Miércoles, 4 de octubre de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › LA HISTORIA DEL HOMBRE QUE MATO A CINCO NIÑAS EN EE.UU.
Antes de suicidarse, el repartidor le confesó a su mujer que hace 20 años abusó de dos niñas. Los investigadores creen que pensaba hacer lo mismo con sus víctimas, aunque no lo concretó.
Charles Roberts entró con tres armas de fuego, 600 balas, una picana eléctrica y cuchillos. El repartidor de leche que asesinó a cinco niñas en una escuela de la comunidad amish, en el estado de Pensilvania, habló por teléfono con su mujer, antes de suicidarse, y le confesó que hace 20 años había abusado sexualmente de dos niñas de tres y cuatro años y que sentía deseos de hacerlo nuevamente. Los investigadores señalaron que su ataque había sido meticulosamente planeado. Además, “por el tipo de maderas, esposas, lubricante y otras cosas que llevó a la escuela, es muy posible que planeara abusar de las niñas de muchas maneras antes de ejecutarlas y matarse”, añadieron los investigadores. Pese a eso, no se encontraron evidencias de abuso en las víctimas de la masacre.
La policía indicó que no podían precisar el tipo de agresiones sexuales que habría cometido el asesino hace 20 años, cuando tenía 12. Este hecho no ha podido ser confirmado por la familia de Roberts, que alega desconocer de qué niñas se trata.
Sí se sabe que durante el secuestro, Roberts llamó por teléfono a su esposa y le aseguró que soñaba con recomenzar las agresiones, según relató Jeffrey Miller, vocero de la policía. “Le dijo: ‘No regreso a casa’ y agregó que había agredido sexualmente a niños de la familia, que tenían 3 y 4 años, hace 20 años.” En una de sus cartas, Roberts también habla de la pérdida de una hija hace nueve años, Elise, algo que lo marcó profundamente. El bebé, nacido prematuramente en 1997, murió tras 20 minutos de vida. Roberts, de 32 años, tiene otros tres hijos.
En las cartas que dejó, el asesinó escribió: “Estoy lleno de odio, hacia mí y hacia Dios, y de un vacío inimaginable que parece que cada vez que hago algo divertido pienso en que Elise no está aquí para compartirlo con nosotros y vuelvo a la ira”.
“No sé cómo hacer frente a todos estos años. No te merezco, eres la mujer perfecta y mereces algo mucho mejor. Tenemos muchos recuerdos bonitos además de la tragedia de Elise. Esto cambió mi vida para siempre y no he vuelto a ser el mismo desde entonces, ya que me afectó de una manera que nunca pensé que fuera posible”, escribió Roberts en una de las cartas dirigidas a su mujer.
Miller relató que los amigos y familiares de Roberts testificaron que éste había estado deprimido en las semanas previas a la masacre. “Parecía estar bajo presión o estrés desde hacía un tiempo. Después, a medida que se acercaba el día de ayer (lunes), comenzó a relajarse de nuevo, como si estuviera aliviado. Creemos que eso se relaciona con tomar la decisión de hacer esto y planearlo, y eso le dio algo de alivio”, añadió.
El policía indicó que la matanza no parecía estar motivada por odio hacia la secta pacifista amish, que se caracteriza por restringir el uso de tecnología moderna como los automóviles o la electricidad.
Roberts había trabajado normalmente la noche previa al crimen y en la mañana del lunes acompañó a sus hijos hasta la parada del autobús escolar, antes de dirigirse hacia la escuela Nickel Mines, 55 kilómetros al oeste de la ciudad de Filadelfia. Tomó la escuela, dejó ir a los adultos y a los alumnos varones para luego parar a 11 niñas contra el pizarrón, atarlas y dispararles con una pistola automática en la cabeza. La policía rodeó la escuela e intentó hablar con Roberts, pero ingresó al edificio tras escuchar varios disparos. Allí, se encontró con un baño de sangre.
Cinco niñas fallecieron: dos de siete años, una de ocho, una de 12 y una de 13. Otras seis se encuentran en estado grave en terapia intensiva. El asesino también se disparó.
Luego del tercer caso de asesinatos en centros de estudio estadounidenses en una semana, las autoridades emitieron nuevas recomendaciones de seguridad en las instituciones, pero insisten en que no pueden hacer mucho más sin que las aulas se transformen en fortalezas inhóspitas. Además estos hechos relanzaron el debate sobre la posesión de armas de fuego.
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