Martes, 15 de septiembre de 2009 | Hoy
Roger Federer era el rey de Nueva York. Por presencia y por contundencia. En los cinco años en los que había vapuleado a rivales de la talla de Lleyton Hewitt, Andre Agassi, Andy Roddick, Novak Djokovic o Andy Murray, nunca ninguno de sus calificados rivales lo había empujado a jugar cinco sets. Ninguno.
Lo hizo Juan Martín Del Potro, de 20 años, 11 meses y 21 días. La misma Torre de Tandil moldeada en el crisol del club Independiente, uno de los varios productos fraguados bajo la guía del “Negro” Marcelo Gómez. “Creo que es el mejor momento de mi vida”, aceptó un día antes de la cita con la gloria, el domingo, el día que aplastó literalmente a Rafael Nadal en tres sets, el día en que se había preparado para una batalla de cuatro o cinco horas. Estaba preparado para cinco sets, para escaparle a la red que suele tenderle el suizo.
Una radiografía básica: casi dos metros de altura, 83 kilos de peso, toneladas de potencia en su diestra, un saque letal. Cuando parecía que la Legión Argentina estaba liquidada –Coria retirado, Gaudio acomplejado, Nalbandian lastimado, cuando lo mejor que podía lograr el tenis argentino en Roland Garros era una tercera ronda– reapareció este flaco lungo repuesto de sus dolores de espalda, con Franco Davín como coach, y le insufló de nuevo vida a un deporte que se amiga con las multitudes.
Empezó en Stuttgart, el año pasado. Siguió en Kitzbuhel, Los Angeles y Washington. En el US Open le cortó las alas, en cuartos de final, Andy Murray, el mismo que después cayera dramáticamente 6-2, 7-5, 6-2 ante Federer en la final. La semifinal de la Davis contra Rusia, en Buenos Aires, le permitió sacar el carnet de ídolo, con dos magníficas victorias ante Davydenko y Andreev. Había empezado la temporada en el puesto 44 del ranking. El ascenso de vértigo lo llevaría hasta el noveno puesto. Eran los días de la polémica: ¿el masters de Shan-ghai o la final de la Copa Davis contra España? El flaco no le esquivó a ninguno de los dos compromisos, y sin embargo hubo que ponerle un candado a la sonrisa.
Auckland abrió con éxito el 2009. Luego cuartos en Australia e Indian Wells, semifinales en Miami. En abril, número 5 del mundo: ¿cuánto vale ese mérito? Cuartos en Roma, semifinales en Madrid y Roland Garros: en ambas instancias el verdugo es uno que dará lugar a la revancha, el mismísimo Federer. Otra vez la frustración de la Davis, esta vez en Ostrava, pese a sus victorias sobre Ivo Minar y Tomas Berdich, y una pálida segunda ronda en Wimbledon.
Piso duro. Eso era lo que faltaba. Piso duro. ¿No era lógico, esperado, deseable? Gana Washington, sobre Roddick. Es su sexto título en el circuito ATP. Una final perdida, la del Masters de Canadá, ante Murray, no es mal agüero; se ahorra el viaje a Cincinnati y le apunta los cañones al torneo que más entusiasmo le despierta.
Siete títulos en su carrera, uno de Grand Slam, 126 victorias y 64 derrotas, 42-11 el record de este año. Un premio de 1,85 millones de dólares en el US Open y, seguramente, el Olimpia de Oro a fin de temporada. Federer no perdía en Flu-shing Meadows desde octavos de final de 2003. Entonces lo había sacrificado David Nalbandian...
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