SOCIEDAD › UNA VIDA DEDICADA A LA INVESTIGACION MINUCIOSA
El perseguidor incansable
Por R. K.
Aunque Simon Wiesenthal fue conocido como el “cazador de nazis”, tal vez su mayor aporte a la humanidad fue la difusión que logró con su denuncia del genocidio nazi. Cada nueva captura de un criminal de guerra hacía públicas las ejecuciones y el aniquilamiento a que fueron sometidos gitanos, judíos, homosexuales y opositores de Adolf Hitler. Wiesenthal fue un sobreviviente de los campos de concentración y de trabajos forzados, en los que perdió a 89 integrantes de su familia y la de su esposa, Cyla.
En 1947 fundó el Centro de Documentación que se especializó en archivar todos los datos sobre criminales de guerra. Al principio funcionó en Linz y a partir de los años 60 en un pequeño departamento de Viena, donde apenas trabajaban cuatro personas. Con el tiempo, en Los Angeles se abrió una central del Centro Simon Wiesenthal, en el que funciona el Museo de la Tolerancia, una muestra de los horrores del nazismo.
Wiesenthal no realizaba las detenciones de criminales de guerra sino que acumulaba la información y hacía las denuncias. Los datos venían de vecinos de los jerarcas nazis que sospechaban del pasado de esos sujetos y en algunos casos se nutrió hasta de traiciones de los propios hombres del Tercer Reich. Con los datos, exigía las detenciones y luego su estructura aportaba los elementos necesarios para el juicio contra el criminal.
Se hizo mundialmente conocido por su participación en el caso Eichmann en la Argentina y el descubrimiento del oficial de la Gestapo que había arrestado a la niña Ana Frank. También localizó a Hermine Braunsteiner, que había supervisado el asesinato de cientos de niños en el campo de exterminio de Majdanek. Braunsteiner, que estaba oculta en Estados Unidos, fue extraditada a Alemania y condenada a cadena perpetua. En total, participó en la detención y posterior sometimiento a juicio de unos mil cien criminales de guerra.
En 1967 publicó su libro de memorias, Los asesinos entre nosotros, un texto en el que habla numerosas veces de la Argentina y utiliza el termino Odessa, las siglas que en alemán corresponden a Organización de ex camaradas de las SS, que se dedicaba a ocultar en la posguerra a los ex jerarcas nazis. Según Wiesenthal el plan de escape fue diseñado en 1944, en una reunión de altos mandos del Tercer Reich realizada en un lugar conocido como la Maison Rouge, en Estrasburgo. Sin conocimiento de Hitler, prepararon su fuga y la forma de financiarla. En ese libro Wiesenthal señala que se resolvió establecer 750 empresas en distintos países, 98 de esas compañías en la Argentina, para refugio, trabajo y financiamiento.
A pesar de su avanzada edad, en los diálogos mantenidos con Página/12 exhibía una memoria asombrosa. Señalaba con precisión hasta los criminales que él evaluaba seguían con vida en la Argentina o habían muerto en el país y detallaba con minuciosidad si podían estar en Bariloche, en Misiones o si habían pasado la frontera a Paraguay. Tenía una personalidad avasallante y era de poner límites muy precisos al diálogo. Transcurridos cinco minutos, concluía: “su tiempo terminó”. Muchos sostienen que el tiempo de Wiesenthal no se terminó, sino que la tarea de cazar jerarcas nazis se convirtió en los últimos años en la difusión de valores como la tolerancia, la convivencia y el rechazo a las persecuciones por razones políticas, raciales o religiosas.