Jueves, 9 de junio de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Verónica Lorca *
La idea de los vagones para mujeres es tan ridícula como creer que hay igualdad porque algunos hombres empezaron a depilarse. Según la fundamentación, el problema es que “está naturalizado que frente a la tentación algunos no pueden controlarse”. Entonces yo podría pedir que cierren los restoranes cuando estoy a dieta, porque me tiento. ¿Y cómo serían esos vagones? Porque si vamos a discriminar y a estigmatizar, habría que ir a fondo. El vagón, que obviamente es rosa, además debería tener espejos para maquillarse, mientras podríamos escuchar canciones como la de Arjona que habla de nuestra “reputación”. Habría que ir más lejos y hacer dos entradas. Una celeste para ellos, una rosa para nosotras. Sería muy romántico ver a las parejitas entrando al subte, despidiéndose: “Amor, te veo en 20 minutos en estación Tribunales”. Pero si el tema es hacer un apartheid en la sociedad, ¿por qué dejar afuera a otros colectivos de personas que sufren agresiones en la calle? Aprovechemos y hagamos vagones para negros, pobres, gitanos, judíos, gays y troskos vendedores de pan relleno. Si armamos un mundo en donde ningún grupo se cruce ni se relacione con otro, podríamos lograr el utópico sueño de tener un mundo de paz. Si después una mujer se toma un colectivo y la apoyan, es porque ella se lo buscó.
* Comediante y actriz.
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