Domingo, 14 de septiembre de 2008 | Hoy
DEPORTES › LA PARTICULAR HISTORIA DE REINALDO, GOLEADOR BRASILEñO EN LOS ’70
El delantero, ídolo del Atlético Mineiro, festejaba cada uno de sus tantos con su puño izquierdo en alto por su militancia. Pero ese gesto hizo que la dictadura brasileña lo tuviera en la mira y que no le permitiera hablar de política durante el Mundial ’78.
Por Gustavo Veiga
En Brasil sobran los grandes jugadores de apellidos sonoros que empiezan con erre: Ronaldo, Ronaldinho, Robinho y hasta Rivelinho, campeón mundial en 1970. En esa lista debería tener un lugarcito Reinaldo, el ídolo más venerado y máximo goleador de todas las épocas en el Atlético Mineiro. Anotado en el registro civil de Ponte Nova como José Reinaldo de Lima, el delantero, además de ser un virtuoso con la pelota y marcar 255 goles en toda su carrera –que se truncó a los 28 años por una serie de lesiones en sus rodillas–, era un militante de izquierda. Cuando festejaba un tanto lo hacía cerrando su puño izquierdo en alto y eso lo puso en la mira de la dictadura militar brasileña, a mediados de los ’70. En la historia de este futbolista hay otra historia, no difundida en la Argentina, que lo vincula con nuestro país y el Mundial ’78. Reinaldo la contó este año y demostró hasta qué punto el deporte queda atrapado a menudo por la política.
Cuando el presidente de Brasil, el general Ernesto Geisel, despidió al plantel que disputaría el Mundial, le pidió al delantero que se dedicara a jugar al fútbol, que no hablara de política y que dejara ese asunto para ellos, los militares. Reinaldo no habló de política pero sí haría dos cosas: festejó su gol contra Suecia en el estadio mundialista de Mar del Plata con el puño izquierdo en alto el 3 de junio del ’78 (las dos selecciones empataron 1 a 1) y recibió una carta anónima en la concentración brasileña que denunciaba la complicidad entre las dictaduras de los dos países.
“En aquella Copa del Mundo la comisión técnica era una comisión militar. El director de la Confederación Brasileña de Deportes de la época, André Richer, me recomendó, me aconsejó no hacer ese gesto. El decía que era un gesto revolucionario, un gesto político, un gesto de socialismo”, dijo Reinaldo en una entrevista que le realizó el periodista y escritor Geneton Moraes Neto el 22 de junio de este año. Richer, el dirigente que le hizo aquella sugerencia, es el secretario general del Comité Olímpico Brasileño, un ex remero que además fue jefe de las delegaciones de su país a los Juegos de Moscú, Los Angeles y Seúl.
El goleador no lo tuvo en cuenta, saludó como buen izquierdista y, lamentablemente para él, no pudo llegar mucho más lejos en el Mundial ’78. Jugó el 7 de junio su segundo partido contra España (0 a 0) y las rodillas que tantos problemas le habían ocasionado en su carrera, le impidieron reaparecer hasta el partido por el tercer puesto contra Italia (2 a 1) en el que apenas ingresó en el segundo tiempo. Argentina saldría campeón al día siguiente después de ganarle la final a Holanda y haber dejado en el camino a Brasil por diferencia de gol en la etapa anterior.
Sin chances de jugar la mayoría de los partidos, Reinaldo sufría en la concentración brasileña, hasta que un día la pasó aún peor. Fue cuando recibió una carta fechada en Venezuela, pero sin remitente, en la que se encontró con una denuncia explosiva. El texto que traía el sobre contenía un informe sobre violaciones a los derechos humanos en el marco del Plan Cóndor. Y precisaba las sospechosas circunstancias de la muerte de un ex presidente constitucional brasileño, Juscelino Kubitschek, como consecuencia de un accidente de tránsito el 22 de agosto del ’76.
El jugador no comentó con nadie lo que le habían enviado, guardó la carta en el fondo de su valija y no la sacó hasta que regresó a Brasil. Después de analizar que esa información podría ser de utilidad para los militantes que luchaban contra la dictadura brasileña, se la entregó a un cantante y compositor amigo que estaba censurado por el régimen: Luis Gonzaga do Nacimiento Junior, Gonzaginha. Pero cuando murió el músico en un accidente de tránsito en 1991, se perdió el rastro de aquella carta que Reinaldo sacó de la Argentina escondida en su maleta.
El mayor goleador en la historia del estadio Mineirao convirtió en ese gigante de cemento 153 de los 255 goles que hizo en toda su trayectoria (en Brasil toman en cuenta quién hizo más goles en cada cancha). Con la misma convicción que llegaba al arco rival o tiraba un caño, acaba de desenterrar ese par de historias del Mundial ’78 que refuerzan la tesis del estricto control militar sobre cada cosa que pasaba en el mundo deportivo. Y cómo las dos dictaduras se complementaban para que todo estuviera rigurosamente vigilado.
Hoy, con algunos kilos de más, la cabellera ensortijada más canosa y a los 51 años, Reinaldo es recordado, además, como un luchador que defendía el regreso de la democracia a Brasil. Un jugador comprometido como aquellos que también reclamaban elecciones desde el club Corinthians, con el exquisito volante Sócrates como líder, a principios de la década del ’80 (ese movimiento se conoció como democracia corinthiana). Una rareza en el súper profesional mundo del fútbol, donde el dinero rápido y fácil parece ser lo único que importa, aunque no siempre.
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