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Owen y Aimar: los carasucias
Por Diego Bonadeo
A ella te la imaginás como la viste la única vez que la viste. A él, también. Un poco los prototipos de la princesa rosa y del príncipe azul. Si sos “él”, la mina de tu vida. Si sos “ella”, el chabón que te desvela. No importa para qué.
Pero cuando llega la hora de los bifes, los dos no resultaron ni más ni menos que soñar con Mercedes Sosa y que la realidad te enjarete a Gloria Stefan o soñar con Eduardo Galeano y que la realidad te enjarete a Corín Tellado.
Creo que las mayorías, no solamente argentinas e inglesas, sino también las neutrales de la pasión, pero no del fútbol, soñaron con otra cosa.
Fue un partido tan dentro de lo común, como la mayoría de este Mundial. Más previsible que sorprendente.
A la Argentina del pelotazo por arriba –vía Verón o Simeone, a veces también Pochettino– Inglaterra le opuso ganarle por arriba. Para peor, Cole pudo casi siempre con Ortega, así como del otro lado Sorin pudo casi siempre con David Beckham. Pero la descompensación se dio por el lado de Owen –lo menor de la noche de Sapporo junto a Aimar– y en el segundo tiempo de Sheringhan, respecto de Batistuta.
Así como contra Nigeria, Bielsa acertó con los cambios, aunque Crespo jugando más tiempo que en el debut produjo mucho menos que en el primer partido. Pero los jugadores no acertaron con los pases.
Otra vez Samuel le tapó la boca y el teclado de la PC a quien esto escribe y Placente pareció asegurarse su lugar en el equipo.
¿Por qué Simeone insiste en jugar de esa manera? ¿No puede de otra? Como se sabe que Verón sí puede, la respuesta no parece ser estrictamente futbolística. Mientras tanto, Riquelme lo mira por tevé, en Don Torcuato, y aparte del 0-1 nos quedaron los dos carasucias: Owen en el primer tiempo y Aimar en el segundo.