Martes, 10 de abril de 2007 | Hoy
EL PAíS › REPUDIARON EN TODO EL PAIS EL ASESINATO DE FUENTEALBA. SOBISCH EN LA PICOTA
Miles de personas repudiaron frente a la Casa de Neuquén en Buenos Aires el asesinato del maestro Carlos Fuentealba y responsabilizaron al gobernador Jorge Sobisch. En Neuquén marcharon 30 mil personas. Hubo actos en todo el país, al tiempo que se cumplían los paros de la CTA y la CGT. El transporte paró dos horas.
Por Luis Bruschtein
Al finalizar el acto, después del Himno, el aplauso de los maestros y de miles de personas --50 mil,según los organizadores-- retumbó contra los edificios de Diagonal Norte. El nombre de Carlos Fuentealba era gritado desde el palco y ellos respondieron ¡Presente! varias veces, con alma en la boca, liberando la emoción contenida durante el acto. Muchos de ellos con guardapolvos y cintas negras, de luto por el compañero asesinado en Neuquén, tenían lágrimas en los ojos, conmovidos, entre el desconcierto y la bronca por una tragedia que creían que nunca más sucedería en Argentina. Así lo decían los guardapolvos que abrieron la marcha en el Obelisco. Eran guardapolvos blancos, pequeños, de chicos, que llevaban escrita una consigna para el futuro: “Nunca Más”. Al mismo tiempo, cerca de 30 mil personas marcharon en Neuquén y se realizaron actos en todo el país, en tanto los trabajadores de la CTA cumplían un paro de 24 horas, los de la CGT paraban por una hora y los transportes se paralizaban entre las 12 y 14. El repudio por el asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba y el reclamo de juicio y castigo para los culpables de su muerte se extendió por todo el país. Todos los discursos, tanto en Neuquén como en la Capital Federal, centraron la responsabilidad por la muerte del docente en el gobernador Jorge Sobisch, para exigir su renuncia o la realización de un juicio político.
“No queremos la fotografía del chivo expiatorio –dijo Hugo Yasky, secretario general de Ctera y de la CTA, único orador del acto porteño–, aquí hay responsables políticos, hay ideólogos, los que levantan la mano dura como bandera para reventar a un país a palazos, el autoritarismo de Sobisch lo convierte en el responsable intelectual del asesinato del compañero Fuentealba, tiene que irse y pagar con la cárcel el crimen cometido.”
El acoplado de un camión atravesado en Diagonal Norte y Maipú, a metros de la Casa de Neuquén en Buenos Aires, sobre Perón al 600, funcionó como el palco desde el que habló Yasky, acompañado por Víctor De Gennaro, el diputado Claudio Lozano, el dirigente de Suteba Roberto Baradel, de UTE Tito Nenna, la Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora Nora Cortiñas y otros dirigentes de organizaciones sociales y de derechos humanos. Bajo el palco, en la primera línea, se encontraban el ex jefe de Gobierno de la Ciudad Aníbal Ibarra; el titular del Credicoop, Carlos Heller; el diputado Miguel Bonasso; el intendente de Morón, Martín Sabatella; el secretario general del Partido Comunista, Patricio Echegaray; la diputada radical Margarita Stolbizer y dirigentes de movimientos sociales como Luis D’Elía, de la FTV, y Jorge Ceballos, de Barrios de Pie y Libres del Sur. En un momento, todos ellos iban a subir al escenario, pero los organizadores decidieron no partidizar el palco en el marco de la campaña electoral.
Yasky se refirió en su discurso al conflicto de los maestros en todo el país. Llamó por un lado a defender la Ley de Financiamiento Educativo no como “una dádiva del Presidente”, sino como “un logro de la lucha de los docentes”. Y agregó: “No queremos ningún autoritarismo, no se trata sólo del autoritarismo en Neuquén, también lo es la Gendarmería en las escuelas de Santa Cruz, también es autoritario el gobernador Juan Carlos Romero, quien les pega a los docentes de Salta, hay que terminar con los autoritarios porque está en juego la democracia”.
