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“Me hubiese hundido con el buque”, dijo Tarapow

El “Irízar” llegó anoche a Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca. Hubo ceremonia y mucha emoción para recibirlo. El capitán aseguró que el buque se había convertido en “una bomba de tiempo destinada a estallar”.

Fue un regreso con el tono épico propio de una acción militar. Después de todo, de eso se trataba: del arribo de la nave insignia de la Armada Argentina a Puerto Belgrano, después del incendio de hace diez días que casi lo manda al fondo del mar. A las 21.13 y tras dar tres gritos de “viva la patria”, los marinos del rompehielos “Almirante Irízar” comenzaron anoche a bajar del buque. El capitán de fragata Guillermo Tarapow, con su uniforme de fajina, gorra blanca y la mano derecha vendada, fue el primero en abandonar el barco, después de haber permanecido todos estos días en él. Luego explicó que durante el incendio el rompehielos era “una bomba de tiempo que estaba destinada a estallar” y que “si alguna persona permanecía en el barco” en el caso de no poder salvar la nave “me hubiese hundido con el buque”.

En tierra, el jefe de la Armada, almirante Jorge Godoy, recibió a los uniformados que dejaban la embaración. El “Irízar”, tras sucesivos cambios del horario de arribo, fue divisado a las 19.50 en la central militar y su amarre se demoró cerca de una hora, por la complejidad de la operación. También participaron de la ceremonia familiares y amigos de Tarapow y de los especialistas que durante la semana última realizaron tareas para sofocar el fuego e iniciaron un estudio preliminar de las condiciones del buque.

Cientos de personas aplaudieron en varias oportunidades a los tripulantes, quienes, ubicados en la cubierta superior, arriba del cartel con el nombre “Almirante Irízar”, levantaron sus brazos e hicieron señales de luces con linternas.

Tras desembarcar, el capitán Tarapow ofreció una conferencia de prensa. “En treinta años de Marina nunca vi algo así”, dijo en referencia al incendio que se generó al romperse una tubería, que “en vez de tirar agua tiraba combustible”. “Se armó una gran bola de combustible, que tomó los cuartos laterales”, relató y precisó que el barco fue dañado desde la popa hasta los tanques de anhídrido carbónico, que evitaron que el fuego pasara, “y el resto está intacto”. El fuego, dijo, comenzó “de una forma que fue verdaderamente imprevisible, completamente instantánea, rápida, y una forma que si ustedes vieran en este momento dónde se origino el fuego comprenderían mejor lo que fue esta epopeya de diez días”.

La decisión de abandonar el barco fue “simple”, dijo el capitán, porque “tras dos horas y media de combate al incendio, la flotabilidad y estabilidad del buque estaban comprometidas y estábamos sin extintores y sin agua”. Su “primera alegría”, aseveró, fue cuando revisó camarotes y pasillos donde pudo penetrar el fuego y no encontró a nadie, en tanto su segunda preocupación era comprobar si había muerto alguien, para recuperar el cuerpo.

En ese marco, aseguró que “si alguna persona permanecía en el barco, me hubiese hundido con el buque”. “Tenía que permanecer en el ‘Irízar’, me hubiera hundido con el buque. No iba a sobrevivir sabiendo que en la cubierta podía aparecer un personal herido, mareado, aturdido, encerrado”, dijo.

Tarapow definió lo sucedido como “una pulseada de diez días y ocho incendios, que nos hacían por momentos no dudar de nuestras fuerzas, no temer por nuestras vidas, pero sí no descuidarnos del fuego”. Luego destacó que “salvamos el 85 por ciento (del buque) de un futuro inevitable” y que “el 100 por ciento de la tripulación del ‘Irízar’ está a salvo”.

El capitán evitó precisar la dimensión de los daños, al afirmar que “es muy prematuro decirlo” y estimó que habrá que realizar un análisis molecular de la estructura, a fin de verificar el estado del navío.

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El capitán del “Irízar”, Guillermo Tarapow (en primer plano), fue centro de todas las felicitaciones.
 
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