Una maldición ha caído sobre el Chelsea. La inició Matt Scott, periodista de The Guardian. La leyó todo el mundo en un titular: “Terry extiende la alfombra roja a los galácticos del oeste de Londres”. Galácticos. La palabra maldita. El término que más odian los jugadores del Madrid. La etiqueta asociada a tres años de jugadores glamorosos y segundos puestos. Aunque hay diferencias: el Chelsea lleva dos campañas ganando la Premier League inglesa. John Terry, el capitán, admite que están “desesperados” por lograr la Copa de Europa, el título que el Madrid de los galácticos ganó en 2002. Y algún jugador, como Hernán Crespo, que ayer se fue gratis al Inter, no aguanta el régimen interno, exigente, agobiante, obsesionado con la Champions League. El Madrid lleva tres años sin títulos. Y tiene, según el club, unas cuentas inmaculadas. Justo lo contrario que el Chelsea: al cierre del ejercicio 2004-2005 reconoció pérdidas ¡de 207 millones de euros! Lo normal en la casa: la campaña anterior perdió 122.

El Chelsea busca un contador. Es la noticia que reprodujeron entusiasmados los periódicos ingleses hace unos meses. Los periodistas esperaban localizar al elegido para que les explicara los vericuetos financieros de un equipo alocado, enfebrecido por la lluvia de millones con que lo riega cada año Roman Abramovich, su dueño ruso, la undécima fortuna individual del planeta.

Las cifras marean. Nadie se gasta más dinero en contrataciones –566 millones en las últimas tres temporadas–. Nadie pierde tanto. Nadie tiene que pagar sueldos tan altos, 150 millones, incluidos los costos de las contrataciones, sólo para esta campaña. Nadie vende por menos a sus jugadores: comparando cuánto costaron y por cuánto se vendieron los ocho últimos jugadores que el Chelsea ha dejado marchar, el club ha perdido 58,5 millones. Que se lo digan a Asier Del Horno: comprado al Athletic Bilbao por 12 millones, el lateral ha llegado al Valencia por 7 millones. Mal negocio. Para el Chelsea, claro.

“Es Abramovich el que decide pagar x o y”, se defiende José Mouri- nho, el entrenador del equipo, cuando le dicen que no cierran las cuentas, que se gasta mucho dinero y tiene muy buenos jugadores para haber ganado sólo dos Premiers. “El futuro de algunos clubes se ve afectado por sus inversiones. No el del Chelsea. El dinero de Abramovich lo sostiene”, opina el portugués. “Tendremos éxito porque el club tiene un área comercial que quiere mejorar, pero nunca en conflicto con los intereses del equipo”, cerró aludiendo al Madrid.

Michael Ballack cobra 180.000 euros por semana. Y nadie puede competir con ese sueldo, el mismo de Frank Lampard, Terry y Andriy Shevchenko. Tampoco muchos clubes pueden pagar los 45 millones que el Milan pedía por Shevchenko, de 30 años. Ni apostar por John Obi Mikel, un desconocido jugador que costó 24 millones. Llueven las críticas: ¿No es demasiado dinero para muy pocos títulos?.

Ballack, Kalou, Mikel y Shevchenko se han unido este año a Lampard, Essien, Drogba o Cech. El equipo es una constelación de estrellas. Demasiadas para la Premier, según los críticos. Lo mínimo para aspirar a la Champions, según Terry, el capitán. “Los jugadores que vienen tienen experiencia en la Champions. Nosotros, el deseo y el hambre de ganarla”, mantiene. “Para mí sería un fracaso cerrar mi carrera sin haber ganado la Champions League. Todos los jugadores del equipo están desesperados por ganarla, y ésa es la ambición del club, el presidente y el entrenador”, asegura el capitán. “La Copa de Europa es un objetivo realista”, coincide Shevchenko. A los jugadores del Chelsea, sin embargo, les ha caído una maldición. Ya los apodan galácticos. Y el adjetivo tiene un precio: giras agotadoras por Estados Unidos, por ejemplo. Compañeros que no aguantan las maneras del club, como Gallas y Crespo. Y las altas expectativas de críticos y seguidores: nadie se conforma ya con ganar la Premier League.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12