DEPORTES › LA INCREIBLE Y TRISTE HISTORIA DE ARGENTINOS
Al Bicho lo comen los piojos
Argentinos Juniors vive uno de los peores momentos de su ajetreada historia. No sólo está en serio peligro su continuidad dentro de la Primera División sino que, debido a la desaprensión y el manejo entre irresponsable y deshonesto del patrimonio futbolero, los de La Paternal están en la ruina económica.
Una reciente presentación judicial pone en descubierto la dimensión del desastre.
Por Gustavo Veiga
La saga de Argentinos Juniors es la de un club esquilmado, saqueado como el país en que levantó sus cimientos el 15 de agosto de 1904 luego de que su núcleo fundacional se conociera bajo el nombre de “Mártires de Chicago”. Hoy, a casi dos años de cumplir su centenario, sólo queda tierra arrasada donde antes florecían sus inagotables divisiones inferiores, una parte considerable de la comisión transitoria que gobierna acaba de ser denunciada por asociación ilícita, el nuevo estadio de La Paternal continúa sin terminarse, la lista de juicios es inabarcable y el informe de una auditoría contable arroja datos como el pago de 480 mil pesos por la gestión de una moratoria impositiva, cuyo valor de plaza no superaría los 2 mil. La institución, como si todas estas calamidades no bastaran, también atraviesa una profunda crisis política que colocó a un juez civil, el doctor Miguel Prada Errecart, como árbitro de una disputa por la administración de las magras cuotas sociales, el único ingreso fijo que posee el club en la actualidad.
El retrato de Argentinos Juniors se delinea con más nitidez cuando, al repasar ciertas cifras, los ingresos por transferencias de futbolistas en los últimos cinco ejercicios contables indican que se percibieron, o bien 23.551.933 pesos o 27.760.000 pesos, según la fuente que informe. Incluso, si se tomaran en cuenta las ventas por distintos porcentajes de jóvenes jugadores realizadas hasta fines de 2001, la entidad de La Paternal habría cobrado una suma cercana a los 30 millones entre 1996 y el año pasado. Sin embargo, el pasivo orilla los 15 millones y lo que un sector –el que lidera Oscar Giménez– denomina como “gastos e inversiones” para presentar sus cuentas, el de Luis Segura –el actual presidente transitorio– lo define, por ahora, como “manejos desprolijos y desordenados”.
La fuga de talentos futbolísticos durante los dos períodos de gobierno en que Giménez se convirtió en el hombre fuerte de Argentinos Juniors superó a la etapa que inauguró la venta transitoria de Diego Maradona a Boca en 1981 y su posterior traspaso al poderoso Barcelona de España. Mientras que los pases de Claudio Borghi, Silvano Espíndola, Sergio Batista, Fernando Cáceres, Cristian Traverso, Carlos Netto, Juan Gómez, Juan Pablo Sorín, Diego Cagna, Leonel Gancedo, y tantos otros que jugaron varios partidos en la Primera del club, permitieron recaudar millones que luego se evaporaron, la misma conclusión arroja la etapa que se abrió a mediados de 1996. Aunque existe una diferencia fundamental.
La mayoría de los jugadores que se transfirió en las últimas cinco temporadas ni siquiera había llegado a debutar en Primera. Juan Román Riquelme, Esteban Cambiasso y Fabricio Coloccini, por citar a los tres más renombrados, no tenían ni contrato cuando abandonaron el club. Se fueron seducidos por propuestas de Boca y del exterior, y la institución donde se formaron apenas recibió migajas si se analiza la cotización que alcanzaron cuando se convirtieron en profesionales.
No obstante, como la sangría del semillero nunca se detuvo, Argentinos Juniors cobró 3.200.000 por pibes como La Paglia, Gatti, Lalli y Coloccini, 800 mil por Ruiz y 100 mil por Pablo Islas (todos ellos pasaron a Boca que, además, sumó gratis a Marinelli por un artilugio jurídico). La lista siguió con otros jugadores, tan o menos jóvenes que aquéllos: Diego Placente (River) por 2 millones, Cristian Zermatten (UNAM, México), 1.200.000; Cristian Ledesma (River) 2.200.000; Julio Arca (Sunderland, Inglaterra) 1.925.000 y Nicolás Medina (Sunderland), 1.700.000, entre los pases que arrojaron más dividendos.
La centrifugación de las divisiones inferiores no se ha detenido hasta hoy. Siguen vigentes convenios firmados por la administración de Giménez que cedieron el 20 por ciento de los pases correspondientes a pibes que no han asomado aún a Primera: Daniel Padín (a Gold Players SA), Nicolás Peiretti (a Intersport SA), Damián Rodríguez y Carlos Santibáñez (a CM Fútbol SA). La avidez comercial de ciertos personajes como el ex vicepresidente del club, Humberto Carlés, quien ofició de nexo con Boca para entregarle los jugadores en bandeja, afanosos empresarios a la búsqueda de ganancias inmediatas y directivos de Argentinos Juniors en problemas contribuyeron a que el semillero quedara casi convertido en un recurso no renovable como el petróleo.
Grave denuncia
Hace dos viernes, Alberto Miguel Pérez, un socio vitalicio y ex vicepresidente del club, se presentó ante el Juzgado Criminal Nº 35 a cargo de Eduardo Moujan para denunciar por asociación ilícita y administración fraudulenta a Oscar Giménez, Horacio Pisano, Juan Carlos Malvido, Eduardo Anguilesi y Román Domínguez (todos integrantes de la actual conducción transitoria) y, además, a Adolfo Melnik, ex presidente de la Asamblea de Representantes. Los hechos que el denunciante llevó a la Justicia están respaldados por un informe de la auditoría que realizó el estudio Russo & Asociados. El que despierta más sospechas por su envergadura es un pago por 480 mil pesos que se les efectuó a los señores Jorge Cosoli y Gustavo Lennardi para realizar una moratoria impositiva que entre los profesionales de Ciencias Económicas no podría superar los 2 mil pesos.
