrido por una llamada realizada desde un celular por uno de los pasajeros que se encontraba atrapado en el último de los cuatro vagones del convoy siniestrado. A partir de ese momento se desató el caos, dando pie a la suposición de que se había tratado de un atentado terrorista; hipótesis que fue descartada por el gobierno local durante las últimas horas de la tarde.
Media hora más tarde, la estación de Jesús se había transformado en una sucursal del infierno. Los empleados del metro tuvieron los reflejos suficientes para liberar los molinetes que controlan el acceso y la salida de los pasajeros de forma inmediata, permitiendo de ese modo que el centenar y medio de personas que aguardaban la llegada del tren accidentado abandonaran el lugar en pocos minutos. Esto permitió a las primeras unidades de rescate introducirse en el túnel donde se había producido el desastre sin mayores inconvenientes.
Los testimonios de los bomberos y policías que llegaron en esos momentos al sitio son estremecedores. El primer vagón del convoy descarriló y volcó, provocando la ruptura de las ruedas del segundo vagón, que terminó corriendo la misma suerte. Al parecer, la excesiva velocidad a la que se desplazaba el vehículo hizo que el subte se saliera en la curva que se encuentra a escasos metros de la estación de Jesús. Los dos primeros vagones eran un amasijo de hierro y despedían una espesa nube de humo negro.
Mientras afuera de la estación comenzaban a acumularse ambulancias, equipos de rescate, bomberos, personal de protección civil, vecinos y curiosos, adentro la situación se complicaba con el paso de los minutos. “Tuvimos muchas dificultades para entrar al tren y luego nos costó muchas horas sacar a muertos y heridos”, contó a Página/12 José, uno de los bomberos que participó del rescate. Los pasajeros que lograron salir ilesos del accidente sólo recordaban haber oído “una enorme explosión a la que siguieron sonidos muy fuertes y extraños”. Segundos después, el tren se hallaba volcado e incrustado en las paredes laterales del túnel y sólo se podía escapar de él por las ventanillas de emergencia.
La información que brindaron las autoridades durante las primeras horas no se caracterizó por ser demasiado clara. A las tres de la tarde se afirmaba que los muertos eran una treintena y que los heridos no superaban los cuarenta. Las cifras se fueron acrecentando con el correr del día y al cierre de esta edición los cuerpos de rescate habían encontrado 41 cadáveres y los hospitales de la ciudad habían recibido 49 heridos, una docena de ellos de extrema gravedad.
El gobierno comunal y la Generalitat Valenciana (gobierno regional), gobernados por la derecha y responsables de la gestión del subte, se apresuraron a afirmar que se trataba de un hecho “fortuito”. Las autoridades descartaron con rapidez no sólo la hipótesis del atentado sino también la de un posible desprendimiento de la pared del túnel. Tanta prisa por explicar los motivos del siniestro despertó suspicacias. El sindicato UGT fue el primero en dar la voz de alarma al afirmar que era imposible conocer las causas del accidente cuando todavía no se había hablado con el personal técnico de la empresa gestora de la línea. Horas después, algunos usuarios contaron que ya se había producido un incidente en la misma línea de subte el 9 de septiembre del año pasado, cuando chocaron tres coches en una estación situada en la periferia de la ciudad, al fallar los semáforos. En el accidente se saldó con 39 heridos.
El accidente empaña la llegada del papa Benedicto XVI el próximo sábado, con motivo del Encuentro Mundial de la Familia, un evento que congregará al menos un millón y medio de personas. Y amenaza con convertirse en un escándalo político cuando faltan pocos meses para las elecciones municipales y regionales. El Partido Popular (centroderecha) mantiene el gobierno de la ciudad y la región desde hace 15 años y se halla envuelto en una serie de escándalos de corrupción con operaciones inmobiliarias. El líder nacional del PP, Mariano Rajoy, llegó a Valencia durante las primeras horas de la tarde en socorro de sus correligionarios en peligro, mientras el resto de las fuerzas políticas españolas y el conjunto de la sociedad civil se pusieron a disposición de las fuerzas de rescate, que al cierre de esta edición continuaban luchando por rescatar a muertos y heridos del lugar de la tragedia.
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