Angel no tenía cara de sorpresa. Su cuerpo quedó tirado, doblado sobre sí mismo en la vereda. La muleta que usaba para reemplazar la pierna que le faltaba quedó suelta. No fueron disparos al azar. Los dos hombres que lo atacaron sabían dónde golpear. Una bala, la primera, en la cabeza; otra, en el cuello; después, casi de regodeo, en la cintura. Pero no tenía cara de sorpresa. “Un ajuste de cuentas –confió el investigador, casi con la misma certeza que tenía para masticar el chicle–. Esto fue un ajuste de cuentas.” Angel tenía tres balas en su cuerpo exánime, pero nada de sorpresa. La sorpresa se la habían tomado los vecinos de Cabrera y Salguero, que a las 10 de la mañana de ayer no podían creer la escena de padrinos y violencia. Un objeto por ahora fantasma completa la escena: algunos testigos aseguran haber visto cómo los atacantes le arrancaban un maletín a Angel. La policía niega su existencia.

Andrea, una amiga de la víctima, aseguró que Angel le había dicho un par de horas antes que tenía un encuentro en la esquina de Salguero y Cabrera con dos connacionales (Angel era peruano y tenía 45 años). Al lado de Andrea, una empleada de una ferretería le decía a la policía que había visto todo, que “el hombre que llevaba una muleta caminaba por Cabrera con un maletín”. Después agregó que se le acercaron dos personas que venían en una moto, le arrancaron la valija y lo mataron a quemarropa.

Según la testigo, uno de los hombres que llegó en la moto fue el que disparó a la cabeza y después remató a Angel. La versión de la empleada, que también fue comentada por otros vecinos, en cambio fue desmentida por la policía. “Hubo muchos testigos que vieron algo luego de que se escucharon los disparos y sólo vieron la fuga de los delincuentes, pero fueron pocos los que presenciaron la secuencia completa del ataque. Nadie nos dijo que la víctima llevaba un maletín”, explicó un jefe policial.

“Fueron a matarlo directamente –murmuró el investigador–. No fue un robo ni un ataque al voleo”, agregó. Los testigos dijeron que luego de los disparos vieron a un hombre guardar entre sus ropas un arma de grueso calibre y subirse a una moto que conducía otra persona. Hasta el momento, lo único que tienen acreditado los investigadores es que al peruano lo mataron de tres balazos: uno en la cabeza, otro en el cuello y el tercero en la cintura.

Si bien aún se espera que los peritos dactiloscópicos de la Federal lo confirmen por sus huellas, la policía ya tiene a la víctima identificada como Angel y, aseguró, “tiene antecedentes por narcotráfico”. Entre las ropas de la víctima no había documentos ni dato personal alguno. Sólo encontraron la muleta con la que caminaba y un teléfono celular que será clave para la investigación. Policías de la seccional 21 y del área Científica de la fuerza trabajaron en el lugar donde fue asesinado el hombre de 45 años y secuestraron tres vainas servidas, presuntamente de calibre 9 milímetros.

Sin embargo, de acuerdo con lo que la policía pudo dialogar con Andrea, la amiga del fallecido, y con otros miembros de la comunidad peruana que lo conocían, Angel frecuentaba –pero no vivía– una casa tomada, ubicada en Córdoba al 3600 de Capital Federal, donde funcionaba el quebrado sanatorio Del Valle, justo donde la avenida da un giro hacia la izquierda después de atravesar Pueyrredón. El caso fue calificado de homicidio y la investigación está a cargo de la Fiscalía 2, subrogada por el fiscal Eduardo Cubría. Más allá de fiscalías y muletas, el investigador continuaba con sus murmuraciones: “Fue un ajuste de cuentas.”