Este ha sido quizás el problema más grave que ha enfrentado la Iglesia Católica en todo el mundo en los últimos tiempos y que le acarreó no sólo desprestigio, sino también graves perjuicios económicos especialmente en Estados Unidos. Juan Pablo II, que será canonizado en breve, lleva sobre sus espaldas haber protegido al sacerdote Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, y uno de los mayores pedófilos que se conocen en la Iglesia. A cambio de la protección papal, Maciel arrimó muchos fondos a las arcas vaticanas.

Ratzinger, como cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, primero, y como papa Benedicto XVI, después, reunió mucha documentación sobre los abusos de sacerdotes en todo el mundo. Hizo condenas públicas y pidió perdón por los abusos, pero no tomó medidas contra los abusadores. Francisco ha sido también muy categórico en las condenas y apartó de todo cargo relevante a quienes aparecieron involucrados en este tipo de conductas, incluyendo entre éstos a encumbrados cardenales. Desde varios lugares se le reclama, sin embargo, que no ha sido lo suficientemente duro y categórico con los pedófilos. Una iniciativa que Francisco adoptó en este tema fue crear una “comisión para la protección de los menores” que también tiene la finalidad de atender a las víctimas.

Y, por otra parte, no parece aislable este tema de las condiciones en que se ejerce el ministerio sacerdotal en la Iglesia, incluyendo la imposición obligatoria del celibato. Todo indica que habrá novedades en este sentido en no demasiado tiempo.