Un rescate "complicado"

El rescate de los 33 operarios atrapados a 700 metros de profundidad será una odisea técnica y humana, amenazada siempre por la posibilidad de nuevos derrumbes, anegamientos y fallas técnicas. El jefe del operativo de rescate, el ingeniero André Sougarret, explicó que realizarán una "excavación vertical, que es la opción más rápida".

La operación, que tardará de tres a cuatro meses, comenzará mañana, cuando entre en operaciones la perforadora de última generación Xtrata, de procedencia sudafricana.

La máquina hará una perforación inicial de unos 25 centímetros, para que luego un plato escariador amplíe el ducto a 66 centímetros, espacio por el que los mineros deberán subir a tierra en un canasto.

La perforación avanzará unos 15 metros diarios hacia las entrañas de la tierra, por lo que los mineros podrían volver a casa para Navidad, agregó el ingeniero Miguel Fort.

Pero construir ese ducto vertical de 700 metros es sólo una parte del problema, quizás la menor, pese a las amenazas de derrumbes y anegamientos por la existencia de napas de agua subterránea.

Paralelamente, las fuerzas de rescate concluirán y mantendrán tres ductos de unos diez centímetros de largo, a través de los cuáles abastecerán de comida, agua y sobre todo apoyo moral a los mineros.

"La contención psicológica será clave en la salud de los mineros", repitieron los psicólogos que respaldan la operación de rescate. El encierro a 700 metros de profundidad, en un habitat húmedo, caliente y oscuro, puede generar depresiones, crisis de pánico y diversas alteraciones que compliquen la sobrevida de los mineros.

Por ello, un objetivo central será mantener a los mineros ocupados con labores de apoyo al rescate y en contacto diario con sus familias a través de cartas, grabaciones o fotografías. Cada contacto será enviado en "palomas", pequeños tubos que viajarán 700 metros hacia la tierra, llevando noticias entre las familias.

Pero en las afueras de la mina San José, donde trabajaban los 32 mineros chilenos y uno boliviano, la ilusión reina en el campamento "Esperanza", levantado con carpas por los familiares tras el derrumbe del 5 de agosto.

"Ellos pueden aguantar cuatro meses, y más, abajo", asegura Sandro Rojas, hermano del minero atrapado Esteban Rojas, quien sobrevive en las profundidades del desierto de Atacama junto a otros tres miembros de su familia, Paulo Rojas, Víctor Segovia y Ariel Ticona.

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