ESPECTáCULOS › ALFREDO ARIAS, DE REGRESO A LA ARGENTINA CON “LAS RELACIONES TROPICALES”

“En los países más ricos, la rutina aplasta”

El actor y director radicado en Francia presenta una revisión de “Las relaciones peligrosas”, de Choderlos de Laclos.

 Por Hilda Cabrera

“Esto es un injerto entre un jardín francés y una selva tropical. Un engendro en el que me gusta jugar con mi verdad histórica, que es la de vivir desde hace años en Francia, pero no olvidar el contacto con la cultura latina y la mía propia, porque el bolero me gustó siempre.” Esto dice el actor y director argentino Alfredo Arias, quien, radicado a partir de los ‘70 en Francia, desarrolló allí una singular e importante trayectoria, permitiéndose además tender un puente artístico entre aquel país y la Argentina. A sus últimas experiencias de trabajo en Buenos Aires (las régies de La carrera del libertino y Bomarzo) suma ahora el estreno de Las relaciones tropicales (pasado mañana en La Trastienda, de Balcarce 460). En esta propuesta (que se ofreció a modo de avant première el sábado 9 a los lectores de Página/12) confluye el mundo del bolero con las arteras pasiones de Las relaciones peligrosas, novela epistolar del francés Pierre Choderlos de Laclos (1741-1803), geómetra y artillero, autor además de audaces ensayos para su época, como Elogio sobre Vauban, donde satirizó a un ingeniero militar de entonces, y Epístola a Margot, arremetida contra una de las favoritas de Luis XVI, guillotinada en 1793. Ese año, él mismo fue encarcelado (dirigió el Journal des Jacobins), pero escapó de la decapitación, después de lo cual se puso al servicio de Napoleón y partió a Nápoles, donde murió.
Choderlos defendió el derecho de las mujeres a mantener amores libres a la par de los varones en La educación de las mujeres, escrito en 1785, tres años después de la aparición de Las relaciones... Ya entonces circulaban textos eróticos que, como su novela, habían adoptado el género epistolar. Algunos eran anónimos y otros, firmados con nombres inventados. Un Catecismo libertino fue atribuido a la célebre revolucionaria Théroigne de Méricourt, pero después se reveló que no le pertenecía. El embuste buscó desprestigiar a las mujeres que tomaban parte activa en la organización política de las Comunas.
La intriga cortesana recreada por Choderlos se inserta en los años anteriores a la Revolución de 1789. Nace de la venganza de una mujer (Merteuil) que desencadena la humillación de otra de menor rango social y distinto temperamento: la burguesa y virtuosa Madame de Tourvel. Los tejedores de esta trama erótica, impregnada de ambición y deseo sexual, son la astuta marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, pintura de un don Juan “al que se le conoce el truco”, como observó el escritor y político francés André Malraux en el prólogo a una de las ediciones del libro. Lo peculiar es que en esta historia de pasión y poder, aquello que coacciona no es tanto la fuerza como “la persuasión”. La novela inspiró versiones cinematográficas como las de Roger Vadim, Stephen Frears y Milos Forman, y teatrales: la de Christopher Hampton (que estrenó en Buenos Aires el fallecido director Cecilio Madanes, en 1993) y la del alemán Heiner Müller, Quartett, de 1982, de la que se realizaron dos puestas en Buenos Aires. En diálogo con Página/12, Arias reflexiona sobre esta nueva invención suya de entrelazar los satíricos desbordes de la novela con el sentimentalismo desenfrenado de los boleros: “Era una manera más de crear un juego de espejos, monstruoso quizá, sobre algunos aspectos de la cultura francesa y latinoamericana. Lo que ha quedado, creo, es un music hall levemente satírico”.
–¿Intentó un trasvase de la historia a lo popular?
–Siempre me interesó traducir las grandes historias al lenguaje común. Me divierte lo que ha hecho Estanislao del Campo con Fausto, por ejemplo. Ese contrapunto entre lo “grande” de la literatura y las cuestiones menudas me permite recrear otro espacio para lo “sagrado” y lo “profano”.
–¿Por qué eligió para Las relaciones tropicales un clima urbano?
–La ambientación no es precisa sino una especie de collage. Me hace pensar en la obra plástica Juanito Laguna, de Antonio Berni, y en su climade suburbio con algún parecido a un mercado de pulgas. En estas Relaciones..., mezclo elementos que son resabio de una sofisticación francesa y otros afines a la precariedad del lugar en el que estamos trabajando, en este espacio de La Trastienda. El diseño de algunos trajes y de las luces encarna una exquisitez que, por ahí, no puede “participar” de la tosquedad de otros territorios. (El vestuario es de Françoise Tournafond y la iluminación, de Jacques Rouveyrollis.)
–¿Cómo resuelve el tema del poder, en el sentido de la influencia que ejercen uno y otro personaje a partir del conocimiento de las debilidades ajenas?
–No creo haber hecho una intervención ideológica sobre la novela, ni tomado una posición. Mi principal interés fue traducir el lenguaje refinado y perverso de la novela a otro que siento más frondoso y carnal, y que a su vez lo desmitificara, un poco burlonamente y con bastante poesía. No he tomado posición, por ejemplo, sobre Merteuil como símbolo de rebeldía femenina. Sí en cambio sobre sus estrategias de dominación y el tremendo poder de destrucción que demuestra y que se volverá en contra de ella.
–¿Qué le sorprende en esta vuelta a la Argentina?
–Cada regreso es para mí un nuevo entrenamiento. Me da la oportunidad de crear sobre lo opuesto, procedimiento que me interesa mucho, como poder hacer una régie en el Colón, estrenando Bomarzo, y casi inmediatamente presentar un espectáculo completamente distinto en un espacio del off, como La Trastienda, donde establezco mi propio laboratorio guiado por mis ideas y con la colaboración y energía de los artistas argentinos. Me gusta hacer bien mi trabajo; por eso, cuando vengo a la Argentina me preocupo por conservar mi disciplina, pase lo que pase fuera de este mundo del teatro. No quiero escuchar a los que me dicen que algo no se puede hacer porque estamos en la Argentina. No importa que la realidad sea precaria; yo insisto y voy al fondo de mis ideas, tratando de arreglármelas. Las carencias me activan, me llevan a buscar otro tipo de comunicación artística, que a veces la rutina de los países más ricos aplasta. Volver es siempre fascinante, como comprobar que existe una gran potencia y una locura muy especial en los artistas argentinos.

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“Cada regreso es para mí un nuevo entrenamiento”, dice Arias, que vive en Europa desde los años ‘70.
 
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