Martes, 4 de noviembre de 2008 | Hoy
DEPORTES › LAS DOS VUELTAS QUE DEFINIERON EL TíTULO MUNDIAL DE FóRMULA 1
Eso de que “las carreras se acaban cuando cae la bandera a cuadros” se reveló falso en el GP de Brasil. Porqué el inglés ganó el título a dos curvas del final cuando lo había perdido dos giros antes. El papel del alemán Timo Glock y la influencia del equipo McLaren.
Por Pablo Vignone
Las vueltas 70 y 71 del Grand Prix de Brasil de Fórmula 1 fueron, en palabras del flamante campeón mundial, Lewis Hamilton, “las dos vueltas más duras” de toda su carrera y también las más excitantes de la historia moderna de la disciplina. En menos de ocho kilómetros, el piloto británico perdió y recuperó la corona mundial gracias a las instrucciones que el equipo McLaren le brindó por radio y no a causa de un presunto “regalo” del alemán Timo Glock, el piloto de la Toyota a quien los brasileños sindican como el responsable de que su compatriota Felipe Massa, ganador del GP de su país con una Ferrari, perdiera el título por apenas un punto. Esta es la historia completa de esa consagración, reconstruida a partir de los testimonios de los protagonistas.
A seis giros del final de la carrera, cuando sorpresivamente se largó a llover en Interlagos, los líderes decidieron detenerse en los boxes a calzar neumáticos para el agua. Lo hicieron Massa, Alonso, Raikkonen, Hamilton (hasta allí cuarto, una ubicación que le alcanzaba para consagrarse campeón) y Vettel. Sin embargo, Glock, que marchaba séptimo, decidió no detenerse.
“Pregunté por radio qué hacía y me pidieron que no entrara –explicó ayer el piloto alemán–. Fue la estrategia correcta, porque iba séptimo y si no hubiera llovido habría terminado en esa posición. Al final gané un lugar.”
Cuando Hamilton retornó a la pista estaba quinto, una posición que le aseguraba el título por apenas un punto, con Massa adjudicándose la victoria, pero en condiciones lejos de las ideales: “Tenía bastante combustible, estaba pesado –explicó ayer– y la puesta a punto me permitía ir más rápido en las rectas, pero no era lo mejor para las curvas y lo mojado. Trataba de cuidar las cubiertas y que Vettel no me pasara”.
En el giro 69, Glock fue el más veloz de la carrera, marcando 1m18s688, un tiempo de vuelta ¡seis segundos! más rápido que el de Hamilton para ese giro.
Entonces sucedió lo inesperado: al ingresar en la vuelta 70, el Toro Rosso-Ferrari de Vettel superó al McLaren. Hamilton quedaba sexto y, como en 2007, volvía a perder el título en la última carrera...
En la calle de boxes, Ron Dennis, el dueño de McLaren, se preguntó: “¿Cómo puede ser?”. Y empezaron las discusiones: “¿Le peleamos a Vettel o no?”. Martin Whitmarsh, el segundo de Dennis, señaló que no podían “correr riesgos con Vettel, que es un chico joven. Le dijimos a Lewis que lo tomara con calma”. Las comunicaciones radiales serían decisivas.
En el cockpit de su McLaren, Hamilton pensaba qué hacer. “Después de que Vettel me pasó –explicó ayer–, empecé a acelerar para mantenerme cerca suyo, pero tomando más riesgos. No eran riesgos innecesarios, porque sabía que estaba sexto y perdía el título por un punto. Lo primero que pensé fue: ‘Tengo que volverlo a pasar’. Y después empecé a pensar cómo iba a hacerlo, dónde perdía tiempo yo.”
Al chequear los datos disponibles, en la pared de la calle de boxes uno de los ingenieros de McLaren descubrió que, en el sector medio de la pista, Glock había marcado un parcial cinco segundos más lento que lo habitual. Sabían que su Toyota seguía calzado con neumáticos para piso seco y que la lluvia lo estaba demorando.
Entonces chequearon el GPS, el navegador satelital, un mapa del circuito que muestra dónde va corriendo cada piloto. Las cuentas veloces que hicieron en materia de segundos les permitieron predecir que, si el ritmo se mantenía, Hamilton podría alcanzar a Glock antes del final de la carrera. Es decir, una vuelta y media más adelante. Algo así como dos minutos y medio después.
“Le dijimos a Lewis por radio que no se preocupara por Ve-ttel, que Glock estaba con gomas para piso seco y era su objetivo, que iba a alcanzarlo en la última vuelta”, contó ayer Whitmarsh.
Vettel y Hamilton entraron en la última vuelta, la 71, trece segundos detrás de Glock. “Yo ya no tenía grip en las gomas traseras”, admitió el inglés. Pese a la estrategia decidida, en el box de McLaren cundía el nerviosismo. “Empezamos a preguntarnos: ‘¿Está lloviendo tan fuerte como creemos? ¿Nos va a bastar para alcanzarlo a Glock?’ –apuntó Whitmarsh–. Seguro que en el auto Lewis era el más frío de todos nosotros.”
El Toro-Rosso y el McLaren hicieron casi toda la última vuelta con piso mojado, separados por no más de un segundo. Para los espectadores en Interlagos, para los televidentes en todo el mundo, parecía obvio que Hamilton no podía recuperar el quinto lugar; los hinchas de Ferrari palpitaban el estallido de su celebración.
