DEPORTES › LA INCREIBLE HISTORIA DE WILLY YEMBA

El hijo del embajador, la nueva perla de las inferiores de River

 Por Gustavo Veiga

El chico de ojos inquietos y nariz achatada silabea el apodo de su jugador preferido: “Pi-pi-ta”. Apenas tiene 15 años y admira a Gonzalo Higuaín, quien recién se asoma a los 20. El fútbol actual entrega estas misceláneas, donde ídolos demasiado jóvenes tienen admiradores casi tan jóvenes como ellos. Willy Yemba, un congoleño con cara de niño que acaba de fichar River, no sólo les enseña a sus compañeros de la séptima división cómo hacer la “bicicleta” de Ronaldinho con su zurda prodigiosa; también es el hijo de un diplomático, el encargado de negocios de la República Democrática del Congo en la Argentina. En los hechos, Joseph Yemba sería como el embajador de su país. El hombre que cuando se refiere a su hijo sentencia con orgullo: “Tiene un talento evidente”.

La historia de esta familia africana compuesta por un matrimonio y sus seis hijos no se compadece con las corrientes inmigratorias tradicionales. Porque la profesión de Yemba Lohaka –así reza su tarjeta personal en francés, donde también se lee Chargé d’Affaires (encargado de Negocios)– resultó determinante para que Willy jugara al fútbol aquí. Y además, para que sus hermanos menores, Nathan, de 10, y Joel, de 7, se dedicaran a patear una pelota en Estudiantes del Norte, un club de barrio que compite en la FAFI, la liga porteña de fútbol infantil.

Es curioso. Los Yemba llevan siete años en el país y el único que no habla con fluidez el español es Willy. Su padre oficia de traductor durante la entrevista con Página/12 y le transmite las preguntas en un dialecto congoleño. El pibe, un moreno de mirada profunda, intenta comprender lo que dice el periodista, pero no le resulta sencillo. Es el único de los seis hermanos (cinco varones y una mujer) que no permaneció en la Argentina con los demás porque, según Joseph, “tenía que seguir sus estudios en el Congo”. Y allí se quedó a vivir con un tío.

Por eso, Willy combina los entrenamientos en River –que son por las mañanas– con las clases de un profesor que le enseña nuestra lengua tres veces por semana. Esa es su rutina desde que en septiembre de 2006 se instaló definitivamente en la residencia de los Yemba, en Belgrano R. Para su padre, le había llegado la hora de modelar su carrera como futbolista. Y pensó: qué mejor que hacerlo en uno de los dos clubes más poderosos de la Argentina.

“Me gusta mucho el estadio, porque es grande, no se ven así en mi país...”, cuenta el pibe mientras toma una gaseosa en la confitería El Aguila, ubicada enfrente del club del que se hizo hincha apenas llegó a Buenos Aires. Las anécdotas de Willy comienzan entonces a mecharse con la saga familiar de los Yemba, y sobre todo la actividad de su padre, que traduce cada uno de sus vocablos. El segundo de sus hijos admira a Higuaín, pero también a Fernando Belluschi y a Juan Román Riquelme, entre los futbolistas que juegan en su puesto. “Enganche”, dice el pibe nacido en Kinshasa, la capital de la ex República del Zaire, y se ríe de cómo le sale con espontaneidad la palabra.

El diplomático va por su segundo mandato en la Argentina, tiene rango de ministro y cuenta que está al frente de una de las tres embajadas del Africa negra (las otras dos son Nigeria y Sudáfrica) que hay en el país. Lleva 19 años desempeñándose en Relaciones Exteriores y ya había cubierto destinos en España, Tanzania y Togo. Justamente, este último le impidió al Congo clasificarse para el Mundial de Alemania, ya que su selección salió primera en el grupo de Eliminatorias y lo relegó al segundo puesto.

Yemba desplaza ese ingrato recuerdo de su memoria cuando menciona un detalle debidamente estudiado: “Congo ganó dos de las veinticinco Copas de Africa que se jugaron hasta hoy”. Y para él sólo ese dato lo ubica entre los mejores del continente. Aunque apenas disputaron un Mundial –el de Alemania ‘74– y bajo el nombre de Zaire. En cambio, la selección de su país sí mantiene el apodo con que una vez la bautizaron: los Leopardos.

Willy quizá sepa muy poco de estas historias, aunque consume fútbol en su tiempo libre. Sigue por televisión la Premier League, las ligas de España e Italia y hasta el Ascenso argentino. Cuando llegó, lo quisieron fichar en dos clubes de la Primera B, pero su padre se opuso. En uno, Defensores de Belgrano, llegó a realizar algunas prácticas para aclimatarse. Y el otro, Flandria, surgió como una posibilidad durante el último verano, cuando la familia estaba de vacaciones en San Bernardo y se cruzó con un entrenador de ese equipo. “Lo vio a Willy en un partido que se armó con gente del hotel y enseguida se lo quería llevar”, comenta Joseph.

“Los congoleños son hinchas de la Argentina, les gustó el fútbol que jugó el equipo en el último Mundial”, explica con timidez el segundo de los hermanos Yemba, quien siguió al equipo de José Pekerman desde su país, cuando se aprestaba a viajar hacia Buenos Aires. Willy perdió el pasaporte después y espera uno nuevo para poder jugar en la séptima de River su primer partido oficial. Es el requisito que le falta para que su sueño comience a fluir con naturalidad. Su padre, que llevó el peso del diálogo, menciona que en el ex Congo Belga el fútbol es amateur. Y con el estadio Monumental de fondo aumenta el contraste entre ese fútbol nacido de la pobreza y el nuestro de cada día, donde los Yemba se sienten como en el primer mundo.

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Willy Yemba, un congoleño que sueña con triunfar en River. Juega en la séptima del club.
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