UNIVERSIDAD › CRITICO DIAGNOSTICO SOBRE LA UNIVERSIDAD HOY

Fragmentada y sin identidad

La caída de la calidad, el colonialismo cultural y la crisis del financiamiento analizados por especialistas en educación.

 Por Javier Lorca

La universidad argentina sufre una grave crisis con múltiples facetas: calidad educativa en baja, financiamiento exiguo, identidad fragmentada, funciones indefinidas. En ese diagnóstico coincidieron tres especialistas en educación superior: Marcela Mollis, Miguel Talento y Atilio Boron, convocados a debatir sobre “El rol de la universidad ante los nuevos desafíos”. El encuentro, del que también participó el secretario de Políticas Universitarias, Juan Carlos Pugliese, se produjo dentro del congreso realizado por la Conadu el fin de semana pasado (ver aparte).
“Repensar la universidad argentina desde una imagen intranquilizadora” fue la propuesta de Mollis, que empezó criticando la reforma educativa de los ‘90, promovida por los organismos internacionales, y en la cual “el conocimiento no fue el actor protagónico”. Ese abandono de la esencia universitaria asoma en indicadores como la exigua porción del PBI invertido en educación y “la división internacional del trabajo”, división que le deparó a la universidad argentina ser consumidora de saber generado en otros países. “Se ha operado el quiebre de la identidad de las instituciones y de los universitarios... Pensamos cada vez menos en la universidad como una comunidad. Hoy, a los universitarios nos identifica la heterogeneidad”, dijo. Esa fractura atraviesa al claustro docente, en cuyo interior Mollis advierte identidades diversas: por un lado, una minoría de expertos, investigadores que pudieron formarse en el exterior, “globalizarse”, financiados por organismos internacionales; y por otro lado, la gran mayoría de “docentes enseñantes”, que deben confrontar con la masividad en condiciones pauperizadas.
La privatización de la educación superior resultó una de las principales consecuencias de los ‘90. La investigadora de la UBA recordó que por cada 10 mil habitantes había 109 alumnos universitarios en 1950, 149 en 1980, y cerca de 478 en la actualidad. “La reforma tuvo como objetivo la satisfacción de esa creciente población que quería educación superior” y se respondió con la creación de más universidades y terciarios, en especial entidades privadas: “La privatización como política de atención de la demanda”. Frente a su inquietante diagnóstico, Mollis propuso “volver a la idea de comunidad universitaria”, en la que “una ética cívico-institucional debería reemplazar a la ética individualista”.
Para Miguel Talento, miembro de la Comisión Nacional de Educación y Acreditación Universitaria (Coneau), la universidad se ha vuelto incapaz de procesar y seleccionar ante la aceleración del conocimiento. “Hay una enorme crisis curricular. Hay centenares de títulos, una multiplicación de ofertas académicas sin correlato real en términos científicos y profesionales –advirtió–. Hoy prima en la universidad una dinámica de la fragmentación. No hay discursos que organicen en lo político e institucional la totalidad de las funciones de la universidad.”
Una mirada macro aportó Atilio Boron, insertando la crisis de la universidad argentina en el ámbito latinoamericano. Como tendencias dominantes en la región enumeró, en coincidencia con Mollis, la masividad (el pasaje de 270 mil alumnos universitarios en 1950 a los 9 millones actuales) y la privatización (“hasta los ‘50 predominaban las universidades públicas... Hoy las privadas tienen el 40 por ciento de la matrícula”). La otra gran tendencia sería “el achatamiento de la calidad educativa en todo el continente”. El secretario ejecutivo de Clacso desbrozó luego la crisis financiera que ahoga a la universidad. “El neoliberalismo convenció de que no hace falta financiar la universidad pública, institucionalizó que en lugar de inversión eso es un gasto. La crisis del financiamiento se agrava cuando se exigen cambios sin aportar dinero... El financiamiento público sigue siendo fundamental.” Boron destacó que mientras Estados Unidos y Canadá invierten 9500 dólares al año por alumno, América latina apenas destina 650. “Por suerte, nuestrosalumnos no son 14 veces inferiores”, matizó. Aunque la crisis de calidad avanza, según Boron, alimentada por la masividad y por la fragmentación del conocimiento.
“¿Para qué queremos la universidad? Hace unos años se hubiera dicho que su función era ser la conciencia crítica de su tiempo. Hoy parece que la función de la universidad es servir a las demandas del mercado. Para eso no necesitamos una universidad, bastaría con institutos terciarios. Pero, ¿la Argentina es un mercado? ¿O somos una Nación?”, inquirió Boron. La servidumbre de la universidad al mercado se complica con la crisis financiera y desemboca en “colonialismo cultural”, una figura que parecía impronunciable: “Para escapar a la crisis económica, las universidades terminan replicando a los países desarrollados”. ¿Cómo se llega a eso? Por ejemplo: para conseguir financiamiento, un investigador debe publicar artículos en ciertas revistas norteamericanas. “La agenda científica termina siendo manejada por esas publicaciones y se produce un creciente alejamiento de la realidad nacional. La universidad latinoamericana resulta un agente reproductor de temáticas que no tienen que ver con nuestra realidad.”

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