Viernes, 22 de junio de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › EL INTENDENTE DE ENSENADA DENUNCIO ATAQUES CONTRA SU FAMILIA
Mario Secco asegura que los ataques que sufrieron su padre y su hermana están vinculados con las denuncias contra traficantes de drogas que se impulsan desde el municipio. “Han sido protegidos por la policía, donde hay algunos que les cuentan que los investigamos”, dice.
Por Cristian Alarcón
Los dos golpes fueron a las costillas del intendente Mario Secco, creen en Ensenada. Primero asaltaron, ataron y golpearon a su padre. Después se le cruzaron ante el coche a su hermana. Ella puso la reversa y a toda velocidad escapó de tres tipos que estaban por abordarla. Pero le tiraron un cascotazo que le partió la boca y la dejó inconsciente. Ya habían dejado una amenaza clara grabada en un contestador automático: “Los vamos a matar a todos”. El hombre, un kirchnerista extrapartidario, habla sin riendas. “Esto es un vuelto de los narcotraficantes a los que hemos cercado”, dice Secco mientras cruza el pueblo sin chofer, sin custodio y sin chaleco. “Han sido protegidos por la policía, donde hay algunos que van a contarles a los traficantes que los estamos investigando. Están entongados con los narcos”, disparó tras los ataques a su familia.
Luis Secco, de 76 años, padre del intendente, vive solo en lo que fue un viejo restaurante propiedad de la familia en Punta Lara, el pueblo vecino, a orillas del Río de la Plata. El lugar cerró cuando murió su esposa, la madre del jefe comunal. El domingo pasado, a las tres de la mañana, lo despertó el traqueteo cerca de su cama. Eran tres. Iban con guantes y las caras tapadas por bufandas y gorros. Se ensañaron con él. Le tiraron una frazada encima y lo ataron. Lo golpearon mientras insultaban a su hijo, el intendente, y le gritaban: “¡Viejo hijo de puta, te vamos a matar, a vos y a todos los de la familia!” Consiguió desatarse solo, dos horas más tarde, cuando se habían ido con un televisor y un secarropas. Por el esfuerzo se le salió la prótesis de la cadera. Ayer seguía internado.
Esa misma noche una voz masculina y joven amenazó a Marita, la hermana del intendente Secco, al teléfono de su casa en Ensenada. La mujer sólo atinó a mudar durante unos días a su hija a la casa de un amigo. El lunes hizo la denuncia judicial ante la UFI 5. La mujer trabaja en la Dirección de Turismo. Allí se reunió con un grupo de vecinos preocupados por la inseguridad en la zona. Al regresar a su casa se encontró con los insultos de un grupo de varones con las caras al descubierto que se le tiraron encima. Pero ella retrocedió a toda velocidad hacia un policía al que había visto a una cuadra de su puerta. “Le tiraron un ladrillo que rompió el vidrio del coche y a ella le lastimó la boca, le cortó los labios. Ella quedó desmayada. Entonces la encontró su hijo, la corrió al asiento del conductor y la llevó al hospital”, cuenta Mario Secco tras el ataque.
Secco no es cualquier intendente. El mismo ha cultivado la imagen de díscolo. Antes de ganar las elecciones era el secretario general del gremio de los municipales, y de hecho medio equipo de gobierno era parte del sindicato. Se alió con todos menos con la estructura duhaldista del PJ. Su prédica a favor del gobierno nacional lo llevó a sentarse al lado de los presidentes Néstor Kirchner y Hugo Chávez cuando en su ciudad se firmó el compromiso para reactivar los astilleros. De hecho, con su victoria –sacó el 45 por ciento de los votos– castigó duro a la gestión del ex intendente Del Negro: durante los doce años de su gestión, acusa, se intensificó la venta de droga en el distrito.
“Esta ciudad ha sido saqueada, humillada por la impunidad. Acá la droga, el robo y la policía han estado muy relacionados. Ellos son una red, se conocen todos, trabajan juntos, se reparten el territorio. Pero cada vez los tenemos más contra las cuerdas, porque obligamos a la policía a que investigue, persiga, controle. Nos comprometimos a luchar contra la droga y los chorros. Les sacudimos a los chorros y toda la manga de guachos”, dispara entre el tono campechano y la jerga barrial.
Si se repasan los efectos prácticos de la prédica de Secco, mejor remontarse al 17 de agosto de 2006, cuando una denuncia suya, cuenta, terminó con una serie de allanamientos en la propia Ensenada, en City Bell y Mercedes. La policía detuvo a una banda con casi cien kilos de cocaína. Como desde el comienzo de su gestión, Secco llama a los vecinos a atreverse a romper el silencio sobre la venta de drogas a los jóvenes ensenadenses, una mujer se le acercó para darle pistas. “Hemos hecho de todo. Desde proteger testigos con la Justicia, a tomar lo que nos traen y hacer la denuncia el propio intendente”, explica. “Por eso es que tiene bronca, porque yo mismo me he ocupado de ellos”, dice.
Lo cierto es que no abunda la información detallada para analizar la trama narco que denuncia Secco. Al menos de las anteriores gestiones ante la jefatura distrital de Ensenada. Porque después de su reclamo cambiaron al jefe a mediados de abril. Un vocero ofrece una comparación que permite ver las bajas de las redes locales multiplicándose hacia estos días de venganza. En marzo la policía local detuvo a 15 personas en varios hechos menores. En abril, con nuevo jefe, a 48. En mayo a otros 60 y dieron con un arsenal de armas cortas y largas en Punta Lara. En la primera quincena de junio son 36 los “aprehendidos”. Entre ellos unos 13 supuestos dealers que cayeron en siete procedimientos. Varias de las pesquisas fueron el resultado de denuncias de Secco. A casi todos los casos los investigaron fiscales provinciales. Por las cantidades secuestradas parece tratarse de pequeños comerciantes. “Ellos son mandados al frente, los que ponen el cuerpo, los jefes estarán más arriba, serán los que pueden mandar matones”, especula un investigador judicial. “A mí no me van a parar –sentencia el intendente–. Vivo en una villa. Conozco la calle. No voy a poner guardaespalda. Son cobardes, por eso atacaron a mi hermana y a mi padre.”
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