SOCIEDAD › DOS TESTIGOS CONTRADIJERON A CARRASCOSA Y A SU CUÑADO

El primer jaque para una coartada

Ayer comenzaron a declarar los testigos. Dos empleados del matrimonio Binello negaron que Guillermo Bártoli hubiera almorzado con Carrascosa y María Marta horas antes del crimen.

 Por Horacio Cecchi

Guillermo Bártoli, cuñado de María Marta, marido de Irene Hurtig y coacusado de encubrimiento en el mismo caso que Carlos Carrascosa pero en otro juicio por venir, logró ayer estar en dos lugares diferentes en simultáneo y a 80 kilómetros de distancia uno de otro. Estuvo en La Plata, abriendo sus venas para la demorada prueba de ADN junto a Irene, Horacio García Belsunce (h.) y John Hurtig (ver aparte). Y estuvo en el juicio al viudo célebre Carrascosa, en San Isidro, no ya en carne y hueso, sino mencionado por dos testigos, empleados del matrimonio Binello –vecinos del country El Carmel–, que dijeron no haberlo visto allí donde el propio Bártoli y Carrascosa habían asegurado que había estado: en el almuerzo en casa de los Binello, el día del crimen, puntapié inicial de la coartada de la familia, según el fiscal Diego Molina Pico. Los dos empleados, el casero y la cocinera, abrieron la primera jornada de testimonios del juicio, que ya llevaba un mes de monótonas lecturas de prueba, sólo interrumpidas por la declaración de Carrascosa. Siguió una pareja que había jugado al tenis simultáneamente con MM y Viviana Binello, y tres chicos que vieron a Pachelo trotando y unos metros más atrás a MM en dirección a su casa en bicicleta. Hasta la fecha, dos de esos tres chicos fueron los últimos en ver con vida a MM.

Arturo Campos, de 57 años, fue el primero de los testigos citado a declarar por el fiscal Molina Pico. Hace 24 años que Campos trabaja en la casa del matrimonio Binello, junto a su mujer. El domingo 27 de octubre de 2002 –el día en que asesinaron a María Marta– se encontraba en la cocina del quincho de los Binello reparando la bomba de agua. La cocina se encuentra junto al comedor del quincho, donde ese domingo, como todos los domingos (según declaró Campos), el matrimonio Carrascosa estuvo invitado a almorzar. Campos dijo que entró varias veces a la cocina y pudo ver almorzando a Viviana y Sergio Binello, Carrascosa y María Marta.

El fiscal le preguntó si había visto a Guillermo Bártoli. “No lo vi”, respondió Campos. Alberto Cafetzoglus, abogado de Carrascosa, le preguntó al testigo de qué carácter es su jefe, o sea, Sergio Binello, si “autoritario o dócil”. “Para nada autoritario”, dijo Campos que, después de 24 años con el mismo patrón , lo que menos quiere es quedarse sin trabajo. Cafetzoglus tomó nota. Todo indica que para futuros debates alrededor del carácter de Binello al comunicarse con sus vecinos (está procesado por pedirle a Alberto White, presidente de El Carmel, que coimeen a la policía).

Pero Campos tenía una visión muy restringida de la concurrencia. Más detalle tenía, en cambio, Teresa Castagna, de 56 años, cocinera de los Binello y siguiente testigo. Más detalle porque ella entraba y salía desde la cocina hacia el comedor, preparó la mesa ese domingo y sabía quiénes participaron y quiénes no. En la mesa del comedor, la mujer recordó que ubicó a Sergio y Viviana Binello, a MM junto a Viviana, del otro lado, junto a Sergio, a Santiago, uno de los hijos de los dueños de casa, y su novia Delfina y, curiosamente, en la cabecera “donde solía sentarse cada domingo”, Carrascosa. “¿Bártoli estuvo en el almuerzo?”, preguntó Molina Pico. “No lo vi”, respondió Castagna. Quedó claro que si no lo vio no estuvo, porque no había forma de que se escapara de la cuenta de quien organizaba platos, comidas, vasos, bebidas, postres y café. Si Castagna hasta se acordaba de que había preparado milanesas y tarta de hongos secos, difícilmente se olvide si se le había escapado Bártoli del conteo.

De todos modos, el fiscal John Broyad, más cercano a la querella que a Molina Pico (en referencia a los asientos, se entiende), insistió con la pregunta: “¿Usted dice que no lo vio o que no se acuerda?”, preguntó dos veces mientras la mujer insistía en que no lo había visto, hasta que intervino la jueza María Etcheverry para interrumpir el interrogatorio.

Pasado el mal trance, declararon Jorge Francisco García Zavaleta seguido de Mariana Ayerza Pereyra Iraola, quienes, como se indica, no eran empleados sino socios del club que ese domingo a las 16 jugaban al tenis en las canchas de piso de cemento con otra pareja de testigos, Augusto Javier Lépori y Sofi Miguens, ayer ausentes (están de viaje por Australia). De la pareja García Zavaleta-Ayerza Pereyra Iraola, además de conocerse que en octubre de 2002 estaban de novios y ahora están casados, poco más pudo saberse. Sólo que él reconoció a MM jugando con Viviana Binello, en canchas de ladrillo, que dejaron de jugar porque empezó la lluvia y que después (ellos) fueron a misa de domingo, Jorge Francisco no recordaba con precisión si de las 19, 20 o 21 (Mariana fue más precisa en ese aspecto).

Por último pasaron los tres amigos Santiago Asorey, de 19 años, Pedro Miguel Azpiroz Achával, de 18, y Marco Cristiani, de 19. Los tres chicos vieron el partido de River-Boca en el Club House de Menores, hasta las 18. De allí salieron caminando unas cuadras hasta la casa de los Peralta Ramos, desde donde Cristiani y Asorey regresarían a la Capital. Antes de entrar en lo de los Peralta, Asorey alcanzó a ver pasar primero a Pachelo y después, en bicicleta, a MM. Cristiani sólo vio a Pachelo. Azpiroz, que siguió caminando por la misma calle hacia su casa, a unas cuadras, vio cómo primero Pachelo y unos segundos después MM, doblaban en la misma dirección. El crimen se produjo entre las 18.20 y las 18.50.

A Pachelo lo vieron cubierto con una capucha del buzo y los pantalones embarrados. La defensa y la querella quisieron saber si trotaba en una actitud misteriosa y el motivo de la capucha. Quizá fue porque llovía.

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Guillermo Bártoli fue a La Plata a dar su sangre para el ADN.
 
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