DEPORTES › LA VIOLENCIA EN LOS ESTADIOS NO TIENE FIN

Voces sin micrófono, pero con palabras valiosas para decir

Mientras dirigentes, funcionarios y periodistas pontifican sobre el tema, los familiares de las víctimas también tienen opinión.

 Por Gustavo Veiga

Sus voces ya no tienen micrófono. Acaso porque incomodan, molestan y son como la recreación de aquel célebre Yo acuso de Emilio Zola, el escritor francés. A esas voces a menudo las reemplazan otras voces, que sí cuentan con micrófono. Pero ellos, los padres de quienes fueron víctimas de la violencia en el fútbol –entre muchas otras víctimas– se parecen a un puñadito de almas entre la gran multitud. Y están hastiados de escuchar siempre a los mismos personajes: funcionarios, policías, dirigentes y periodistas que pontifican sobre el tema sin aportar soluciones concretas. Por eso, es atendible conocer qué piensan sobre una violencia que casi nunca se toma franco y que les arrebató la vida a sus hijos.

Laura Souto, la mamá de Daniel, continúa viviendo en la misma casa de Lanús que habitaba con su hijo. A él –que hoy tendría 41 años–, la barra brava de Boca lo asesinó el 3 de diciembre de 1985, cuando salía de la Bombonera tras presenciar un partido al que ni siquiera había ido la Doce. Racing, el equipo de Daniel, le había ganado a Banfield por 3 a 1. Hoy, Laura denuncia que “nadie hace algo porque no se trata de la vida de sus hijos. Hablan para hacernos creer que tienen sensibilidad. Principalmente, Julio Grondona. A mí, me costó levantarme después de lo que sucedió con Daniel. Sólo quería dormir y nada más. No me quería despertar. Estoy decepcionada de todos y acompaño a las demás mamás porque están como yo. Mire cómo será nuestra situación que, en un encuentro realizado en la Legislatura hace unos días, Castrilli ni nos saludó. Sí quiero distinguir que su abogado lo hizo, pero él ni nos miró”.

Angel Blanco es el padre de Fernando, el hincha de Defensores de Belgrano que murió a los 17 años después de que lo trasladaran en un móvil para detenidos de la Policía Federal. Había ido a ver a su equipo al estadio de Huracán, en un partido donde se definía el descenso con Chacarita, el 25 de junio del año pasado. En la causa por el crimen de su hijo sólo está procesado el agente que manejaba aquel transporte policial. “La única esperanza que nos queda son las palabras del presidente Kirchner, que pidió el esclarecimiento del hecho en un acto de la policía. De las demás autoridades no espero nada, de la AFA tampoco. Los únicos que se portaron muy bien conmigo fueron los chicos de Defensores. Declararon entre 16 y 18 testigos y todavía faltan dos más, que son menores. Uno de ellos denunció que había efectivos con manoplas. Me gustaría que la causa avanzara más rápido. A mí no me saca nadie de la cabeza que fue una emboscada de la Policía Federal a la hinchada de Defensores”, explica Blanco, un hombre tan desilusionado como los demás familiares.

Daniel Hernán García murió apuñalado por barrabravas de Deportivo Morón el 11 de julio de 1995, en Paysandú, Uruguay, durante la Copa América de ese año. Tenía 19 años. Su mamá, Liliana, les apunta a Javier Castrilli y a la AFA, que hoy discuten políticas comunes, impensadas cuando el ahora funcionario era árbitro y querellaba al propio Grondona: “Estoy harta. Castrilli se enoja con los periodistas porque no le gustan algunas críticas. Pero nosotros debemos estar informados. Parecería que para su oficina es mejor que no se sepan ciertas cosas. Hace unos días estuve en una charla en la Legislatura y el único que dijo la verdad fue Gonzalo Bonadeo. Y el menos careta de todos resultó ser Raúl Gámez. Yo no me callo nada, digo las cosas de frente y sigo pensando que la AFA es el cáncer número uno en todo esto”.

El 17 de marzo de 1998, un grupo de familiares y amigos de las víctimas de la violencia en el fútbol le presentó un petitorio de tres carillas a Grondona. Un párrafo solo, por no decir casi todos, podría reenviársele al presidente de la AFA ocho años y medio después sin quitarle una coma: “Las muertes en los estadios ocurren y nosotros constituimos la prueba tangible de tal realidad. Lo más trágico es que seguirán sucediendo en la medida que los responsables directos o indirectos en la organización de los espectáculos no se sinceren con el público y no se propongan firmemente desterrarla de los estadios...”.

La reciente suspensión por seis meses que le aplicó la conducción de la AFA a Juan José Muñoz, el presidente de Gimnasia, es una señal muy clara de que vamos mal y seguiremos peor.

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La violencia en el fútbol parece no tener solución.
 
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