“No somos organizadores de eventos: somos pescadores, gente que vive del mar”, dice Luis Ignoto, el presidente de la Sociedad de Patrones Pescadores, al micrófono para inaugurar la velada. Señala las fotos al fondo del escenario, tomadas del archivo del Museo del Puerto, y repasa la historia del oficio en la ciudad desde fines del siglo XIX hasta 2010 “porque tenemos que reivindicar la historia de trabajo y de fe, a los que se radicaron acá y trabajaron el mar argentino”. La pesca, cuenta, nació a fines del 1800 ya para responder a las demandas del primer turismo, “venían pescadores de La Boca”; se profesionalizó en los primeros años del siglo XX, “y ya en 1926 se hacían algunos envíos a Capital”, en 1932 fueron “las grandes zafras de anchoítas” y entre 1939 y 1945 “con la Segunda Guerra Mundial, fue la fiebre del cazón”. En la década del ’50, muchos de los pescadores pudieron convertirse en propietarios de lanchas, porque el hígado de bacalao, a consecuencia de la Segunda Guerra, pasó de “40 a mil dólares”. Ignoto dice: “Se tomaba la pesca como una aventura, uno salía y no sabía con qué se encontraba”, pero “uno entendía que la sociedad cedía a los pescadores el derecho colectivo de salir al mar, porque el pescador proveía alimentos”. El trabajo, dirá en un rato, señalando otra foto, era “entendido no como una mercancía” y el producto no era “entendido como un fenómeno financiero”. En el fondo de la carpa, algunos pescadores enfervorizados se ponen en pie y estallan en aplausos. Unos días atrás, Dante había calificado esa forma de pescar como artesanal: “Porque era más intuitivo, dependía más de la suerte, del día. Ahora está la ecosonda, que facilita porque ayuda a ver dónde hay un cardumen, dónde piedra; también el pronóstico es más detallado, uno sabe con más seguridad de dónde viene el viento, cómo va a venir el día”.