Jueves, 14 de diciembre de 2006 | Hoy
DEPORTES › DIEGO SIMEONE, EL DT QUE EN 20 PARTIDOS FABRICO UN TITULO
Arrancó el año como jugador de Racing y lo termina como entrenador del equipo que ganó con justicia el Apertura.
Por Pablo Vignone
¡Qué año el de Diego Pablo Simeone! Se retiró del fútbol a poco de comenzarlo y lo despide desde lo más alto del podio, en otro club y cumpliendo otra función. A los 36 años, después de dejar de ser futbolista con la camiseta del equipo que amaba, se sumó al proyecto que rodeaba el retorno de Juan Sebastián Verón a Estudiantes y terminó liderando desde el costado del campo un plantel que jugó el mejor fútbol de la segunda mitad del 2006. Con el llamativo detalle de que, en uno de los clubes que más respetan su historia, Simeone no encarna la línea que viene desde Zubeldía y Bilardo y que luego continuaran técnicos como Russo o Pachamé. “El Cholo es un hijo adoptivo, je”, lo disculpó La Bruja Juan Ramón Verón.
“Esto es impagable. Se me presentan muchas imágenes. Este estadio (el de Vélez) me vio nacer y hoy gano acá mi primer campeonato (como técnico). Siempre hay que creer”, dijo emocionado Simeone tras la conquista. Mientras le escapaba al protagonismo que a lo largo del campeonato adoptaban otros entrenadores, para permitir que fueran los jugadores los que cargaran con los méritos, fue uno de los pocos que sostuvo siempre la esperanza, hasta el final. Después del empate agónico de Argentinos, cuando parecía que se había escapado una oportunidad imperdible, afirmó con convicción cuando faltaba una sola fecha: “Estamos mejor que la semana pasada: nos llevaban cuatro puntos, ahora nos llevan tres”.
Jugó su último partido con la casaca de Racing, justamente ante Estudiantes, en febrero. Lo convencieron de que cambiara la camiseta por el saco y con su estilo de “cuchillo entre los dientes” Racing comenzó a levantar. Pero los hinchas querían el regreso de Mostaza Merlo, la interna de la gerenciadora se impuso y también el desagradecimiento.
No arrancó bien en Estudiantes, que lo contrató tras la defección de Jorge Burruchaga: su primer partido fue en el Morumbí de San Pablo, la noche de la eliminación por penales de la Copa Libertadores. Pero en el mismo vestuario, para consolar a sus jugadores, les prometió la gloria: “Vamos a ser campeones”, les aseguró. Desde entonces, en julio, el equipo jugó 20 partidos, los 19 del fixture y la final inesperada: se acentuaron los rasgos de presión constante, despliegue físico y fuerte convicción que Estudiantes había exhibido en la primera parte del año, pero se le agregaron los elementos de un fútbol más fluido y elaborado, desde la incorporación de Verón al juego y la vocación para nada conservadora del entrenador.
En Avellaneda se quieren cortar las venas. En La Plata, en los festejos de 7 y 50, el apellido del técnico fue pronunciado una y otra vez casi con unción. Pero él, que creyó siempre, sigue –paradójicamente– sin creérsela. “Los jugadores entendieron el mensaje desde siempre –asegura– Confiaron en mí cuando recién empezaba.”
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