Jueves, 14 de junio de 2007 | Hoy
EL PAíS › FACUNDO, DE IMPUTADO A PROTAGONISTA DEL ACOSO Y LINCHAMIENTO PERIODISTICO
Por qué un joven de 20 años, sobre el que pesa una “sospecha leve”, como se encargó de aclarar el fiscal, se convierte en un “monstruo” que disecciona buena parte de la prensa. Aquí, tres especialistas lo analizan: la situación de clase, la orientación sexual, la devastación de lo privado.
Por Cristian Alarcón
El abrazo de los medios suele ser violento. Lo sabe ya Facundo Macarrón, no sólo por la guerra de cámaras y codazos en las puertas del juzgado, sino por los acercamientos de todo tipo que han intentado con él. Quizás el summum paradójico de ese intento es el del programa La Liga, que consiguió “hacerlo hablar” simplemente borrando las marcas de la TV. Sin micrófono en mano, con una toma desde bien lejos, la periodista logró que dijera que la prensa juega sucio, mientras la prensa jugaba sucio. “Por ahí veo que me atacan, sobre todo los medios de prensa y no la Justicia”, le dijo el chico a su entrevistadora, sin saber que lo estaban filmando y grabándole la voz. “Están tratando de inventar esto para que sea un capítulo nuevo”, se defendió. La ética no tiene respiro en el tratamiento del caso Dalmasso. Desde averiguar mediante la grafología o las “autopsias psicológicas” si “el hijo” tiene un “perfil criminal” hasta el esfuerzo de producción de la máquina mediática puesto en desnudar sus “rasgos afectivos”, todo parece construir lo que tres intelectuales consultadas por Página/12 no dudan en llamar “monstruosidad”. “Lo que resulta sugerente aquí, en relación con el acoso que la prensa está ejerciendo sobre el chico –plantea de entrada Silvia Elizalde, especialista en medios y juventud–, es que se trata de una operación de pánico moral construida, básicamente, aunque de modo no explícito, sobre su orientación sexual.”
“Esta devastación del terreno de lo privado no es sorprendente en la logica audiovisual. Al mirar los titulares, lo que aparece como nuevo es esta reafirmación permanente de que Facundo es gay. Su condición homosexual y la absurda acusación de que “duerme con la madre” parece al servicio de la criminalizacion de un tipo de deseo que no entra en la norma”, señala Florencia Saintout, titular de la Cátedra de Comunicación y Teorías, de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata. Saintout confirma lo que es notorio con solo hacer un zaping rápido por las coberturas del caso –o una lectura veloz de diarios y revistas–: los medios han puesto su mirada morbosa sobre el supuesto asesino sin abandonar nunca la palabra que le da sentido al creciente festival: homosexualidad. En los últimos siete días han sido muchas horas de aire televisivo y amarillo dedicado a una averiguación que a juicio de los conductores es fundamental: ¿puede un muchacho gay como Facundo Macarrón haber “abusado sexualmente” de su madre, como se atreve a imputar con pocas pruebas el fiscal?
Daniela Gutiérrez, investigadora y ensayista, rastrea las explicaciones de este “desmadre” de los medios sobre el sujeto acusado en la matriz de lo “monstruoso”. “El criminal es siempre un monstruo que irrumpe. Lo que lo hace monstruo es en general el objetivo de su acción inmotivada y dañina. Salta de un mundo a otro. Del de la monstruosidad a la de los ‘normales’”, dice y retoma el caso en la ya vieja hipótesis de que a Nora Dalmasso la habría asesinado Gastón Zárate, pintor y albañil, conocido en la trama pública como el “perejil”. “En ese caso se trataba de un supuesto asesino chato, sin una esencia, ni un alma. Quizás antes de la corrección política hubiera caído en la sospecha a partir de una descripción lombrosiana. Pero a ese tipo de asesino prototípico no le pasa nada, el drama no es suyo sino de su víctima”, explica. “Facundo, además de tener un nombre propio, es construido como un monstruo por el procedimiento más elemental y clásico, que es el de la narración –sostiene Gutiérrez–. Se le arma una historia. Es un monstruo porque es psicoanalizable, en el sentido trivial de ponerle una interioridad afectiva. En la historia que se la arma al monstruo tiene que haber densidad psicológica, porque no es un chacal inaprensible, un abusador de sustancias berretas: es uno de nosotros, es un miembro de nuestra comunidad”.
