Leo en el diario del día 8 de junio una noticia que relata el encuentro de cuatro representantes de cooperativas periodísticas y gráficas del país. Una de ellas es El Independiente de La Rioja, diario que fue fundado por mi padre y otros tres socios en el año 1959.

Comenzó siendo un diario que se hacía con una radio y dos máquinas de escribir y con mucho pulmón. Cuando el diario compró la primera teletipo, con la que recibía las noticias desde todo el mundo, los riojanos visitaban la redacción porque era todo un fenómeno.

En el año 1970, y por iniciativa de los dueños, que en ese momento eran tres personas, Alipio Paoletti, Mario Paoletti y Ricardo Mercado Luna, decidieron convertir la empresa Editorial Norte en Coopegraf. Y se cooperativizó todo: el inmueble, las máquinas para imprimir... La razón que llevó a hacerlo fue ideológica: vivir coherentemente. Desde ese momento se constituyó la asamblea de socios y por mayoría de votos, todos menos uno –el de mi padre– Tito Paoletti fue elegido director del diario.

La línea editorial del diario era resuelta en asamblea y así fue hasta el golpe militar del 24 de marzo de 1976 cuando el diario fue intervenido, sus periodistas presos y perseguidos. Mi papá se salvó porque no estaba en La Rioja y después de vivir un año clandestinamente en Buenos Aires (mientras realizaba prensa de la resistencia) pudo exiliarse en Madrid junto a su familia.

A los que cayeron presos los obligaron a firmar una renuncia en la que no sólo dejaban la cooperativa sino que se comprometían a no ejercer nunca más el periodismo y a mi viejo le falsificaron la renuncia.

En julio de 1984, de regreso en el país, y ya en democracia, los renunciados se presentaron a reclamar sus puestos de trabajo.

Fue entonces que la asamblea de socios se decidió a aceptar las renuncias, recién ocho años después. Y esa vez no fueron los milicos, fueron sus mismos compañeros los que les negaron su trabajo. La dictadura ya había hecho escuela.

Ana Paoletti

D.N.I. Nº 20.253.915