La cinta de capitán del seleccionado de los fracasados tiene un indiscutible destinatario: Ronaldinho. Antes del Mundial aparecía en primera línea en todas las encuestas que preguntaban quién sería la figura del campeonato. Jugó mal en los tres partidos de la primera fase, el de los octavos y el de los cuartos. Anduvo flojo como volante cuando tenía delante a Ronaldo y Adriano, y también cuando fue de punta. No es el único brasileño que defraudó: Roberto Carlos y Cafú también se anotaron con errores de diferente tipo que provocaron que se tuvieran que volver mucho antes de lo que todos habían previsto.

La defensa del FFC los tuvo como centrales a Kuffour, uno de los jugadores de más nombre de Ghana –que cometió un macanón contra Italia y ya no jugó– y Gamarra, que se mandó un gran cabezazo contra su arco en el encuentro ante Inglaterra.

En el mediocampo, a Ronaldinho lo acompañan Lampard (pateó mucho, no acertó nunca. Ni siquiera cuando le tocó patear un penal en la definición contra Portugal). Raúl –que jugó medio de prepo porque apretaba al técnico y no hizo mucho– y Scaloni, aunque en su descargo hay que decir que jugó poco.

Para la dupla de ataque hay varios candidatos, pero los que más méritos hicieron son Rooney (aportó poco y encima se hizo echar tontamente en el partido de Inglaterra ante Portugal) y Kezman, que se presentaba como una de las figuras de Serbia y Montenegro, casi no provocó situaciones de gol y encima se hizo expulsar en el partido ante Argentina, ganándose la rechifla de los compatriotas que estaban en la tribuna.

El director técnico de este equipo es Sven Goran-Erik-sson, que bien podría tenerlo como ayudante de campo a Carlos Alberto Parreira, quien declaró cuando Brasil superó a Ghana: “No me hablen de buen juego, estamos en cuartos y eso es lo que importa”.