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Narváez, hacé las valijas
Por Daniel Guiñazu
Una sola conclusión dejó la victoria, rápida, sencilla y sin riesgos, de Omar Narváez sobre el colombiano Felipe Rodríguez Zapata por nocaut a los 2 minutos y 48 segundos del primer round: si el invicto mosca chubutense pretende un tránsito rápido rumbo a una oportunidad por el título del mundo, deberá hacer pronto sus valijas y probarse a fondo en el exterior. Aquí, en la Argentina, le quedan pocas oportunidades para crecer.
Con 10 triunfos en 11 peleas (7 de ellos por fuera de combate), el país ya le va chico a Narváez. No sobran los buenos valores en las categorías más bajas y el campeón argentino y sudamericano de los moscas, Horacio Chicagual, aparece como su único rival más o menos exigente. Además, la pelea sin equivalencias entre lo que queda del peso y el dólar torna imposible contratar boxeadores extranjeros más o menos aceptables que vayan dando la pauta de su evolución, razón por la cual Narváez no tiene demasiadas opciones para elegir: o se queda y se estanca, o se va y mejora. Sería un desperdicio que un talento como Narváez se frustre en vuelos de cabotaje. Su calidad, su buena línea técnica y la variedad de sus golpes merecen mucho más que una peleíta cada tanto y rivales bastante más calificados que este colombiano de papel. En la previa, Rodríguez Zapata (51,750 kg) era un examinador exigente del futuro de Narváez (51,950 kg). En realidad, lo suyo no sirvió de nada. Bien pronto puso en evidencia su fragilidad, se fue al piso dos veces con otras tantas izquierdas del chubutense y terminó colgado de la primera cuerda del ring de la FAB, dándole de paso la razón a aquellos que sostenían que no podía ser medida de nadie: al momento de subir al cuadrilátero, Rodríguez Zapata llevaba exactamente 32 meses sin combatir.
Por eso, para evitar decepciones como las de la madrugada del domingo, no estaría mal que Narváez empiece a pedir pista más allá de nuestras fronteras. A los 26 años, no tiene tiempo que perder y vegetar, es un pecado que no le es permitido a los buenos boxeadores como él. Pero si finalmente elige México o los Estados Unidos como plataforma de un cercano lanzamiento internacional, tendrá que tener cuidado. Sin la protección de un manager astuto, su sueño de campeón del mundo puede venirse abajo en cualquier momento si se le cruzan en su camino un rival elegido a destiempo o un puñado de jueces inescrupulosos.
Que se entienda bien: no se trata de asumir riesgos así porque sí sino de hacerlo en forma inteligente y gradual. Si se toman estas precauciones, no cabe duda: el destino de Narváez está lejos de la Argentina. Y sólo pueden esperarse cosas buenas de él.