Domingo, 29 de abril de 2012 | Hoy
Por Juan Gelman
“Irán avanza paso a paso al lugar que le permitirá decidir si fabrica una bomba nuclear. Aún no ha decidido recorrer el camino hasta el final.” Esta afirmación no proviene de cualquiera: la formuló el teniente general Benny Ganza, jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), en una entrevista que concedió al periódico israelí Ha’aretz. No es exactamente lo que opina el primer ministro Benjamin Netanyahu (www.haaretz.com, 25-4-12).
El día de la conmemoración del Holocausto, el premier israelí centró su discurso en la “amenaza existencial” que representa Irán. Rechazó las duras críticas de que fue objeto por relacionar ambos temas: “Temer a la verdad, que hay hoy en día quienes también buscan destruir a millones de judíos, es faltarle el respeto al Holocausto e insultar a sus víctimas”. Es el argumento victimista que el gobierno sionista reitera para justificar su voluntad bélica. Y otras voluntades.
El general Ganza mostró optimismo en el resultado de las negociaciones que el grupo P5+1 realiza con Irán, cuya primera etapa finalizó la semana pasada. Señaló que las instalaciones nucleares iraníes no son a prueba de bombas y que Teherán es consciente de ello. “Si el líder religioso supremo, el ayatolá Alí Jamenei quiere, alentará la obtención de una bomba nuclear, pero antes deberá tomar la decisión. Sucederá si Jamenei cree que será invulnerable a la respuesta. Sería un error enorme y no creo que desee llegar hasta allí. Pienso que la conducción iraní está integrada por gente muy racional.”
El jefe de las FDI parece señalar varias cosas: 1) que Irán anda lejos de una bomba nuclear, tal como saben los 16 servicios de inteligencia de EE.UU. y sin duda el Mossad, el más penetrante, si no el mejor, de esa clase de servicios; 2) que la histeria de Israel y su seguridad de que el programa nuclear de Irán se orienta definitivamente a obtener la bomba están fuera de lugar; 3) que quien dirige Irán es el máximo líder islamita –quien domina el 75 por ciento del Parlamento desde las elecciones el 2 marzo– y no el vociferante presidente Mahmud Ahmadineyad, gran derrotado en esos comicios, que niega la verdad del Holocausto y quiere borrar del mapa a Israel; 4) que Jamenei es “muy racional” y se abstendría de producir armas nucleares. Una visión muy diferente de la que propagandiza Netanyahu.
Irán aceptó la propuesta de Obama de iniciar conversaciones sobre su programa nuclear y el sábado 14 de abril tuvo lugar la primera ronda en Estambul. Representantes del P5+1, formado por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU –EE.UU., Gran Bretaña. Francia, Rusia y China– más Alemania se reunieron con la delegación iraní encabezada por Saeed Jalili, secretario del Consejo Supremo de Seguridad nacional, en conversaciones que funcionarios de la Unión Europea calificaron de “constructivas” y “positivas”. Fuentes del lado iraní, sin embargo, señalaron que era prematuro juzgar el clima del diálogo antes de escuchar los puntos de vista de cada parte (www.presstv.ir, 14-4-12). Netanyahu se enojó.
El primer ministro israelí dijo que Irán obtuvo “un regalo” de las potencias occidentales que le permitirá seguir enriqueciendo uranio durante cinco semanas, ya que la segunda ronda se realizará el 23 de mayo en Bagdad (//latimesblog.latimes.com, 15-4-12), y exigió que Irán detenga ese proceso y entregue todo su uranio, condición imposible para Teherán. Pedir lo imposible entraña el riesgo de no obtener lo necesario, decía Napoleón.
En esta primera ronda las partes acordaron que Irán, en tanto que Estado parte del Tratado de No Proliferación Nuclear de la ONU (NPT, por sus siglas en inglés), está obligado a probar que su programa nuclear sólo tiene fines pacíficos, como afirma. Si así lo hiciera, tendrá derecho a un programa de energía nuclear para usos civiles. También decidieron disipar la preocupación internacional acerca del programa iraní mediante un proceso gradual de construcción de confianza y sobre una base recíproca (www.worldpoliticsreview.com, 16-4-12). La pregunta es en qué se basará tal proceso.
Se sugiere, por ejemplo, que si detiene su enriquecimiento de uranio, que llegaría al 20 por ciento, y retira de su territorio el material enriquecido, la comunidad internacional, a su vez, proveería a Irán de combustible nuclear para su reactor de uso medicinal o aliviaría las sanciones que ya le ha impuesto. No deja de ser una contradicción: si los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica comprueban que el programa iraní es claramente pacífico, ¿por qué aplicarle sanciones y por qué retirarle el uranio enriquecido?
Es, de todos modos, alentador que se intente resolver el problema mediante negociaciones diplomáticas en vez de los bombardeos que anunció hace tiempo Netanyahu. El general Gantz cree que serán fructuosas. Su jefe no quiere esperar.
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