La derrota ante Atlanta fue un golpe duro del que River necesitaba reponerse cuanto antes. Y Huracán, como local, era la cita para retomar el camino del triunfo. Sin embargo, el equipo conducido por Matías Almeyda debió transpirar y mucho para lograr el objetivo. Sin jugar bien pero con mucho esfuerzo y amor propio, logró derrotar por 2-0 al elenco de Parque Patricios, para despegarse así de Quilmes y quedar a sólo un punto del líder Instituto, con el que chocará el próximo sábado en Núñez.

En los primeros instantes del partido era claro cuál era la trascendencia que tenía el duelo para ambos conjuntos. De un lado, un equipo herido, que debía volver a la victoria, ante su gente, para no complicar sus posibilidades de ascenso; y del otro, un elenco bajo de confianza y que veía el punto con buenos ojos. Con esos papeles se desarrolló todo el primer tiempo, en donde River, con un mediocampo muy desconectado de los delanteros y bastante errático, no logró inquietar a Calviño. Sólo sendos remates de afuera del área de Cavenaghi y Ponzio estuvieron cerca de hacer estallar al hincha de River, que colmó el estadio Monumental. Los dirigidos por Néstor Apu-zzo, en cambio, basaban su juego en una presión constante, y en esperar para salir de contra, algo que nunca sucedió.

Ya en el segundo tiempo, con Trezeguet en cancha para formar el tridente ofensivo junto a Domínguez y Cavenaghi, River empezó a llegar con más peligrosidad. Y a los 13 tendría su premio: el venezolano César González se filtró entre la defensa, metió el centro atrás, y Hernán González en su intento por despejar la mandó adentro de cabeza para abrir el partido. Al minuto, todos los planes de Huracán se desmoronaron cuando Ferrero se fue expulsado. Con la ventaja y un hombre de más, River se agrandó y fue por el segundo, que llegó a los 36, de la mano de Cavenaghi, que tras un buen pase de Domínguez, definió con categoría ante la salida de Calviño. Con el 2-0, el conjunto de Núñez se dedicó a mover la pelota, mientras Huracán, que ya jugaba con dos hombres menos por la expulsión de Cristian Tavio, estaba resignado y sólo esperaba el pitazo final.