Domingo, 4 de junio de 2006 | Hoy
“A los 25 años empecé a tomar todas las noches, desde las siete hasta desmayarme. Mi mamá había fallecido y me habían dado un diagnóstico de cáncer que no fue. En poco tiempo entré en la cocaína, que la usaba para tomar más. La consumí dos o tres años”, recuerda Laura, de 39 años. Hace un año y siete meses entró a Alcohólicos Anónimos (AA).
Ella cuenta que en las reuniones de los grupos, “nadie te dice qué tenés que hacer, nadie te habla directamente”. “Hay un coordinador que rota todos los días, que es un compañero, no hay límite de gente, tenemos cinco minutos donde contamos cómo estamos y otra persona lo comparte si se siente identificada”, explica.
“En AA –relata– encontré un grupo de pertenencia, me enteré que el alcoholismo es una enfermedad, te podés recuperar pero no curar.”
Héctor M., de 67 años, también es otra de las personas que asisten a AA. “Estaba desesperado. Tenía mucho que perder, mujer, dos hijos. Ahora hace 15 años que dejé de tomar. Yo veía que iba al fracaso. Había vendido un negocio y estaba sin trabajo, pero cómodo y vivía de esa plata”, recuerda. “Lo hablé con mi mujer, entré al grupo y al otro día ya no tomaba. Mis compañeros (de grupo) me dieron mucha esperanza; compartimos todo. Esta es una enfermedad de pérdidas. Perdés familia, trabajo, todo.”
“Cada vez más jóvenes concurren a las reuniones. Cómo puede ser que un chico de 20 años esté acá. Hace quince años, el promedio de edad era 45, ahora hay muchos adolescentes que ya están jugados. Bajó mucho el nivel de edad. Ahora está en los treinta y pico”, sostiene.
En todo el país hay unos 900 grupos de alcohólicos. En Capital Federal funcionan 92, y en el Gran Buenos Aires alrededor de 400. Su sitio es: www.aa.org.ar.
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