SOCIEDAD › BELéN MILIONE, DE LA MUERTE A LA VIDA

“Pesando 32, me veía una chancha”

No quería vivir más. Internada por cuarta vez, se quitaba las sondas para no recibir el alimento que necesitaba para sobrevivir. Se provocaba el vómito, aun adentro del hospital. Y con apenas 32 kilos hacía equilibrio entre la muerte por desnutrición y la amenaza de “un fantasma que me pedía y me pide no comer”, un fantasma que la llevó a cortarse las venas y el abdomen con una hoja de afeitar. Hoy Belén Milione pesa 45 kilos y, aunque todavía se ve “un lechón con patas”, acepta sacarse fotos y contar su historia, porque no comparte la idea de promocionar el martirio. “Veo los blogs desde la indignación, porque no se le puede desear esto a nadie, aunque sé que no lo hacen con maldad, sino como un modo de sostenerse a sí mismas. Ahí se puede encontrar de todo, incluso concursos para saber qué grado de neurosis tenés o relojitos que marcan las horas sin comer. Es como una secta.” Sólo en la sumisión de esa dinámica sectaria se explica la violencia de un texto titulado “Leeme si tenés hambre”, presentado en una página como la receta para evitar la comida, con fotos de cuerpos hiperobesos.

Con 20 años, Belén habla como una nutricionista, pero todavía tiene recaídas y recuerda perfecto el día que empezó el martirio: “Yo tenía 16 años. Al volver del gimnasio, me vi tan mal que decidí vomitar, y luego comencé a rechazar la comida. Vivía a agua y chicles sin azúcar. Y así llegué a estar una semana sin comer”.

Si bien suele afirmarse que la anorexia y la bulimia “afectan a los chicos que pueden jugar con cuchillo y tenedor”, en referencia a la clase media, en un plan de prevención realizado en la villa La Cava, de San Isidro, se advirtió que una gran cantidad de adolescentes padecían trastornos alimentarios, inmersos en una desinformación que ni siquiera daba cuenta de los nombres de las enfermedades. A quienes vomitaban, los llamaban “Rebelde Way”, porque un personaje de esa tira vomitaba. Y es entonces que “lo que generan los medios” deja de ser algo abstracto, tal como lo padeció Belén. “Yo veía Amor en custodia, y ver vomitar a una de las protagonistas me inspiraba a imitarla. Por eso digo que esta enfermedad no distingue clases sociales, mientras llegue la televisión. Y con la ropa pasa lo mismo. Pesando 32, yo me vestía con las marcas más conocidas.”

La autoflagelación también toma un rol determinante en el ámbito virtual de Anas y Mías. La difusión de técnicas “pro-SI” (self injury), prácticas agresivas al propio cuerpo, no tienen sólo la finalidad de quemar calorías, sino también la de aprender a controlar la voluntad. “Yo me agredía por ser gorda y una parte de mí se quería morir –enfatiza–, cuando me corté las venas y la panza. Todavía me cuesta aceptar que éste será mi envase toda la vida.”

De Lady Di a Dolores Barreiro, Belén dice reconocer fácilmente a una bulímica o anoréxica. Y en plena recuperación, entre las propuestas del kiosco cibernético, que brinda imágenes artísticas representativas de Ana y Mía diseñadas para el messenger, su posición está clara: “Por más que las chicas de los blogs se muestren fuertes, viven para la enfermedad. Hay que entregarse a un tratamiento completo, porque lo otro es la muerte en vida.”

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