Viernes, 5 de octubre de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › DETECTAN EN EL CEREBRO LA “FIRMA” DE LA IDEOLOGIA
Un equipo de investigadores asegura haber hallado diferencias en el funcionamiento de un cerebro liberal frente a otro que es conservador. Las reacciones de uno y otro ante los cambios.
Por Mónica Salomone *
Desde Madrid
Déjame ver tu cerebro... y te diré quién eres. Te diré, en concreto, a quién votas; si eres sincero o mentiroso; o si, como Enrique Iglesias, eres capaz de tener una experiencia religiosa. Y si además de ver tu cerebro me dejas tocarlo, podré inducirte desde un orgasmo a un viaje astral. Cantantes y metáforas aparte, los propios neurocientíficos advierten que conviene tomarse en serio las posibles consecuencias derivadas del hecho de que empiezan a investigarse en el cerebro las bases biológicas, el hardware, de cuestiones tan íntimas y en apariencia intangibles como la ideología o la personalidad. No en vano la neuroética es un área en auge.
Los autores de un trabajo publicado recientemente en la revista Nature Neuroscience aseguraban haber hallado diferencias en el funcionamiento de un cerebro liberal frente a otro conservador. En pocas palabras: el primero reacciona mejor ante los cambios, mientras que el segundo es más rígido.
Los investigadores hicieron electroencefalogramas a 43 hombres y mujeres diestros mientras reaccionaban ante un estímulo que solía repetirse, pero a veces cambiaba. Cuando ocurría esto último, en la gran mayoría de los sujetos que previamente se habían declarado liberales se detectaba una actividad más intensa en un área de la corteza cerebral relacionada con los conflictos, lo que sugiere “una mayor sensibilidad neurocognitiva” a los cambios, escriben David Amodio y su grupo en su artículo. Se ve, por tanto, la firma de la ideología en el cerebro.
“Esta investigación demuestra que se empieza a dilucidar cómo un producto abstracto, aparentemente inefable de la mente, como la ideología, tiene su reflejo en el cerebro humano”, dice Amodio. ¿Alguien se escandaliza por esta afirmación? ¿Alguien piensa que es absurdo que pueda verse algo así en un escáner cerebral? No los neurocientíficos, desde luego. Para ellos está clarísimo, y es perfectamente esperable, que cerebros que piensan distinto, que reaccionan distinto ante un mismo estímulo, funcionen de forma diferente; medir esa diferencia es sólo cosa de tener el instrumento adecuado. “Todo, y todo es todo, está en el cerebro”, dice Alberto Ferrús, director del Instituto Cajal de Neurociencias del CSIC, en Madrid. “La sensación de estar enamorado o enfadado, la religión... todo se traduce en moléculas, en algo físico que hay en el cerebro.”
En los años ’90, cuando aparecieron las primeras técnicas para estudiar el cerebro humano en vivo y en directo –en acción–, se supo que la corteza cerebral de muchos ciegos muestra diferencias apreciables respecto de la corteza de personas que ven; que el cerebro de los taxistas tiene más sitio para información espacial; o cómo actúa el cerebro de los ajedrecistas al jugar. ¿Qué hay de raro en dar un paso más y buscar la marca de la mentira o la espiritualidad? Nada de nada, dice Ferrús.
Pero volvamos al trabajo sobre los cerebros políticos. En él se hacen las siguientes analogías: pensamiento menos rígido equivale a ideología liberal; pensamiento menos rígido equivale a más actividad en áreas cerebrales implicadas en afrontar conflictos; y, por tanto, más actividad en áreas cerebrales implicadas en afrontar conflictos equivale a ideología liberal.
Puestos a analizar, dicen los expertos, el eslabón frágil del razonamiento no es que un estilo de pensamiento tenga su sustrato biológico sino lo no absoluto del término liberal. En el trabajo de Nature Neuroscience, la mayoría de los autodefinidos liberales votaron por John Kerry y los conservadores, por Bush. Y en un país musulmán, ¿quiénes tienen el cerebro flexible y quiénes rígido?
Ahora bien, no hay que equivocarse: que haya un sustrato biológico no implica ni que ese hardware nos ha sido transmitido genéticamente, ni que es inmutable. “Nosotros no examinamos si la orientación política se hereda, si nos viene dada de nacimiento”, explica Amodio. “El cerebro es maleable, así que incluso si nacemos con un sistema neural más sensible a información conflictiva, es posible que este sistema neural cambie con el tiempo.” ¿Y es fácil de cambiar el hardware que nos viene de fábrica? En otras palabras, ¿qué pesa más, lo heredado o el ambiente?
“Puede que ésa no sea la manera correcta de formular la pregunta”, responde Amodio. “Los genes proporcionan unos mecanismos de base para la supervivencia. Pero lo bonito es que la expresión génica es muy sensible al ambiente.”
Otra posible pregunta sobre este trabajo es si los cambios sociales globales –el cambio de postura respecto a la homosexualidad, el divorcio o el trabajo femenino– implican un cambio colectivo en el funcionamiento del cerebro. ¿Tenemos todos un cerebro más liberal? “Tal vez”, responde Amodio, para quien sin embargo la sociedad tiende ahora hacia un mayor conservadurismo –una prueba más de lo confuso de estos términos–. Pero “no está claro si estos cambios a gran escala tienen algo que ver con cambios heredables. Podrían estar más relacionados con la globalización y los cambios culturales”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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