Sábado, 12 de abril de 2008 | Hoy
ECONOMíA › CHáVEZ CONFIRMó LA ESTATIZACIóN
Por Cledis Candelaresi
A través de un mensaje difundido por cadena nacional de radio y televisión el jueves por la noche, el presidente Hugo Chávez confirmó la decisión de nacionalizar Sidor, advirtiendo que comienza un proceso “de transición”. Esta etapa intermedia debería servir para precisar cuál será la eventual compensación que el Estado venezolano otorgará a los accionistas privados, grupo liderado por Techint, en caso de juzgar que corresponde, como ocurrió con algunas otras estatizaciones. No parece que el grupo privado o el gobierno argentino dispongan de muchas herramientas legales para influir en esas condiciones y, menos aún, para intentar revertir la decisión que el mandatario venezolano tomó bajo el imperio de las leyes promulgadas desde que llegó a Miraflores. Tampoco es la primera vez que los Rocca sienten el rigor chavista.
Desde el punto de vista global, la industria del acero es considerada por el chavismo como un recurso estratégico que, por ese hecho, es conveniente que esté en manos estatales. Chávez justificó la nacionalización de Sidor acusando a la gestión privada de aprovechar un esquema de subsidios para producir barato el acero que exporta, primero, para reingresarlo, luego, como producto terminado y caro. Esa dinámica del negocio fue uno de los argumentos invocados expresamente por el presidente venezolano frente a los micrófonos, sumado a la falta de acuerdo con los trabajadores sobre una recomposición salarial en discusión.
A pesar de la simpatía política, no es mucho lo que pudo hacer el gobierno argentino para torcer la decisión que Chávez no tuvo la gentileza diplomática de anticipar a la Rosada, a pesar de que la medida afecta de modo directo a la trasnacional argentina más importante del país. La propia Cristina Fernández de Kirchner tuvo dificultades para contactarse con su par caribeño y terminó cediendo esa gestión a su marido y antecesor en el poder, Néstor Kirchner. La suerte no habría sido muy diferente en las gestiones que encaró el grupo privado por sí mismo, al que posiblemente no le resulte tan sencillo discutir la determinación venezolana por vía legal.
Hoy existe un acuerdo entre la Comunidad Andina y el Mercosur que da marco legal a las inversiones que las empresas de una nación hacen en la otra. Pero Venezuela está partiendo del primer bloque y aún no ingresó al segundo, con lo cual esos convenios regionales no pueden ser invocados. La misma incertidumbre legal existe respecto de cualquier tratado bilateral firmado antes de 1999 –cuando comenzó la presidencia chavista–, ya que en función de un nuevo objetivo estratégico nacional, Chávez los desconoce. Lo mismo ocurre con los contratos sectoriales o individuales, que Venezuela está reformulando en beneficio del Estado y perjuicio del capital privado.
Un ejemplo nítido de esa voluntad transformadora es la política de Chávez respecto de los contratos petroleros que reformuló casi unilateralmente, bajo la norma de “asociar” a la petrolera estatal Pdvsa a las operadoras privadas. La norteamericana Exxon optó por retirarse y buscar una indemnización a través de tribunales internacionales. El resto terminó aviniéndose a las condiciones venezolanas, con la lógica de que es preferible ganar menos que abandonar la explotación del riquísimo subsuelo venezolano. Techint conoce bien el tema: Tecpetrol, la energética del holding, ya claudicó en marzo del 2006, reconvirtiendo su contrato en términos menos lucrativos que originalmente.
En ese caso, Chávez apretó pero no ahorcó. La nacionalización de Sidor aparenta más dura, a pesar de que los funcionarios venezolanos prometieron una “negociación amigable” para revertir el mix privado-público. Hoy el Estado tiene un 20 por ciento y el grupo privado liderado por Techint un 60. La intención esbozada es invertirlo, eventualmente con el pago de una indemnización. Pero ésta difícilmente contente el corazón de los accionistas privados, a los que les toca la mayor parte de los cientos de millones de dólares anuales de utilidad que genera una acería de tanta envergadura como su facturación anual de 2400 millones de dólares.
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