“En la última vuelta, las condiciones estaban imposibles –reconoce Glock–. Era muy difícil mantener el auto sobre la pista con la lluvia. El auto era básicamente inmanejable. Patinaba en todas las curvas, no tenía nada de adherencia. Esa vuelta fue una de las más difíciles que haya hecho en Fórmula 1.”
Para Hamilton también. Las curvas pasaban y no divisaba a Glock, como le habían pronosticado por radio. “En la curva 10 me dijeron por radio que Glock iba justo adelante”, recuerda el inglés. Interlagos tiene 14 curvas y, en ese momento, Ma- ssa cruzaba la línea de llegada y recibía el banderazo. Había ganado el Grand Prix, delante de su público y, por lo que mostraba la clasificación automática, Hamilton era sexto. El paulista podía considerarse campeón mundial.
“Pero yo no sabía si estaba cerca de Glock y si iba a poder pasarlo”, insiste Hamilton.
“El equipo me mantenía informado por radio de que Vettel se me estaba acercando –cuenta Glock–, pero no me dijeron nada de Hamilton. Incluso me enteré de que Lewis me había pasado ¡recién cuando terminó la carrera! En esa última vuelta me pasaron tres o cuatro autos...”
En esa zona de Interlagos, en subida rumbo a la recta principal, donde se precisa buena tracción y las gomas para piso seco patinan irremediablemente en el agua, el McLaren llegó a la curva 11, a la izquierda. “Lo vi cuando Ve-ttel lo pasó, Glock estaba a punto de doblar y yo me metí rápidamente por adentro. En ese momento me relajé.” Si el box no hubiera influenciado su manejo, su estrategia, su conducta en la pista a través de la radio, acaso Hamilton se habría despistado persiguiendo a Vettel.
Trece segundos detrás de Massa arribó Alonso y luego Raikkonen, a 16 segundos, completando el podio. De golpe, las pantallas dejaron de mostrar clasificados. ¿Quién es el cuarto? ¿Quién es el quinto? ¿Massa es el campeón? “Tranquilizate, tranquilizate –le pedía por radio al brasileño su ingeniero, Rob Smedley–. Necesito chequear a Lewis.”
En la pista, Hamilton había recuperado la quinta posición y, técnicamente, la posibilidad de coronarse campeón. Pero en el box de McLaren continuaba el sufrimiento. “En un momento, a pesar de todos los análisis, me pregunté si la predicción se había cumplido –acepta Whitmarsh–. Estábamos mirando el GPS, pero no lo veíamos en la pista. En un momento me cuestioné: ‘¿Lo calculamos bien o salió espantosamente mal?’”
Pasaron diez segundos, quince. El cuarto no cruzaba la línea de llegada. Fueron necesarios 22 segundos después del arribo de Raikkonen para que Vettel se clasificara cuarto. Y menos de nueve décimas después, Hamilton.
“Estaba esperando que, al cruzar la meta, el equipo me empezara a gritar por la radio: ‘¡Uuuuh, ganamos el título!’. Pero no lo hicieron, se callaron y entré en pánico por un segundo”, explica el ahora campeón.
El Toyota de Glock terminó sexto, a 44 segundos de Massa, pero –lo más interesante– a más de cinco segundos de Hamilton. En el tramo que iba de la penúltima curva a la línea de llegada, menos de un ondulado kilómetro de aceleración y tracción, Glock perdió más de cinco segundos con respecto al piloto de McLaren. El Toyota había completado la vuelta 69 en 1m18s; la 70, en 1m28s; la 71, en 1m44s. El alemán no estaba cediendo posiciones: le era imposible manejar su coche.
Completando su vuelta de honor, Felipe Massa esperaba la confirmación de su título. Veía las tribunas de la recta opuesta, pero no sabía si celebraban o qué. “Pasé la curva 1 y nada, llegué a la 2 y me pidieron: ‘Un segundo, porque está peleando con Glock’.” Cuando la Ferrari llegó a la curva 3, la larga Curva del Sol, Smedley fue lacónico: “OK, lo pasó a Glock así que... Buen trabajo, de todas maneras, hiciste un buen trabajo”.
Entonces, Hamilton preguntó por radio: “¿Cómo lo hicimos?”.
“Estoy seguro de que Glock no lo hizo a propósito –señaló Massa tras bajarse del podio–. Estaba muy mojado, no tenía las gomas adecuadas, debe haberse pasado en la frenada.” A Glock, los hinchas brasileños le gritaban: “¡Vendido!”.
Luca Di Montezemolo, el presidente de Ferrari, el equipo derrotado, admitió ayer con tono principesco que en todos sus “años de Fórmula 1” jamás había visto “una definición de campeonato tan increíblemente excitante. Siempre dije que íbamos a pelear hasta la última vuelta del último Grand Prix y es exactamente lo que sucedió al final de una disputa brillantemente tensa”, señaló, antes de recordar que “Ferrari ganó su 16º título de Constructores, el octavo en diez años”. Maquiavélicamente impecable.
“Es la definición más excitante desde que tengo memoria –rubricó Ron Dennis–. Amo la Fórmula 1.”
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