A fines de marzo de 2000, cuando todavía no había olor a corralito aunque ya fuera imaginable, una misteriosa nube de mal olor pero invisible avanzó sobre los porteños desplegando versiones diferentes y de lo más estrafalarias. El vaho de olor atacó a los habitantes de la Ciudad de madrugada y provocó tanta o más alarma que la nube tóxica de ayer ya que, se sabe, un fantasma que no se ve es más fantasmático que uno visible: se trataba de puro olor sin forma. Se pensó primero que era un escape de mercaptán, una sustancia odorizante que se agrega al gas natural, que es inodoro. Pero se descartó. Un juez federal realizó allanamientos suponiendo transporte de sustancias tóxicas ilegales, pero jamás se encontró nada. Finamente, el olor se perdió y jamás se supo qué lo provocaba.