Saintout, autora de El futuro llegó hace rato: jóvenes y culturas contemporáneas, esta sociedad necesita “visibilizar los monstruos para marcar la normalidad”. Quizás así se explique el festejo de algunos medios porque “Facundo dio la cara”, como si el muchacho tuviera una obligación para con el relato mediático. Claro que nada de lo que ocurra en los medios deja de suceder en la sociedad que los consume. “Evidentemente el tratamiento que le están dando al caso habla de una dificultad muy grande más allá de las celebraciones y mentes abiertas en boga, para actuar con la otredad, en este caso lo gay. A la otredad se la vuelve a construir de manera monstruosa”, dispara la comunicóloga.
“Me impacta que otra vez cuando todo el mundo incorpora la diferencia como algo que no ocasiona problemas, se remarca con tanta contundencia la condición de gay de Facundo –remarca Saintout–. Es encesario reforzar la norma, para eso se deben construir las anormalidades. No prestaría tanta atención a la devastación de lo privado, que ya la conocemos de sobra. Aquí hay algo en torno al deseo homosexual cuando ya no es posible criminalizar la idea de que dos hombres puedan gustarse. Pero en el sospechado matricidio del que se intenta culpar a este joven, se le suma una vuelta de rosca en la que lo que prima no es ante todo su posible condición de asesino, sino un hijo con una sexualidad diferente, que es presentada como monstruosa. Los medios necesitan del crimen para otra vez condenar el deseo y la diferencia”.
Silvia Elizalde, autora de una tesis doctoral sobre construcción de imágenes de jóvenes en los medios, recuerda que “históricamente los medios de comunicación se han ocupado de tematizar y de aprovechar al máximo la rentabilidad que otorga el tratamiento de lo considerado ‘monstruoso’ por el orden dominante en un determinado momento y contexto social”. En el caso Dalmaso, Elizalde ve que la combinatoria de prácticas sexuales incestuosas, presunción de homosexualidad, vínculo materno-filial, juventud del sospechado y muerte violenta en el marco de un entorno familiar de clase alta “condensa todos los elementos del escándalo y el morbo de la que se alimenta parte importante de la narrativa periodística hoy”. “Pero también –advierte la académica–, sobre el modo en que se asocia aquí esta condición a las atribuciones de sentido más extendidas sobre la “doble moral” de la clase alta y la construcción de una imagen de niño-joven, o “ángel-demonio”, que no hace más que reforzar normativamente la idea de que lo ambiguo es sinónimo de ‘desviación’ abyecta”.
A juicio de Elizalde es de esta manera que opera el pánico moral construido por los medios y sobre la diferencia que encarna Facundo. “Opera convirtiendo ciertas prácticas y perfiles del sujeto en espacio estratégico para la transformación de hechos domésticos en affaires altamente noticiables por parte de los medios”. ¿Más allá del sentido común según el cual cualquier historia más o menos perversa o morbosa significa rating asegurado, ¿por qué el caso Dalmaso ocupa tanto espacio? Para Elizalde se trata del “desplazamiento operado no sólo en las rutinas periodísticas y en los formatos massmediáticos por influencia de la televisión y su tinellización creciente”. Y al mismo tiempo “del innegable papel ideológico que ejerce hoy la prensa en la legitimación de los significados sociales dominantes así como en la visibilidad y producción de nuevas tensiones sobre el vínculo entre jóvenes, miedos sociales y regulación política de las diferencias de clase, género, orientación sexual y edad”.
Entre las exlicaciones de perogrullo de los periodistas que opinan sobre el tema figura en alza la lectura filosófica según la cual el crimen de Nora encarna una “tragedia griega”. “En ese encarnar la tragedia griega se juega algo romántico que es su nobleza, su grandeza, su soledad, su melancolía. Lo van pintando como un personaje que es un monstruo al que algo le pasó. El hombre pobre al que se lo acusó no interesó de la misma manera porque sólo tiene cara, no un motivo. En ese sentido está emparentado, lo más fácilmente atribuible como lógica para el crimen, es su homosexualidad y no su interioridad compleja. Como no la conocen suplantan esa interioridad con su orientación sexual”, analiza Gutiérrez.
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