Martes, 10 de abril de 2007 | Hoy
El “boom” de los mamíferos no se produjo, como se creía, con la extinción de los dinosaurios por un meteorito. Ya 30 millones de años antes surgieron 40 especies que siguieron evolucionando.
Por Javier Sampedro *
Hasta ayer debíamos al cielo nuestra existencia: los escasos y primitivos mamíferos del Cretácico sólo pudieron florecer en sus 40 órdenes actuales (como los roedores, los carnívoros y los primates) gracias al meteorito que extinguió a los dinosaurios hace 65 millones de años. El primer superárbol evolutivo de los mamíferos refuta hoy esa idea. Los 40 órdenes ya existían 30 millones de años antes de aquella catástrofe, y su big-bang en 4000 especies sólo empezó 15 de millones de años después. Nada debemos al cielo después de todo.
“Este descubrimiento reescribe nuestra comprensión de cómo llegamos a evolucionar en este planeta”, afirma Andy Purvis, del Imperial College de Londres, uno de los directores del superárbol evolutivo que se presenta en la revista científica Nature. Y aun así “es sólo la primera de las muchas percepciones nuevas, si no sorpresas, que se derivarán del superárbol”, según el otro codirector, Olaf BinindaEmons, de la Universidad Técnica de Munich.
La reconstrucción de la evolución de los mamíferos era hasta ahora una colección de fragmentos que no encajaban: decenas de árboles genealógicos parciales de uno u otro grupo, deducidos de las comparaciones de ADN entre las especies actuales, y un registro fósil discontinuo y aparentemente incompatible con ellas.
El superárbol es el producto de un esfuerzo sistemático de genetistas, bioinformáticos y paleontólogos para recabar los datos genéticos de 4510 especies de mamíferos (de las 4554 existentes en la actualidad), reconstruir sus relaciones genealógicas con la ventaja de un prisma analítico común y reinterpretar con su ayuda el fragmentario registro fósil.
“El resultado final –dice BinindaEmons– es que los mamíferos que conocemos hoy son en realidad muy antiguos y simplemente se escaparon volando bajo del radar de los dinosaurios y demás predadores que había por allí.”
Tal vez hicieron algo más que escapar. La idea de que los primitivos mamíferos del Cretácico, parecidos a ratas diminutas, pudieran suponer algún tipo de amenaza para el giganotosaurio, el velocirraptor, el Tyrannosaurus rex y las demás bestias carniceras de la época parece ridícula en grado sumo. Sin embargo, como recuerdan David Penny y Matthew Phillips en un comentario que recoge también Nature, basta examinar un caso actual para ver que no es así: el de la rata del Pacífico (Rattus exulans), que es el azote de un reptil (Sphenodon) 20 veces mayor que ella: su truco es no enfrentarse al reptil adulto, sino a sus formas juveniles, y no en una brutal pelea, sino en una astuta competencia por los mismos recursos. Lo mismo pudieron hacer, según estos científicos, los ridículos mamíferos de hace 90 millones de años con sus imponentes devoradores. Sea como fuere, lo que está claro ahora es que los mamíferos experimentaron su primera gran diversificación (la radiación de sus 40 órdenes o grandes grupos actuales) delante de las narices de los grandes reptiles. Y que esos 40 linajes traspasaron la frontera que separa el Cretácico del Terciario, la transición K/T que marca el impacto del meteorito y una de las mayores extinciones en masa de la historia del planeta: un evento que para los mamíferos consistió más bien en una “supervivencia en masa”, como dicen Penny y Phillips.
Y los mamíferos no atravesaron en solitario aquella frontera. Según datos muy recientes, los pájaros también se diversificaron en pleno Cretácico en sus más de 40 órdenes actuales, y también experimentaron su propio evento de “supervivencia en masa” al cruzar la transición K/T. Los pájaros habían evolucionado a partir de un grupo de dinosaurios, de modo que las aves actuales pueden considerarse las únicas herederas de aquellos grandes reptiles que se quedaron al otro lado de la frontera.
La segunda radiación o diversificación explosiva de los mamíferos, la que dividió los 40 órdenes ancestrales en los centenares de familias que agrupan a las 4500 especies actuales, sólo empezó 15 millones de años después de que los dinosaurios hubieran desaparecido de la faz de la Tierra: tampoco este señalado acontecimiento en la evolución de nuestros ancestros tuvo la menor relación con la extinción de los tiranos cretácicos.
“La gran pregunta ahora –dice Ross MacPhee, del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York– es qué hizo que aquellos ancestros de los mamíferos modernos tardaran tanto en empezar a florecer. Es como si hubieran llegado a la fiesta en cuanto los dinosaurios la abandonaron, pero sólo para quedarse parados en mitad de la pista de baile.”
La fecha en que comenzó esa radiación –hace 50 millones de años– puede ser una pista. “La tasa de diversificación empieza a aumentar en la época del máximo térmico del Cenozoico, que ocurrió hace 50 o 55 millones de años”, escriben los científicos en Nature. Purvis añade: “Da la impresión de que fue un episodio de calentamiento global, y no la muerte de los reptiles, lo que encendió el starter de la diversidad que vemos hoy”.
Con todo, la teoría antigua subsiste, aunque de una manera inesperada. La catástrofe cósmica de la frontera K/T sí fue aprovechada por algunos grupos de mamíferos, que experimentaron una radiación y ocuparon algunos de los nichos ecológicos que habían dejado libres los dinosaurios. Pero ésos no somos nosotros: son extrañas fieras como el Andrewsarchus, una agresiva vacalobo, que se extinguieron poco después sin dejar rastro.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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