A su vez, Nora Cortiñas leyó un documento consensuado entre las organizaciones gremiales, piqueteras, políticas y de derechos humanos que convocaron al acto. “El gobernador de Neuquén –leyó– admite que ordenó a su policía reprimir la movilización docente, pero no asume la responsabilidad por las consecuencias. Como los ex comandantes de la dictadura, intenta hacer pasar decisiones políticas como errores o excesos de subordinados fuera de control.” Agregó en otro párrafo que “la granada de gas no buscaba sólo la cabeza del compañero. Debía estallar también en las de quienes se organizan con el propósito de recuperar parte de lo que el pueblo argentino perdió en tres décadas de constante retroceso de sus condiciones de vida”.
El corte de las calles alrededor del Obelisco, así como en la periferia de la Casa de Neuquén, se sintió en el tránsito de la ciudad, aunque el dispositivo de seguridad fue reducido y se centró alrededor de la Casa de Neuquén, donde fueron vallados todos los accesos, así como en la Plaza de Mayo, sin que hubiera efectivos en la zona de Diagonal, por donde se realizaría la marcha. La columna más importante fue la de los docentes, que también fue engrosada por gran cantidad de público espontáneo. Muchos llevaban guardapolvos y cintas de luto o carteles improvisados que decían “Policía= Muerte”, o “¿+ policía o +educación?” y había muchos con fotografías de Fuentealba y el “Nunca Más” o el “Juicio y Castigo”.
“Golpearon en uno de esos tipos que son lo mejor que tenemos los argentinos”, afirmaba uno de los maestros, tratando de explicar el sentimiento que había despertado el crimen de Fuentealba. “Era un tipo como quisiéramos ser todos, un maestro sencillo, que se preocupaba por sus alumnos, a todos nos duele como si lo hubiéramos conocido, como si hubiera sido amigo nuestro.” Esa columna, que encabezó la marcha, transmitía el dolor, más allá de lo político o lo gremial, que movilizó la protesta y que llevó a una gran cantidad de docentes al acto. Pero también había puteadas contra Sobisch y ansiedad por saber lo que estaba ocurriendo en Neuquén y en el resto del país. Incluso en un momento circularon versiones de que Sobisch había renunciado o se comentaba con ironía que la marcha de Salta había sido reprimida, paradójicamente, con gases.
Junto a los maestros marcharon los trabajadores de ATE y de otros gremios de la CTA. Detrás había grandes columnas de movimientos sociales, la FTV, Barrios de Pie, Libres del Sur, MTL, MTD Evita y agrupaciones políticas cercanas al kirchnerismo.
En el Obelisco también comenzaron a concentrarse los partidos trotskistas, MAS, MST, PO y PTS, y otros agrupamientos opositores, como Quebracho y el MTD Teresa Rodríguez. La mayoría de estos agrupamientos, que tienen listas opositoras en el gremio docente, no coincidieron con el documento consensuado, cuestionaron que el único orador fuera Yasky y extendían al presidente Néstor Kirchner la responsabilidad por el asesinato de Fuentealba, por lo que habían decidido marchar hasta Plaza de Mayo. Estas columnas estaban encabezadas por sus dirigentes, entre ellos la candidata a presidenta por el MST, Patricia Walsh. Pese a las diferencias entre las dos convocatorias, la coexistencia de manifestantes de ambas líneas fue pacífica, sin que se produjeran incidentes.
Este sector de la izquierda se mantuvo en la Plaza de la República mientras se desarrollaba el acto central. De todas maneras, hubiera sido difícil su ingreso, porque el público cubría en forma apretada toda la diagonal hasta el Obelisco y algunas de las calles adyacentes. Pasadas las 13, cuando el acto central había finalizado, estas columnas, también nutridas, se desplazaron, cada una con sus altavoces, hasta Plaza de Mayo. Otro agrupación de la izquierda, los maoístas del PCR y la CCC, que también son críticos de la conducción de Ctera y la CTA, llevaron sus propias columnas y participaron del acto central.
El acto había comenzado a las 11.30 y tras la marcha, el discurso de Yasky y la lectura del documento, finalizaba poco más de una hora después con el Himno Nacional. En un acto de maestros el Himno se canta en voz alta. Muchos lo cantaron haciendo la V con la mano levantada, otros lo hicieron con el puño en alto. Y muchos maestros y maestras se tomaron de las manos y las levantaron entrelazadas. Y al final resonó el nombre de Fuentealba y el grito de “¡Presente, ahora y siempre!”.
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