El asesinato de Jonathan Otero, ocurrido en una escuela, no es el primero en su especie. Los casos de “Pantriste”, en 2002 en la localidad bonaerense de Rafael Calzada, y de “Junior”, en 2004 en Carmen de Patagones, conmovieron al país hace más de un lustro. Y ayer pudo haber otro: un joven de 19 años del colegio José M. Paz, de Córdoba capital, fue enviado a ver a la directora luego de que rompió un vidrio. Una vez en la dirección, se escapó, pero fue detenido en la vereda del colegio por la policía, y en su poder se encontró un revólver 22 corto y dos balas.

El sacudón que anteayer recibió Villa Gesell ya lo había recibido Carmen de Patagones, en septiembre de 2004. “Junior” tenía 19, un padre miembro de Prefectura Naval y muchos compañeros de colegio. Pero estaba hastiado de que se burlaran de él. Un día tomó la decisión, y también el arma de su padre. Al llegar a la escuela, sus compañeros seguían siendo muchos. Minutos después, eran tres menos. Los tres que “Junior” asesinó, durante una balacera que alcanzó a herir a otros de sus compañeros, cuatro años menor que él, que era repitente y motivo de persistentes risas.

Ese mismo día, una nena de nueve años hirió a una compañerita de escuela de ocho con un cuchillo, cansada de que le dijera “gorda”. A los tres días, un adolescente de 14 atacó con una navaja a otro de 15, a la salida de la escuela bonaerense en la que cursaban; mientras que en Comodoro Rivadavia, un joven de 17 fue retirado del aula por la policía luego de que se descubrió que iba al colegio armado y con drogas.

Más atrás aún en el tiempo, el 12 de diciembre de 2002, en Olavarría, otro alumno de 15 años mató a su maestra de noveno grado porque lo había desaprobado. Meses antes, había llegado la venganza de “Pantriste”, que disparó contra sus compañeros y mató a un chico de 16 años. Este hecho ocurrió el 4 de agosto de 2000, en el Polimodal 9 de Rafael Calzada, y fue el primero en salir a la luz.

El último caso ocurrió en octubre de 2007, un nene de 12 años de Ituzaingó acuchilló en el cuello a otro compañero que había ido a su casa de la ciudad de Ituzaingó, en Corrientes, a hacer un trabajo práctico. “Me tenía cansado. Todos los días me molestaba en la escuela”, confesó el nene, luego de mentir durante dos días una versión que indicaba que los había asaltado un encapuchado.

En agosto de ese año, un estudiante de noveno año había sido herido por otro, que le dio un “puntazo” en la espalda, durante una hora libre en una escuela de Hurlingham.