Martes, 10 de abril de 2007 | Hoy
EL PAíS › “POR PENSAR DISTINTO, LO FUSILARON”, DIJO EL PRESIDENTE
Por Diego Schurman
Con un tono templado, y cuando todo hacía suponer que el discurso estaba redondeado, Néstor Kirchner sorprendió en la despedida. “Por pensar distinto, lo fusilaron”, dijo sin remilgos sobre el docente Carlos Fuentealba. Y enseguida apuntó sobre Jorge Sobisch. “Algunos quieren recrear la Doctrina de Seguridad Dos y creen que para ser un buen gobernante hay que estar con un palo en la mano”, dijo en alusión tácita al mandatario neuquino.
Kirchner habló en la Casa Rosada, en el marco del anuncio de un plan de vivienda para Tucumán. “Yo adoro y quiero la Capital”, arrancó, como aplicando esa anestesia que precede a una cirugía mayor. Y fue así: inmediatamente después castigó a la prensa que se ensañó con su supuesto silencio, cuando el mismo día de la muerte del docente fijó postura desde El Calafate. “La Argentina no termina en la General Paz”, atizó.
La concurrencia, que acompañó al gobernador tucumano, José Alperovich, se sintió identificada. Y Kirchner se ganó los primeros aplausos de un público tan homogéneo como adicto. “Luche presidente, el pueblo está con usted”, se entusiasmó uno de los más cebados en el Salón Sur.
Siempre con tono pausado, el mandatario no tardó en ponerle nombre y apellido a su bronca. Habló expresamente del diario La Nación, al que le adjudicó un espíritu fundacional de la “doctrina de la seguridad nacional bis”, algo así como la prolongación de la política represiva aplicada durante la última dictadura militar. No fue un arrebato. Esta vez, para su ya clásica pelea con el matutino, se valió de una carpeta preparada para la ocasión. De allí leyó tramos del editorial del 27 de junio del 2002, titulado “Del piquete a la tragedia”, que consideró que “no parece sensato hablar de represión indiscriminada” en la masacre de Avellaneda, que terminó con las vidas de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Kirchner hizo un parangón entre esa política de “mano dura”, que adjudicó a Sobisch, y la “persuasiva” que asumió como propia. No mencionó al gobernador, pero su nombre y el de sus aliados políticos sobrevolaron como fantasmas a lo largo del discurso. Volvió sobre ellos, otra vez de manera tácita, cuando salió en defensa de Daniel Filmus. Desde el ARI de Elisa Carrió hasta el PRO de Mauricio Macri, responsabilizaron al ministro de Educación por la proliferación de protestas.
Kirchner rezongó con razón por la vinculación del aumento del piso salarial docente dispuesto por la Nación con las desavenencias en las negociaciones entre los sindicatos y las provincias. Pero exageró cuando buscó borrarle impronta electoralista a los anuncios de Filmus, ya que la campaña porteña se asienta en las medidas que tomó como ministro.
Otra vez marcando diferencias, les dio contexto a los conflictos provinciales. Si en los ’90 eran contra la “exclusión”, ahora responden a “tensiones de crecimiento”, evaluó.
–Un aplauso –gritó uno muchacho con el lema “Kirchner presidente, Alperovich gobernador, Amaya intendente” estampado en su remera.
A otro se le ocurrió entonar la marcha peronista. Después de la primera estrofa, la enlazaron con el tribunero “tu-cu-mán”. Aníbal Fernández, Carlos Zannini, Julio De Vido y José López no prestaron sus cuerpos a la euforia. Se fueron silbando bajito viendo cómo Kirchner, con los pelos alocados y la corbata en rebeldía, se rendía al ritual de los besos.
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