Más curioso aún es que, mientras el club gastó 2.200.000 pesos en el fútbol profesional durante su último ejercicio, abonó en el mismo lapso 1.500.000 en concepto de honorarios a abogados o contadores. Semejantes desembolsos no le sirvieron de nada a la institución de La Paternal, ya que dejó caer una moratoria impositiva y se mantuvo la deuda original con la DGI.
La presentación judicial de Pérez también contiene otros dos casos. Uno está referido al préstamo que, el 7 de abril de 2000, le otorgó Oscar Horacio Collins al club por 400 mil pesos. Como ese monto no se le reintegró tres meses después, generó un interés en dólares del 25 por ciento en cinco meses, hasta elevar aquella suma a 500 mil pesos. Sólo catorce meses después de la leonina operación financiera, ésta apareció en los registros contables, según los auditores. Por último, Pérez, quien es abogado, denuncia que el 13 de noviembre del año pasado se firmó un contrato con la firma Manorex LTD, representada por el empresario futbolístico Juan Marcos Franchi y el letrado Daniel Bolotnicoff (ex asesor legal de Diego Maradona), mediante el cual Argentinos Juniors le vendió distintos porcentajes de los jugadores Mariano Herrón, Walter García y Leonardo Pisculichi por 1.278.176 dólares, con una cláusula de recompra que asciende a 1.850.000 dólares y cuyo vencimiento es el 30 de mayo próximo. En esta operación aparecen mencionadas también ignotas empresas y hasta una cuenta en el Bank of America de Nueva York que estaba situado en las desaparecidas Torres Gemelas.
Aunque no consta en la denuncia que cayó en el juzgado del doctor Moujan, se desprende de la auditoría que el club había operado mediante una cuenta abierta en un banco de Miami para recibir el pago del importe correspondiente a la transferencia del delantero Jorge Quinteros, al Mallorca de España, por 1.700.000 dólares. Esa cuenta, que jamás se registró en los libros de Argentinos Juniors, mantenía hasta hoy un pequeño saldo. El ex presidente Giménez le habría confiado al auditor Horacio Russo: “Nos olvidamos de ponerla”.
En su defensa, el sector de la Comisión Directiva transitoria que acaba de ser denunciado por asociación ilícita esgrimía en su campaña electoral a fines del año pasado que el último ejercicio había arrojado un superávit de 1.631.420 pesos y que se olvidaba “tendenciosamente mencionar los gastos e inversiones”, a razón de 34.484.807 pesos en gastos, 2.600.000 en inversiones destinadas al estadio, 350 mil al campo deportivo “Diego Armando Maradona” del Bajo Flores y 91 juicios pagados y generados por otras administraciones por 3.473.132 (las cantidades corresponden a cinco balances, entre 1996 y 2001). Sin embargo, la auditoría señala que el último balance es falso porque no surge de los libros contables y que la supuesta ganancia, con los ajustes hasta ahora detectados, arroja “una pérdida de 3.400.000” y, por ende, un incremento del pasivo que lo eleva a 15 millones.
Final abierto
Mientras la Inspección General de Justicia no se expida sobre la cuestión de fondo derivada de la elección interna del pasado 15 de diciembre –si los votos de la lista Esperanza 2001 se suman o no a Frente para el Cambio, de Luis Segura–, Argentinos Juniors será un tembladeral político. El primero de los sectores, liderado por el licenciado Jorge Celia, se presentó al comicio respaldando la candidatura de Segura para presidente, pero con sus propios aspirantes a la comisión fiscalizadora y la Asamblea de Representantes. Por esa alianza, Giménez no pudo ser reelegido apenas por 18 votos. En 1999 había ocurrido a la inversa. Segura era el derrotado por también escasos 37 votos.
Estas reñidas elecciones, en una institución donde votaron a fines del año pasado 1510 socios, no hacen más que confirmar una regla. En las entidades deportivas donde se da semejante paridad política y, en otras ocasiones, una aguda atomización, siempre conviven las lógicas discrepancias democráticas y las dificultades operativas para gobernar. El caos aparece cuando el manejo del dinero ajeno en una asociación civil está mal administrado o sospechado de corrupción. Entonces, el panorama se torna oscuro y la transparencia es un bien que escasea.
En Argentinos Juniors, durante mucho tiempo han gobernado dirigentes de discutible reputación. La grandeza y la decadencia del club, comprimidas en un par de décadas, lo llevaron a ganar dos títulos nacionales y una Copa Libertadores, a convertirlo en una cantera envidiada de talentos irrepetibles y a ofrendarle al mundo futbolístico el mejor jugador de toda la historia, Diego Maradona. Pero, también, a sufrir el desarraigo por jugar en Mendoza luego de una aventura piloteada por el empresario Carlos Avila –el mismo que acaba de sepultar a El Gráfico con 82 años de historia–, a deambular de cancha en cancha, a acumular una operación ruinosa tras otra y a vaciar su semillero como quien da vuelta de golpe el contenido de una mochila.
Esa mochila que, en un sentido más literal que metafórico, hoy pesa demasiado por la irresponsabilidad de quienes debieron gobernar para el bienestar de los socios y lo hicieron, vaya a saber con qué fines.