Domingo, 22 de enero de 2006 | Hoy
El balneario quiere ser la primera localidad oficialmente “slow”, lenta, del continente: sin celulares, sin neones y publicidad, sin música fuerte, sin alarmas de autos y con un tránsito hiperregulado.
“Estar seis meses sin teléfono celular te cambia la vida. Es lo mismo que venir acá para veranear, bajarte del auto y volver a subirte cuando te tenés que ir. Eso es lo que queremos, una ciudad en la que se pueda vivir sin prisa, sin correr, con tiempo para el disfrute”. Luis Mazzoni es el presidente de la Asociación de Emprendedores Turísticos de Mar de las Pampas y uno de los impulsores para que este bello lugar de bosques y mar se convierta en la primera Slow City, Ciudad Lenta, del continente americano. En pocas palabras, el concepto de ciudad lenta significa la prohibición de la instalación de antenas de comunicación, por ser molestas desde lo visual y por ser dañinas para el ser humano, la eliminación de carteles de publicidad y de las luces de neón, la no proliferación de ruidos molestos como bocinas y alarmas de automóviles. También se debe evitar la instalación de música amplificada en lugares de uso público y, por el contrario, se debe incentivar el uso de energías renovables, el reciclado de la basura y mantener a sol y a sombra una amplia oferta permanente de espacios verdes.
La idea de las Slow City tiene su origen en 1968 en Roma, como respuesta a la instalación de un McDonald’s en la Plaza de España. El periodista y sociólogo Carlos Pertini creó en Bra, su ciudad natal, una pequeña localidad de 28.000 habitantes, un movimiento que se llamó Slow Food (comida lenta), en oposición a la llamada comida chatarra y rápida. Ese mismo concepto, también en Bra, la llevó a ser la primera Ciudad Lenta. Como gesto simbólico, con la idea de lograr una ciudad más amable y menos eléctrica, el alcalde local atrasó media hora el reloj de la iglesia del pueblo y prohibió la circulación de automóviles por el centro, entre otras medidas, que le cambiaron la cara al lugar y a sus habitantes. Hoy son 28 las ciudades italianas que tratan de dejar de correr detrás de la zanahoria del confort a costa de vida y cerca de 80 las que han adoptado una identidad menos estresante en todo el planeta.
“Vos sabés que yo trabajé en marketing hasta que me quedé sin empleo y me vine a instalar en Mar de las Pampas. Ahora tengo un restaurante al que ni nombre le puse, porque yo pienso que si es buena la comida, en un lugar chico, la recomendación debe ser boca en boca y el nombre ni hace falta. En mi restaurante, si pedís un plato, lo que hay que tener bien claro es que hay que esperar no menos de media hora o cuarenta minutos. No hay comida precocida o ‘marcada’. Todo es fresco y del día, y hay que tener paciencia”. Mazzoni lo dice todo con su santa calma, a la que pudo llegar viviendo, al menos la mitad del año, en Mar de las Pampas, lejos del bullicio atronador de Buenos Aires.
“Si vos instalás una antena, de inmediato, a 500 metros a la redonda, no vas a encontrar a ningún pájaro. Eso demuestra el nivel de contaminación. Por eso, en Mar de las Pampas no hay señal para los celulares. Si querés comunicarte, vas a tener que irte hasta la playa, de día, de noche, con lluvia o con sol”. La idea de la Slow City fue planteada ya al municipio de Gesell, del que depende Mar de las Pampas, y fue aprobado. “El primer objetivo fue convencer a los que vivimos o tenemos emprendimientos comerciales en este lugar. Las discusiones fueron, a veces duras, pero hoy la mayoría está a favor de la iniciativa y los turistas que vengan tienen que tener en claro que deben adaptarse a esas normas”, insiste Mazzoni.
“Para nosotros, el objetivo planteado no es algo difícil de concretar, porque de alguna manera era lo que veníamos haciendo. De todas maneras hay que trabajar en muchos aspectos, como en el tratamiento de los residuos domiciliarios. Vamos a instalar una nueva planta de procesamiento, parecido al tratamiento que se les da a los residuos en Buenos Aires, para terminar con la quema a cielo abierto”. En materia dedefensa de los lugares verdes, un nuevo código de edificación intenta preservar el 70 por ciento del bosque. Las nuevas casas tendrán que respetar las normas, que son más estrictas que las que ya regían.
Mientras tanto, seguirá en pie la negativa a asfaltar las calles. En Mar de las Pampas, la mayoría de las arterias no llevan a ningún lugar, sólo serpentean entre las casas. Sólo cuatro calles llevan a Gesell o hacia el sur, a las vecinas localidades de Mar Azul y Las Gaviotas. Eso desalienta a los ases del volante. Las obras que sí se habrán de iniciar son las relacionadas con la construcción de cloacas, agua corriente y gas natural. “Lo que nosotros les proponemos a los turistas es que no trasladen a su lugar de vacaciones, el estrés que vienen cargando. Por eso no tenemos ni tendremos servicios de comidas rápidas, no habrá señal para celulares y los autos, si es posible, tendrán que quedar detenidos en las casas, mientras dure el veraneo”. O en todo caso, si los utilizan, tendrán que tener en cuenta los carteles que dicen: “Estamos caminando” y que indican que no se puede circular a más de 30 kilómetros por hora.
Mientras se realiza la charla con Página/12, se escucha afuera el paso veloz y ruidoso de un cuatriciclo. “Ves, eso es lo que no puede ocurrir en una Slow City. Esto indica que todavía nos queda mucho por hacer para lograr lo que queremos”.
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