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El policía causó una lesión grave, pero le aplicaron una condena leve

Trabajaba como patovica en New York City. De un rodillazo, le rompió la vejiga a un joven. Fue condenado a tres años en suspenso.

 Por Carlos Rodríguez

Aunque las heridas que provocó con su accionar fueron graves, el policía Fernando Javier Aner recibió una condena leve por haberle roto la vejiga de un rodillazo al joven Martín Torres Pereyra. El Tribunal Oral 17 de la Capital Federal le dio tres años de prisión “en suspenso” –sin aplicación efectiva–, aunque el antecedente “es pesado para un policía y debería provocar su alejamiento definitivo de la fuerza”, opinó José María Vera, abogado de la familia de la víctima. El cabo primero Aner, que está en situación de “disponibilidad preventiva” desde el momento del hecho, ocurrido en mayo de 2004 en la puerta de New York City, siguió ayer negando su responsabilidad en la golpiza. “Soy totalmente inocente”, insistió Aner, pero los jueces no le creyeron. En el mismo fallo fue absuelto el agente de la Federal Ezequiel Héctor Galarza, imputado por no haber evitado que Aner –que trabajaba como patovica en el boliche–- actuara con violencia sobre un joven que sólo quería ingresar al local para asistir a un desfile de modas del que participaba su novia.

El tribunal Oral 17 dio a conocer la parte resolutiva de la sentencia y los argumentos se conocerán la semana próxima. Aner no fue sancionado con la “inhabilitación especial” para ocupar cargos públicos porque el día del hecho no estaba cumpliendo funciones como policía sino como custodio en la entrada del boliche del barrio de Colegiales. Nada se dijo en el fallo sobre lo ilegal de su accionar, ya que los federales tienen prohibido ser “patovicas” en sus horas libres. El abogado Vera le dijo a Página/12 que en lo personal estaba “conforme con la sentencia”.

“Quedamos más o menos conformes y en principio no tenemos la intención de apelar”, le comentó a este diario Martín Torres Pereyra, que tenía 17 años cuando fue golpeado por Aner. El joven estuvo siete días internado en el Hospital Pirovano, donde le reconstruyeron la vejiga. Admite que ya no va a bailar y que sufre “problemas psicológicos” y también físicos, que lo obligan a realizarse chequeos médicos periódicos. “Desde que me golpearon hago terapia”, comenta. El joven recuerda que después de recibir el golpe en el bajo vientre “era tanto el dolor que no podía hablar”.

Los jueces absolvieron al agente Héctor Galarza, quien en la madrugada del 29 de mayo de 2004 se encontraba cumpliendo funciones, con su uniforme de rigor, en la esquina de Alvarez Thomas y 14 de Julio, donde está New York City. Por estar en servicio, Galarza tendría que haber impedido que Aner golpeara al chico. Acusado por “incumplimiento de deberes de funcionario público”, ayer hizo su alegato final ante los jueces. Empezó a llorar desde el momento en que el fiscal Diego Nicholson pidió las penas.

“Soy de un barrio humilde de José C. Paz y para mí era un orgullo llevar el uniforme y la placa. Desde hace tres años trabajo como albañil por 30 pesos por día y quiero volver a la policía”, les dijo Galarza a los jueces, llorando todo el tiempo. Recordó que vistió el uniforme cinco meses y les pidió disculpas a Martín y a su madre, Lourdes Pereyra. La víctima dice que Galarza “parecía sincero” cuando pidió perdón. Por eso, la familia tampoco apelaría su absolución. Martín recuerda que Aner lo golpeó cuando quiso “volver a entrar al boliche; habíamos salido a comprar cigarrillos y nos habían puesto unas cintas para identificarnos al reingresar”. El patovica no les creyó.

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