Sábado, 15 de septiembre de 2007 | Hoy
Las muertes por desnutrición quedaron en medio de la agenda de la elección chaqueña que se realiza mañana.
Por Alejandra Dandan
desde Resistencia
Como en el mapa político, la avenida Soberanía Nacional divide a esta ciudad en dos grandes mundos completamente distintos. De un lado, el país de los integrados. Al otro lado, pueblos enteros que buscan la forma de abrirse espacio en asentamientos ganados hasta a un santuario de San La Muerte. Mañana se harán aquí las elecciones que definirán a manos de quién quedará la provincia en los próximos cuatro años. Demandas sociales y sanitarias históricas como los reclamos de las tierras de los pueblos originarios y las muertes por desnutrición son algunas de las cuestiones que quedaron obligatoriamente en medio de la agenda política. En ese contexto, el radicalismo, de la mano de Angel Rozas, intenta, con grandes chances, quedarse. Busca dar pelea la fórmula del peronismo, que encabeza el senador Jorge Capitanich. Alguno de los dos deberá sacar más de 45 por ciento para que no haya ballottage.
Detrás de la aquella frontera urbana están los números por los que Chaco se convierte en noticia una y otra vez en los últimos años. Y detrás de los alambres de cualquiera de esas casas, las historias vuelven a escucharse.
Martín del Valle se pasea con desesperación dentro de un cuarto de ladrillos, el único ambiente de material de la casa. Tiene 19 años, una mujer de 18, una hija de 3 y un varón de tres meses recién muerto. Varias complicaciones, y un cuadro original de asma están por detrás. “Jesús nació con 3,900 kilos”, dice su mujer. “Y cuando murió pesó 5,700 kilos, así que de desnutrición no fue.”
Los vecinos del barrio Don Andrés están acostumbrados a que detrás de cada muerte se construya la historia del caso con un representante de la salita sanitaria del lugar que llega a la casa a hacer un examen. Esta vez la ayuda llegó demasiado tarde. El niño estuvo un día entero internado en un hospital y dos días más tarde pasó por una salita sanitaria, donde la médica les dio a sus padres un paracetamol y dos sueritos para llevar a cabo una especie de internación, pero domiciliaria. Un día más tarde, Jesús se despertó con los ojos abiertos pero muerto.
Las razones de esa muerte parecen demasiadas. El barrio está asentado sobre unos ocho piletones de aguas servidas, hasta donde viajan los desechos sanitarios de la ciudad superpoblada. Los piletones deberían estar a unos diez kilómetros pero no los corren porque una vieja resolución de los años ‘90 cedió las tierras a las fuerzas de seguridad y militares. Los más chicos crecen con infecciones en la piel y mocos, que se acentúan cuando hay una base de asma como le sucedió a Jesús.
Este caso ni siquiera se ha colado en la agenda electoral pero está presente en los deudas que tienen en carpeta los candidatos de la provincia. Los desmontes y las leyes para frenar la expansión de la frontera agrícola, el final de la colonización y apropiación de tierras de las reservas de los pueblos originarios y los últimos cuadros de desnutrición que llegan acompañados de diabetes, con síntomas que acercan al Chaco a escenarios de Africa, son algunos temas pendientes.
El jueves pasado el cierre de las campañas se metió en el barrio. A las cuatro y media de la tarde, mientras las caravanas de autos cubrían las calles del centro, un camión del gobierno de la provincia llegó para estacionarse. Allí, como las máquinas del clientelismo peronista, los radicales sacaron una bolsa para entregar a cada vecino con medio kilo de azúcar, media yerba, un paquete de fideos, medio aceite, una harina y una polenta. El padre de Jesús no la recibió. No estaba en su casa. Había ido a buscarla directamente a la marcha. Como si no se hubiese muerto su hijo, como si la vida continuara, él estaba ahí, parado en la caravana de Rozas, frente a un delegado del barrio y necesitando que lo reconociera, que es lo que hace que el dirigente baje la bolsa. Ahora solo le queda la espera. La bolsa se la van a dar mañana a la mañana, antes de la elección.
Los radicales están en el gobierno de Chaco desde hace doce años. En 1995, Rozas le ganó la gobernación solo a todo el aparato peronista. Subió como un símbolo de la renovación. Después fue por la reelección, pero luego dejó el tercer mandato en manos de su vice Roy Nikisch, ahora a cargo del gobierno y único gobernador radical no alineado al kirchnerismo. Mañana Rozas pide el retorno. Y todo indica que lo conseguirá.
Del otro lado quedó el peronismo, con un frente amplio rodeando a Capitanich. El hombre que fue jefe de ministros de la crisis en el gabinete de Eduardo Duhalde llega a las elecciones en medio de un frente de alianzas anti rozistas que aglomera a sectores de izquierda, derecha y peronistas. Entre otros, logró encolumnar al dirigente de las Ligas Agrarias Osvaldo Lovey, que va colgado a su boleta como candidato a Intendente de Resistencia.
Por detrás quedaron el resto de las apuestas, entre otras, el ARI, que en la tierra de Elisa Carrió juega una de sus cartas fuertes. La candidata Alicia Terada es una de las referentes más importantes de la oposición chaqueña y mano derecha de Lilita en la estructura partidaria. En estos días, estuvo con Fabiana Ríos, la nueva gobernadora de Tierra del Fuego, que llegó para acompañarla en el cierre de campaña.
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