Martes, 5 de diciembre de 2006 | Hoy
DEPORTES › UN DIARIO RUSO SIGUIO A DIEGO DIA Y NOCHE
En el Estadio Olímpico fue un hincha ejemplar, pero parece que afuera no se comportó igual.
Parecía que el viaje a Moscú para la final de la Copa Davis iba a resultar la excursión más tranquila de Diego Armando Maradona en mucho tiempo, pero un diario ruso devolvió al astro y a sus seguidores a la cruda realidad. Flirteos con mujeres, apuestas en el casino, insultos y sobre todo mucho alcohol fueron la tónica en los cuatro días que estuvo en la capital rusa. No fue un “gran escándalo”, como lo describió algún diario ruso, pero tampoco fue un remanso de paz.
Mientras él se entregaba a los excesos, su médico personal, Alfredo Cahe, lanzaba una advertencia que se acercaba al grito de auxilio. “Me preocupa que cuando viaja no lo puedo controlar. El piso de Diego fue de 75 kilos, pero ahora está excedido, está pesando 81 kilos. Tiene un sobrepeso que ya atacamos con un plan dietario.”
A más de 13 mil kilómetros de distancia, el paciente no pareció acordarse de su médico. Según el diario Twoi Djen, que le hizo un minucioso seguimiento a lo largo de su estancia, Maradona no se privó de nada en Moscú. El viernes, por ejemplo, cenó copiosamente en un restaurante francés. Todo transcurrió con normalidad entre copa y copa de champán, pero cuando empezó a llegar el vodka la situación cambió: Maradona empezó a interactuar con las rusas que había en el local, ninguna de ellas al parecer de mal ver.
Una en especial llamó su atención y la saludó con un efusivo beso en la mano. Su ex mujer, Claudia Villafañe, se interpuso en ese momento para frenar la escena. Pero su famoso ex marido la apartó sin contemplaciones para seguir conociendo a su nueva amiga.
La “fiesta” continuó en el casino del hotel donde se alojaban el campeón mundial de México ’86 y su séquito, que incluía a su hermano Raúl. Tras un par de copas de champán, Maradona estaba visiblemente ebrio: según el diario, no era capaz de mantenerse en pie. Sus acompañantes lo enviaron a dormir, pero al poco tiempo apareció de nuevo para jugar a la ruleta.
El sábado, el día que se torcieron las cosas para Argentina al perder el dobles, Maradona volvió a darle fuerte al alcohol, esta vez mientras jugaba al bowling. E hizo gala de su ciclotimia: en un instante firmaba alegremente autógrafos, y al momento siguiente insultaba y gritaba a todo el que lo rodeaba.
Tras la derrota del domingo, Maradona echaba humo, pero aguantó hasta abandonar el Estadio Olímpico de Moscú escoltado por dos hermanos argentinos que viven en California y que hicieron de improvisados guardaespaldas. Una vez fuera del recinto, dio rienda suelta a su enojo plantándose delante de un ómnibus de fotógrafos y lo coronó de la peor manera posible: se apartó dos pasos y orinó contra la rueda de un coche estacionado. De vuelta al hotel, nueva cena y nueva reunión multitudinaria alrededor de Maradona que, otra vez, comió y bebió en abundancia, como demostró el creciente tono de su voz que cualquier huésped del establecimiento pudo notar.
Las revelaciones de Twoi Djen contradicen la buena impresión que había transmitido a lo largo del fin de semana. La Federación Internacional de Tenis (ITF) tenía más miedo a los desplantes de Maradona que a la mezcla de hinchadas, e incluso le advirtió que sería expulsado en cuanto se excediese.
Pero Diego cumplió. Saltó, bailó, cantó y gritó (e insultó, aunque como nadie de la organización lo entendía pasó inadvertido), pero sólo cuando los estrictos códigos de conducta del tenis lo permitían. Incluso se erigió en el cómplice del juez de silla. “La verdad que fue impecable. Teníamos contacto visual durante los partidos, y cuando yo le hacía señas de que se sentara y calmara a su gente, siempre respondió”, explicó el francés Pascal Maria.
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