Martes, 20 de marzo de 2007 | Hoy
La inauguración del primer centro para la atención de chicos adictos al paco generó una insólita reacción: un grupo de vecinos de Flores asocia el lugar con posibles episodios de inseguridad.
La crisis como causa de las adicciones, el papel del Estado en la prevención o las terapias a aplicar son temas que podrían debatirse a partir de la instalación de la primera clínica de recuperación para adictos a la pasta base de cocaína en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, se dio la polémica menos deseada: un grupo de vecinos de Flores, que viven en los alrededores del flamante centro, reclaman que se traslade a otro lugar. Imaginan que su sola presencia –y la de los pacientes– acrecentará la inseguridad en el barrio y “desvalorizará las propiedades”. Ayer, representantes de los vecinos se reunió con funcionarios del gobierno de la ciudad para llevar la queja. Desde el Ejecutivo les explicaron que esta institución es la primera de una red que se extenderá a varias zonas de la ciudad y ofreció una reunión con los descontentos para precisar las características del programa en cuestión.
Olga Veñalbo representó a los vecinos en el encuentro con la ministra de Derechos Humanos y Sociales, Gabriela Cerruti, y otros integrantes de esa cartera, que junto con Salud y Educación están a cargo de la gestión del centro asistencial. En diálogo con este diario, Veñalbo sostuvo que la queja tiene que ver con que “vamos a estar rodeados de adictos. El paco es una de las drogas más peligrosas y la más relacionada a la delincuencia. Vamos a tener cien personas intoxicadas merodeando por el barrio”.
La clínica es la primera en el país dedicada exclusivamente a la recuperación de adictos a la pasta base de cocaína. Está emplazada en Curapaligüe y Francisco Bilbao y fue inaugurada el miércoles pasado. Apenas se supo la ubicación, el grupo de vecinos enarboló su protesta. En ella, además del argumento principal, también remarcan que la instalación de la institución “desvaloriza las propiedades del barrio”. “Yo no compraría una casa en una zona donde sé que hay una clínica para chicos con esta enfermedad”, sintetizó Veñalbo.
Tras la reunión, Cerruti contó que “ellos plantean que está muy bien el proyecto, pero que quieren a los adictos lejos, tienen miedo a posibles efectos de contagio en los chicos del barrio”. No obstante, descartó un cambio de postura oficial. “Vamos a atender todo lo que tiene que ver con incomodidades para el barrio, pero nos parece que tienen que entender la necesidad de este tipo de centros de tratamiento”, expresó.
En el mismo sentido, la ministra trató de desarticular el rechazo de los vecinos a la instalación del centro en su barrio, por ser de casas bajas, según ellos más sensibles a posibles hechos de delincuencia que –aseguran– se generarían por la presencia del instituto. “Es un poquito paranoico (lo que plantean). Les respondimos y refutamos todos los cuestionamientos sobre la ubicación elegida, que sostenían que infringía el Código Urbano. Además, éste es sólo el primero de los centros de este tipo que habrá en la ciudad. Luego se instalarán otros, en San Telmo y Palermo. Imaginan a los pacientes drogándose en la calle, pero el sistema prevé admisión y egreso de los chicos con acompañante”, afirmó.
No todos los vecinos piensan igual. Margarita Anadón relató a este diario que fue agredida por los que protestaban cuando manifestó su acuerdo con el funcionamiento del centro, ante una cámara de TV.
En tanto, las organizaciones Movimiento Madres en Lucha (MML) –integrado por familiares de adictos al paco y otras drogas ilegales– y Juventud Presente salieron a defender el proyecto, que tiene como una de sus bases una serie de técnicas nuevas de tratamiento, basadas en talleres y actividades educativas para los adictos en recuperación.
“El consumo de paco no es sólo un problema de salud, sino que también es social. Si no fuera así, no habría tanto índice de reincidencia. Eso pasa porque el pibe vuelve a su barrio y se encuentra otra vez sin posibilidad de conseguir trabajo, con grandes carencias y con el traficante en la esquina”, explicó Tamara, de MML. “Por eso es tan importante este plan, que tiene como objetivo ocupar el tiempo y la mente de los ex consumidores, darles incentivos para que no se acerquen de nuevo a la droga”, concluyó Juan, un ex adicto y ahora militante de Juventud Presente.
Informe: Eugenio Martínez Ruhl.
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