Sábado, 21 de abril de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › EN EL MUNDO FALTAN COMO MINIMO 27.000 MILLONES DE PRESERVATIVOS AL AÑO
En el cierre del Foro de VIH-sida, un reconocido experto brasileño advirtió que el avance en el acceso a los antirretrovirales tiene su contraparte en el retroceso de la prevención. Y explicó cómo Estados Unidos fomenta ese proceso. Una fábrica estatal de condones en Brasil.
Por Pedro Lipcovich
Más vale preservativo en mano que cien tratamientos antirretrovirales volando: sin embargo, a la vez que el acceso a las terapias contra el sida crece en el mundo, la prevención, lejos de avanzar, retrocede. Así lo denunció –el día de cierre del Foro de VIH/sida en Buenos Aires– nada menos que el coordinador de Onusida para el Cono Sur: Pedro Chequer reveló la trama siniestra que subyace a la mayor disponibilidad de tratamientos en los países pobres. Un país poderosísimo (¿hace falta decir cuál?) entrega subsidios multimillonarios, superiores a los de todo el Fondo Global del Sida: esta donación, que permite comprar medicamentos, está condicionada a que, en los programas de prevención, se haga énfasis en la abstinencia y se deje en segundo plano el uso de preservativos: “Esto promueve un verdadero genocidio”, denunció el especialista de Onusida. Incluso, a nivel mundial, no se producen suficientes condones: si realmente se usaran los necesarios, habría un déficit de 27.000 millones de preservativos por año. Y ni hablar de los preservativos femeninos, que en muchos países –por ejemplo, la Argentina– no lograron difundirse. En diciembre, Brasil inaugurará una fábrica estatal de preservativos, ya que “el protagonismo del Estado es insustituible”, según el coordinador de Onusida para nuestros países.
“Sí, pero...”, prevenía Página/12 el miércoles pasado, cuando –en la apertura del IV Foro Latinoamericano y del Caribe en VIH/sida– se anunció que, en América latina, el acceso a los tratamientos aumentó un 150 por ciento en los últimos tres años. La naturaleza y dimensión del “pero...” se reveló ayer, día de cierre del Foro, cuando se debatió el tema “Obstáculos en el acceso universal a la prevención”.
Pedro Chequer –coordinador de Onusida para la Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay– advirtió que “sobre una población mundial de 6500 millones, la población masculina con actividad sexual es, como mínimo absoluto, de 812,5 millones de hombres; suponiendo que tuvieran sólo una relación por semana, harían falta 42.000 millones de preservativos por año –calculó Chequer–: la producción mundial no supera los 15.000 millones, es decir, hay un déficit de 27.000 millones, que se eleva a 81.000 millones si permitimos que estos hombres tengan tres relaciones sexuales por semana.” Por eso Chequer –uno de los creadores del programa de sida brasileño, reconocido internacionalmente– comentó que “en diciembre, en Brasil, entrará en actividad una fábrica estatal de preservativos. En cuestiones de salud y educación, el protagonismo del Estado es insustituible”.
Tomando el conjunto de los países en desarrollo, sólo el nueve por ciento de la población tiene acceso al preservativo; apenas el 0,6 por ciento de los adultos tienen acceso al testeo gratuito de VIH; a sólo el cuatro por ciento de los usuarios de drogas inyectables se les ofrecen abordajes de “reducción del daño” como la distribución de jeringas; en no más que el nueve por ciento de los embarazos se previene la trasmisión madre-hijo, según las cifras aportadas por el funcionario de Onusida.
En rigor, la prevención, en lugar de avanzar, viene retrocediendo: “El Pepfar (President’s Emergency Plan For Aids Relief), dispuesto por el presidente George Bush, procura imponer una nueva agenda donde la abstinencia es el enfoque prioritario. Lamentablemente, la experiencia ya ha mostrado que una prevención basada en la abstinencia no es factible, sólo sirve para generar una perspectiva ilusoria y, cuando fracasa, la gente tiene relaciones sin haber incorporado la cultura del preservativo”.
Pero Bush cuenta con un argumento de mucho peso: “Su plan ofrece 15.000 millones de dólares en cinco años: más que el total aportado por el Fondo Global de Lucha contra el Sida de Naciones Unidas. El Pepfar brinda antirretrovirales y testeos, pero obliga a los países que reciban esos fondos a que, en prevención, dediquen el 50 por ciento a promover la abstinencia; si no, no hay plata. El preservativo queda como algo secundario, dirigido más bien a las trabajadoras sexuales y a los pecadores en general; de la gente digna, de buena familia, se espera la abstinencia y la fidelidad. Esto conlleva una ideología discriminatoria y promueve un verdadero genocidio”. Así, “en Uganda, donde el preservativo, a mediados de los ‘90, había hecho bajar los índices de la epidemia, la aplicación del Pepfar los hizo subir otra vez”.
Esto se articula con “la medicalización de la prevención: intervenciones biomédicas que prometen soluciones simples, mágicas, y en realidad sirven a un discurso religioso fundamentalista –sostuvo Chequer–. Un ejemplo es reemplazar la ‘c’ de ‘condón’ por la ‘c’ de ‘circuncisión’”, que algunos han llegado a pedir como obligatoria en ciertos países. Se ha difundido que esta intervención reduce en un 60 por ciento el riesgo de contagio para el hombre, pero hay que diferenciar los datos de estudios en ambientes controlados de lo que sucede en la realidad comunitaria: “La suposición de que el riesgo es menor suele facilitar que la persona deje de lado la verdadera protección, que es el preservativo. Además, la circuncisión sólo reduce el riesgo para el hombre, no para la mujer. En todo caso, sólo tiene sentido en culturas donde ya se valoriza esa práctica”.
“Otra falencia es la falta de difusión en muchos países del preservativo femenino. En Brasil se incorporó con éxito desde 1998, luego de un cuidadoso estudio para facilitar su aceptación. Se distribuyen cuatro millones por año y se proyecta aumentar esta cantidad a ocho millones. Es muy útil, por ejemplo, en parejas donde uno solo de los integrantes es seropositivo: permite alternarse en cuanto a quién de los dos usa preservativo y otorga más poder a la mujer para tomar decisiones”, agregó el especialista.
Chequer ya había visitado la Argentina hace unos años: “Me alegra el cambio que encuentro. Antes, desde el gobierno nacional ni se mencionaba el preservativo. En estos días he visto al ministro de Salud de la Nación, en una presentación pública, con un preservativo en la mano: esto es enormemente positivo: para el imaginario colectivo, vale más que muchos spots publicitarios”.
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