“Soy de Boca hasta el 30 de junio”, había prometido Juan Román Riquelme y anoche tuvo la despedida soñada en una Bombonera llena, colmada de hinchas que no tardaron en corear su nombre, ni en recibir el saludo del ídolo, antes del inicio del partido, en medio de una fiesta que incluyó fuegos artificiales y explosión de papeles azules y amarillos y a la que, incluso, se sumó el laureado cineasta Francis Ford Coppola, presente en el palco de Macri.

Apenas comenzó el partido, Riquelme probó los reflejos de Saja con un tiro libre que tapó el arquero; después, cuando debía sufrir la marca pegadiza de Gavilán o de Goiano, no dejaba de ejercer la voz de mando y trataba de ordenar a sus compañeros, sobre todo a Banega.

Apareció de a poco en el partido, pero fue un tiro libre suyo, al medio del área chica, el que desató el gol de Palacio. Aunque Gremio controlara el medio campo, eso no le impedía a Riquelme soltarse para asociarse con Clemente Rodríguez y, por ejemplo, sobre el final del primer período, sacar un derechazo cruzado al segundo palo que se fue apenas desviado.

En el segundo tiempo, incluso después de la expulsión de Sandro Goiano, uno de sus perseguidores, Riquelme jugó a los toquecitos con su amigo Clemente, como si esperara sereno su oportunidad. Y esa llegó a los 27 minutos por una falta cometida sobre él. Acomodó la pelota para ejecutar la falta, y sorprendió tocándola primero Morel para que Riquelme sacara un derechazo que pasó al lado de la barrera y se metió en el arco de Saja. Si algo le faltaba para terminar como figura fue el remate que sacó sobre el final del partido, que obligó a Saja a dar el rebote del que nació el centro para el tercer gol de Boca. El público agradeció otra vez las gentilezas y se retiró con el mejor regalo para Riquelme, gritando “que vamos a salir campeones”. Justamente, eso había prometido Riquelme cuando regresó a principio de año.